Se apagaron las luces y Metropolitano deliró. El Rey Sol iluminó la noche de un domingo distinto, tanto por su esperada visita a la ciudad como por la presencia de una llovizna copiosa que no amedrentó a las fans. Fueron unas 3.500 almas las que coparon anoche el amplio salón del Alto Rosario y Luis Miguel no las defraudó. El femenino no va sólo por las almas, sino por ellas, las verdaderas protagonistas del show, las que cantaron todas las canciones del astro romántico de punta a punta. Por ese público fiel, y por el encanto de algunas melodías inmortales, Luismi demostró que sigue siendo “el incondicional”.
Faltaban pocos minutos para las diez de la noche cuando apareció Luis Miguel en escena. De impecable traje negro, camisa blanca, chaleco y corbata oscura, mostró la sonrisa de los mil dientes de publicidad de televisión y las enamoró a todas. Delante de una banda potente y sincronizada y una corista rubia que cortó el aliento de los pocos hombres presentes, Luismi arrancó con “¿Quién será? y a partir de allí nada volvió a ser como hasta entonces.
Las chicas de las filas Vip, con entradas de 2.300 pesos, se subieron a las sillas para verlo más de cerca; las de sombreros mexicanos le decían “te amo” una y mil veces; la rubia de ojos azules con anteojos de la fila cuatro no paraba de llorar; las del club de fans levantaban sus cartelitos y las de los globos rojos saltaban y rebotaban como en los tiempos de la escuela primaria.
Las canciones de Luis Miguel son sencillas, sin demasiados arreglos sutiles ni sutilezas armónicas, pero son suficientes para conmover a varias generaciones de amantes de la música melódica y romántica. El amor es el protagonista de todos los temas y el show se convirtió en un karaoke de miles, porque todos en Metropolitano se sabían las letras de memoria. A veces, como en “Hasta que me olvides”, hubiese sido mejor que Luismi la cante completa, pero no, la mayor parte del tema corrió por cuenta de las voces anónimas.
Después de acomodar las rosas blancas que lucían en una mesita ubicada en el escenario, Luismi cantó “Suave” y fue otro de los grandes momentos de una noche que tendría muchos picos más. “Vamos amigos de Rosario” agitó el artista y trascartón llegó “Amor, amor, amor”, que vino bien como previa del momento más intimista de la velada. “¿Nos ponemos un poco románticos?” desafió el cantante, como si hiciese falta sugerirlo. Y arrancó con “Que tú te vas”. “Ya sé que es sabio el tiempo/y todo pasará/pero me duele tanto/ahora que no estás”, cantó en la parte más sentida, y muchas se morían por consolar su pesar.
Hubo tiempo para el bolero, pero le escapó a los clásicos de “Romance” para meterse de lleno en otros, como “Sabor a mí” y luego llegó “Sin tí”, para que Metropolitano quede en estado de gracia. “¡Vamos arriba Rosario!”, dijo para levantar los corazones y poco después llegaría “La incondicional”, en el momento en que Luis Miguel demostró por qué es uno de los mejores cantantes románticos de habla hispana, al presentar una voz clara, afinada y con un buen registro de agudos, que obligó a separar su micrófono lo más lejos posible de la boca para no saturar con el sonido.
Cambio de vestuario mediante, con un look de negro total, vendrían la ya citada “Hasta que me olvides” y “Te necesito”, en el único tema en donde Luis Miguel se acercó a contactarse con sus fans y les extendió su mano con un guardaespaldas que velaba por su seguridad. Ya con remera negra y chaleco, cerró con “Decídete”, “Ahora te puedes marchar”, “La chica del bikini azul” y “Cuando calienta el sol”.
El final, con “Labios de miel” fue una celebración. Otra más, en un domingo donde, para muchos, el Sol salió de noche.