Metallica demolió los fantasmas de la suspensión de sus presentaciones en 2003
con un electrizante paso por Argentina, con dos shows en el porteño estadio de River Plate y uno en
el Orfeo de la ciudad de Córdoba, ante unos 100 mil fans que aullaron y gritaron de emoción.
Metallica es una de las máquinas más poderosas del rock mundial, virtud que quedó
ratificada delante de un público feliz y entusiasmado, a punto tal de sonrojar al inconmovible
guitarrista y cantante James Hetfield, que el jueves, día del primer recital, señaló: “Esta
noche hicimos historia”.
A pesar de estar casado con una santafesina de nombre Francesca, Hetfield habla
muy poco castellano y el bajista Rob Trujillo, que es descendiente de mexicanos, apenas si dice
“buenas noches”. Pero el idioma de Metallica es la música, una tormenta eléctrica
que conforman las guitarras de Hetfield y de Kirk Hammett, apoyada sobre la base demoledora
de Trujillo y del baterista Lars Ulrich, el otro líder del grupo.
A lo largo de los años, Metallica refundó el heavy metal, mezclando todos
los estilos y sobresaliendo por los acordes entre sinfónicos y diabólicos que Hammett y Hetfield
obtienen de sus guitarras.
Los shows comenzaron con la proyección del western spaghetti “El bueno, el
malo y el feo” con Clint Eastwood y mientras la gente coreaba la canción de la película, los
cuatro músicos arrancaron con la canción “Creeping Death” del disco “Ride The
Lightning” (1984). La misma energía se apoderó de los fans con el segundo tema, “For
Whom The Bell Tolls”.
Cuando Metallica arrancó con los acordes de “Wherever I May Roam”,
del notable álbum negro de 1991, pareció un movimiento sísmico. Fue el momento de Trujillo, que tal
como dijeron sus compañeros en la conferencia de prensa anterior a las presentaciones, toca con
“20 dedos”.
También pasaron “Harvester Of Sorrow”, del disco “And
Justice For All” de 1988, y la polémica “Fade To Black”.
En todo momento, las canciones de Metallica se sumergen en diferentes mundos de
la mano de los solos de Hammett, que puede pasar del más virulento trash a acordes clásicos y
sinfónicos con igual sapiencia.
El grupo tocó “That Was Just Your Life” y “The End Of
The Line”, ambos de “Death Magnetic”, su último disco, hasta que la
pesadísima “Sad But True”, del álbum negro, antecedió a la larga “One”, un
clásico del grupo. Sorprendió a todos que los fans cantaran cada línea del tema como si el inglés
fuera su idioma materno.
Lo mismo sucedió con los increíbles cambios que tiene esa pieza fundamental del
heavy moderno que es “Master Of Puppets”, canción que confirma que en el rock duro
pueden hacerse canciones con difíciles entramados rítmicos.
Cuando los músicos tocaron la veloz “Blackened”, fuegos artificiales
salieron de detrás del escenario y llamaradas reales de fuego le pusieron calor a los
recitales. Luego, Hetfield quedó solo en el escenario con su guitarra entregando las primeras
estrofas de “Nothing Else Matters”. El resto de la banda se subió después del
estribillo. La máquina volvió a demoler cabezas cuando sonó “Enter Sandman”, del mismo
álbum, cantado hasta la disfonía por la gente.
En las gigantescas pantallas se pudo ver como Hetfield al final de la canción
mostraba la púa con el arte de tapa de “Death Magnetic” mientras hacía fuck you y
luego los cuernitos típicos del metal.
El primer bis fue con “Am I Evil” un cover de la banda Diamond Head
que Metallica editó en 1986 como un lado B al que le siguió la antigua “Whiplash” de
los comienzos del grupo.
El cierre fue con el clásico “Seek And Destroy” en la que
Hetfield dejó la guitarra y cantó casi toda la canción, mientras las luces se prendían sin poder
amedrentar a la gente. Con nuevos estallidos de pirotecnia y más lenguas de fuego, Metallica
agradeció la devoción y abandonó el escenario.