Mau y Ricky: "Pasamos más de 10 años de estar remándola sin que nadie nos diera bola"

La carrera de Mau y Ricky es bastante atípica. Comenzaron tocando en la banda de su padre, Ricardo Montaner, en 2010, cuando Ricky (primer guitarrista) tenía 20 años y Mau (baterista) tenía 17. En 2011 sacaron su primer disco bajo el nombre MR, un dúo de baladas y canciones pop que, más allá de todo el apoyo promocional de la industria, no funcionó. Tuvo que pasar más de un lustro, y un giro hacia el reggaeton y la música urbana en su estilo, para que los hermanos consiguieran colar un tema suyo en los ránkings. “Vente pa’ ca”, el hitazo de Ricky Martin y Maluma que explotó en 2016, llevaba la firma de Mau y Ricky, y esa fue la gran puerta de entrada para escribir temas para otros artistas, desde Juanes y Thalía hasta Becky G junto Natti Natasha (“Sin pijama”).

Un año después, finalmente, tuvieron su primer éxito con nombre propio. La canción “Mi mala”, en colaboración con la colombiana Karol G, los terminó consagrando. Y lo que siguió fue un hit tras otro: “Ya no tiene novio” (con Sebastián Yatra), “Desconocidos” (con Manuel Turizo y Camilo), “Papás”, “Ouch”, “La grosera” y los recientes “3 de la mañana” y “Mal acostumbrao”. También editaron dos álbumes: “Para aventuras y curiosidades” (2019) y “Rifresh” (2020).

Los números de Mau y Ricky son impresionantes: tienen más de 11 millones de oyentes mensuales en Spotify y sus videos en YouTube suman dos mil millones de vistas. Además agotaron tres funciones (y agregaron otra) en el teatro Gran Rex de Buenos Aires y el próximo viernes 10 actuarán por primera vez en Rosario, en el salón Metropolitano. Sin dudas este fenómeno se potenció también a partir de su participación como jurados en “La voz argentina”, el programa más visto de la televisión que hoy llega justamente a su esperada final.

Antes de llegar a Rosario, los venezolanos charlaron en exclusiva con La Capital sobre el largo recorrido hasta sus primeros hits y los pros y los contras de ser hijos de un músico consagrado.

—En “La voz” ustedes siempre dicen que les costó encontrar su propia voz, su propio estilo. ¿Cómo fue el camino desde que comenzaron hasta este presente exitoso?

Ricky: Yo creo que a nosotros nos costó más de la cuenta por distintos motivos. Nosotros estamos acostumbrados, desde que nacimos, a que mi papá hace un concierto y se llena de gente, o que saca un disco y vende miles y miles de copias. Y cuando nosotros sacamos nuestra primera canción pensábamos, y no por ser “hijos de”, que si la canción estaba buena le iba a ir bien, que iba a ser exitosa. Después nos dimos cuenta de que obviamente no es así. Y pasaron muchos años más de aprendizajes, de lecciones y de darnos contra la pared. Lo más difícil siempre es encontrar tu propia identidad. Si te quieres dedicar a lo mismo que tu padre lo más probable es que tu papá, con la mejor intención de ayudar, te diga “sí, cómo no, te pongo con mi productor, con mi equipo”. Pero si estás trabajando con la misma gente que trabaja tu padre esa búsqueda musical ya no es tan tuya. A nosotros nos llevó un tiempo encontrar a las personas que nos representen, el sonido que nos represente, y no se nos dio fácil. Estuvimos más de diez años intentándolo e intentándolo hasta que todo empezó a funcionar a raíz de una serie de canciones. El otro día leí en Instagram una frase que decía: “Kobe Bryant es de los mejores jugadores de básquet de la historia y también es el jugador que más canastas ha fallado”. ¿Entiendes? Bastó que saliera “Mi mala” para que no importara todo lo anterior y para que empezara a importar a partir de ese momento nuestra ilusión.

—Su faceta como compositores no es muy conocida, pero ustedes escribieron, por ejemplo, “Vente pa' ca”, que es uno de los mayores hits de los últimos años. ¿Cuál es la historia de esa canción?

Mau: Es bien curiosa. Nosotros estábamos en la ciudad de México haciendo promo, y antes de ir a México nos habían llamado de la disquera diciendo que estaban buscando la próxima canción de Ricky Martin. No sólo nos habían llamado a nosotros, claro, también habían convocado a un millón más (risas). Y en ese momento les dijimos “sí, Ricky y yo la vamos a escribir, no hay problema”. Pero la promo que nos pusieron en México era de las seis de la mañana a las siete de la tarde, era una locura, y no nos daba chance de escribir la canción. Diez días más tarde nos escriben de nuevo de la disquera y nos avisan: “Oye, hoy es el último día para entregar, ¿van a mandar o no?”. Y ahí les metimos una mentirita. Les dijimos “sí, ya la escribimos pero no tenemos estudio acá, estamos volando hoy a Miami, la grabamos y se la mandamos”. Entonces en el avión de México a Miami escribimos la canción. Y no se imaginen un avión privado ni nada por el estilo, no, estábamos en económica, yo en el medio y Ricky en el pasillo, con una señora al costado que la pobre ya estaba hasta el tope fastidiada de nosotros (risas). Llegamos esa noche, grabamos la referencia del demo y se lo mandamos. Por suerte el tema quedó, así que la mentirita valió la pena (risas).

—Los he visto en fotos con remeras de Ramones, Jimi Hendrix y Tupac Shakur. ¿Qué música escuchaban cuando eran adolescentes?

Ricky: Escuchábamos mucho de lo que ves en las camisetas, aunque otro detalle de las camisetas es que coleccionamos remeras vintage, nos encantan. A mí me obsesionan las remeras de rock de los 70, los 80 y los 90, y por eso tengo tantas. También escuchábamos Blink 182, Eminem, Linkin Park, Alejandro Sanz, Sin Bandera y Daddy Yankee. Nuestra generación es la que empezó a escuchar todo tipo de música sin importar el género. Yo creo que ése es el fuerte más grande que tiene hoy la industria: que las líneas entre los géneros se están borrando. La división entre pop, rock, baladas o reggaeton hoy en día no existe, y creo que el público está queriendo también que los artistas tomen riesgos y prueben distintos sonidos.

—¿En qué sentido fue un beneficio y en qué sentido fue una presión ser hijos de un músico ya popular y consagrado?

Mau: Una ventaja inmensa es que crecimos con un compositor del calibre de Montaner, entonces, cuando nosotros estábamos creciendo y escribiendo canciones, teníamos ahí a un profesor que nos corregía y nos ayudaba. Jamás ibas a ver a un Montaner que te decía “ay, qué buena” si la canción no lo conformaba. Al contrario, si había algo que no le gustaba te hacía corregirlo. Esa escuela para nosotros significó mucho y sin dudas fue una gran ventaja. La desventaja es que uno tiene que demostrarle a la gente que uno merece ser parte de esta industria, que las cosas no se dan porque uno es “hijo de”. Cuando con Ricky entramos a este ambiente ya sabíamos que eso venía, que nos iban a señalar como “hijos de” y que nos iba a tocar remarlo. Por eso siento que es tanta la importancia de la persistencia, de no parar hasta lograr lo que uno quiere. Nosotros pasamos más de 10 años de estar remándola sin que nadie nos diera mucha bola.

—Se los ve muy sueltos y seguros como jurados de “La voz argentina”, aunque sólo habían pasado brevemente por “La voz kids” de México. ¿Les resulta natural ponerse en ese papel?

Ricky: Antes de empezar el programa nosotros dijimos: “Vamos a ser nosotros mismos”. A mí no me interesa impostar o que la gente conozca un costado de mí que no es real. El primer día que grabamos fue capaz cuando estábamos todos acostumbrándonos a cuáles eran las dinámicas, cuánto chiste se podía hacer o cómo iba a ser la relación con los otros coaches. Ahora estoy agradecido de que la gente nos haya permitido ser nosotros mismos y que el programa haya gustado tanto.

—¿Hay planes para hacer otra edición de “La voz”, teniendo en cuenta que el programa midió muy bien en el rating?

Mau: No lo sé, pero para nosotros sería una maravilla. En primer lugar porque en el programa la pasamos rebien, y en segundo lugar porque es una excusa para pasar más tiempo acá en Argentina. Disfrutamos mucho el tiempo que pasamos aquí. Si nos invitan sería la excusa perfecta para seguir enamorándonos de este país. En los últimos meses conocimos gente y ciudades nuevas, aunque también es cierto que ya conocemos este país muy bien desde antes. Hemos tenido la bendición de poder recorrer muchas ciudades de la Patagonia, del norte y de la costa. Cuando estuvimos de gira con nuestro padre, en una sola gira hicimos 52 fechas sólo en Argentina. Eso nos llevó hasta Río Gallegos, Río Grande, Puerto Madryn, Salta y La Rioja. Y a los dos nos gustaría seguir con esa exploración.