Jorge Drexler transmite al hablar la misma calidez que respiran sus canciones. Una de ellas, “Perfume”, dice más o menos así: “No hay soledad que aguante el envión/el impulso antiguo y sutil del eco de tu perfume”. El tema, popularizado por Adriana Varela para Bajofondo, fue escrito a medias entre el autor de “Me haces bien” y Luciano Supervielle. Y como reza esa letra, que no hay soledad que aguante el envión, esta dupla uruguaya hace base mañana, a las 21, en el teatro El Círculo, en un show que tenía que llamarse así, “Perfume”. Aunque mejor que lo cuente, a su manera y en la plenitud de su fragancia creativa, el mismísimo Drexler.
—Para nosotros también es una novedad (risas). El show es muy minimalista, estamos los dos solos en el escenario y está muy centrado en los aspectos electrónicos de la canción, todo lo contrario de “Bailar en la cueva”, que era un show de 8 o 9 personas basado en sonoridades acústicas, es el polo opuesto.
—¿El repertorio se basa en tus canciones o de los dos?
—Va a girar alrededor de mis canciones, pero con coautorías con Luciano, hay versiones elegidas por los dos y con temas de Luciano mechados con las canciones mías. Va a haber mucho «mashup» (mezcla) de canciones de él con mías, y de la época de Luciano con Bajofondo también.
—Venís de un éxito con “Bailar en la cueva”, ¿esto viene como un impasse antes de tu nuevo disco solista o es un proyecto que podría cristalizarse en un disco?
—Por ahora estamos organizando una gira, estamos muy contentos y ya han salido un par de giras a partir de ésta, salieron fechas en Estados Unidos y en Europa. Esto surge porque nos invitaron a tocar de nuevo a Argentina y dije «todo bien, pero no quiero repetir el mismo concierto de ’Bailar en la cueva’», por respeto al público y por respeto a mí, que me siento feliz de hacer algo nuevo, de no repetir el chiste. Pensé en lo opuesto y me di cuenta que hacía años que tenía ganas de hacer esto con Luciano. Lo llamé e incluso él por suerte pudo hacerlo, porque Bajofondo trabaja mucho, y justo pudo meterse en esto. Estamos muy felices ensayando aquí en Madrid y descubriendo y generando un paisaje sonoro.
—¿Al componer te seduce ir hacia esos lugares confortables que sabés de la aceptación de tu público o apuntás a experimentar?
—A mí me gusta personalmente más la segunda opción, siempre me ha gustado salir de mi zona de confort, siempre he pensado que el piloto automático sirve para manejar un avión, pero no sirve para una disciplina creativa. Y te digo la verdad, cuando las cosas se ponen urgentes, el piloto del avión tampoco sirve, aparece la destreza del piloto para esas situaciones. Me refiero al piloto automático en el sentido de que a mí no me interesa transitar un curso pre-establecido, al piloto automático le das dos directivas y maneja él solo.
—¿Ese es tu desafío en cada disco nuevo?
—Y, claro, es como si en un disco nuevo, yo digo «bueno, vamos a hacer un disco nuevo, vamos a llamar al productor de siempre, los compositores de siempre, el arreglador de siempre, los músicos de siempre y avísenme cuando esté todo listo que yo voy a poner las voces». Eso es lo opuesto a lo que yo hago. Cuando tengo que hacer un disco nuevo, habitualmente digo «bueno, ¿a qué lugar nuevo puedo ir musical o geográfico?». El disco anterior lo grabamos en Colombia, con gente del mundo de la cumbia electrónica de Bogotá y fue realmente un desafío para mí. A eso me refiero con esto de apagar el piloto automático y buscar nuevos caminos. No repetir esquemas, ni repetir recetas.
—¿Realmente no es una tentación volver sobre un hit?
—Y, vos tenés que pensar que es fácil de entender esto si lo extraponés a las relaciones interpersonales. Una relación entre dos personas, una relación de pareja, es una relación no estática, nunca repetís la misma receta, es una relación dinámica, es un proceso. Yo lo que quiero creer, y lo que prefiero y lo que pido para mi público, es que no sigan solamente un repertorio, que sigan un proceso. Que vayan contigo, que te acompañen en ese camino. Y tengo mucha suerte, porque la gente me acompaña en direcciones, a veces, muy caprichosas, muy locas. De un disco como “Amar la trama”, todo grabado en vivo en un estudio hasta “N”, que es una aplicación (para celulares y tablets) combinatoria matemática aplicada a las canciones; luego a un disco bailable como “Bailar en la cueva” y ahora una gira electrónica con Luciano Supervielle. Es decir, tengo un público muy generoso (risas) y con mucha paciencia y con mucho cariño, vamos a ver hasta cuando me aguantan la cabeza. Yo lo que quiero es que me acompañen en este proceso, decir «bueno, ahora va a ser esto así, y después va hacia otra dirección». A mí me gusta ver eso en otros artistas.
—En una entrevista de este diario a Raúl Castro, de la murga Falta y Resto, dijo que “Lo único permanente es el cambio”. ¿Coincidís?
—Sí, estoy totalmente de acuerdo con él, lo único permanente es el cambio. Hay otra frase muy buena que escuché que dice: «Algo tiene que cambiar para que las cosas sigan iguales». O sea, vos, para mantener esa relación de deseo con el público, tenés que cambiar para que esa relación siga viva y efervescente. Mirá, hay chistes buenísimos, pero no vas a repetir el mismo chiste a los 5 minutos cuando te toca tu turno en la rueda de chistes. Todo el mundo entiende eso, es muy fácil de comprender, hay cosas que están buenas pero el tiempo pasó, las cosas cambiaron y ahora son buenas otras cosas de repente.
—La esencia nunca cambió en tu caso y eso generó el ida y vuelta con tu gente. ¿El público siempre pide que el artista nunca se traicione?
—(Piensa) Sí, estoy de acuerdo contigo, pero si le quitamos la idea de traición. Porque eso es un juicio de valor, a mí hay artistas que me encantan que traicionen y rompan sus principios. ¿Sabés por qué? Porque la esencia es algo realmente inherente a las personas, es tan difícil de cambiar como tu orientación sexual. No es una cosa que vos digas, «mirá voy a probar esta orientación sexual ahora y después quizá pruebe otra». O sea, podés ir buscando, pero en determinado momento de tu vida ya sabés más o menos lo que querés. Igual que tu acento, ya lo tenés incorporado. Yo creo que un artista de verdad tiene que romper sus esquemas de vez en cuando. Si eso se llama traicionar, me parece que es bueno inclusive hacerlo, es bueno romper algunas leyes. Yo soy un integrador, en el sentido de que a mí me gusta romper y cambiar, sin que eso sea un acto de desarraigo con alguien que viene a escucharme. Me interesa mucho el escucha, esto es un diálogo, me gusta bailar con el público. El concierto es un baile en el que yo llego, pero un baile en el sentido completo, en el que también tengo que escuchar el cuerpo del otro, hacia dónde va, hacia dónde quiere ir y a su vez tenés que guiarte, es una mezcla de seguir al otro y de guiarte al mismo tiempo.
—¿Cuando vas a ver a tus artistas preferidos te gusta que traigan cosas nuevas o preferís que se mantengan intactos en el tiempo y en el espacio?
—Nadie se mantiene intacto en el tiempo y en el espacio. Como definía el sabio Raúl Castro y antes de él Heráclito, no te bañás dos veces en el mismo río. ¿Qué significa mantenerse en tiempo y espacio? Es ir a ver un show de los Bee Gees, en donde te tocan exactamente las mismas canciones con el mismo arreglo de hace 30 años, que te encantan, y que tenés el disco y las volvés a escuchar. ¿Y qué hacés con eso? Yo soy músico, yo me dedico a esto, a mí me daría mucha pena verlos hacer un show de covers de sí mismos, odio el concepto de covers de sí mismos, inclusive cuando hacés versiones tiene que ser una cosa creativa. Uno de mis artistas favoritos, que es Joao Gilberto, el brasilero, es un versionista, pero yo nunca sentí que hiciera covers. El tipo agarraba y hacía versiones tan propias que pasaban a ser casi una composición personal. No sé, si yo fuera a ver a Cerati, ponele, con lo que nos gustaría a todos volver a ver a Gustavo, siempre sabés que el tipo va a traer alguna cosa nueva, hasta una revisita nueva de los temas anteriores, no le pedís que reproduzca las cosas exactamente iguales. Es un ejemplo de artista abierto, de artista cambiante, eso es tan importante. Cada tantos años hay que dejarse llevar por personas a las que le llevás 10 o 15 años de edad, y hacerles entender que tienen cosas por enseñarte.
—¿Te referís a tu diferencia de edad con Supervielle?
—Claro, hay una diferencia de edad grande, por ejemplo, con Luciano. El tiene 37 y yo tengo 50, nos llevamos 13 años, pero yo lo considero un maestro en muchas cosas, y me pongo en sus manos, y trabajamos los dos juntos. A mí me gusta ver eso también en otros artistas, cuando uno piensa que lo sabe todo y se abre a aprender, abre su discoteca, porque abrir tu discoteca es abrir tu corazón, en definitiva, es aprender a escuchar cosas nuevas. A mí todo el concepto de la nostalgia me deprime, esa cosa de los grupos de Facebook que dicen «uy, qué buena era esa época» a mí me da mucha tristeza (risas).