El lado más comprometido de Hollywood desembarcó ayer en la Berlinale de la mano de Matt Damon, que escribe, protagoniza y produce la ecologista "Promised Land". En su cuarta colaboración con el cineasta Gus Van Sant —un fructífero tándem sellado con "Good Will Hunting"—, Damon busca sacudir conciencias abogando por el derecho de las personas a ser escuchadas, frente a las todopoderosas compañías energéticas.
"Promised Land" inauguró así la carrera por el Oso de Oro con el espinoso tema de la fractura hidráulica. Esta técnica, conocida en inglés como "fracking", permite la extracción de gas del subsuelo, pero no sin ciertos riesgos para el medio ambiente.
"En realidad, lo que quería hacer era una película sobre la identidad estadounidense, sobre cómo tomamos las decisiones y si lo hacemos pensando en la gente a la que más afectan", dijo un Damon que eclipsó al director durante la abarrotada rueda de prensa.
En EEUU, donde el filme se estrenó el mes pasado, "no tuvo la recepción que habría esperado, pero a veces pasa eso", dijo Damon a los periodistas. "A veces la gente descubre las películas después", comentó.
"Promised Land" se filmó en el oeste de Pennsylvania. Según el actor, el equipo de producción escuchó opiniones muy fuertes a favor y en contra de la técnica. "No queríamos que la película fuera un juicio sobre lo que tenemos que hacer", insistió.
En el filme, Damon da vida a Steve, un vendedor de un gigante del gas natural encargado de convencer a los habitantes de una pequeña localidad agrícola para que cedan los derechos de explotación de sus tierras a cambio de una buena cantidad de dinero. Lo acompaña en su tarea la musa de los hermanos Coen, Francis McDormand ("Fargo"), con cuya ayuda tendrá que enfrentarse al gran rival de la compañía: un ecologista encarnado por John Krasinski ("The Office"), que cofirma el guión.
Aunque "Promised Land" funciona como relato y gana ritmo gracias a pequeños toques de humor, no terminó de convencer debido a sus obvias buenas intenciones (hay algunos aspectos poco sutiles, empezando con que el activista que irrumpe en escena se apellida "Noble").
A medida que avanza la narración, Steve se siente cada vez más identificado con la gente de esta humilde ciudad donde todos se conocen y, si pueden, se dan una mano. Y poco a poco, va creciendo en él un dilema moral sobre si realmente el negocio que les está vendiendo es tan bueno como él pretende pintarlo.
Sabedor de que es una de esas películas que se critican antes de estar terminadas, Damon reivindicó un proyecto del que dijo estar orgulloso, y con el que también se habría puesto tras las cámaras si no hubiera sido por problemas de agenda. Según contó, uno de los primeros a los que pidió su opinión fue a su amigo y compañero Ben Affleck, a quien deseó toda la suerte posible en los Oscar con "Argo". "Me alegro mucho por su éxito porque se lo merece, ha trabajado muchísimo", afirmó.