"Los dos papas", una cuestión de fe
"Los dos papas", una cuestión de fe
Calificación: ****. Intérpretes: Jonathan Pryce, Anthony Hopkins, Juan Minujín, Cristina Banegas. Dirección: Fernando Meirelles. Sala: Nuevo Monumental.
La realidad y la fe se encuentran en esta nueva película de Fernando Meirelles, director de “Ciudad de Dios” y “El jardinero fiel”. Es que “Los dos Papas”, protagonizada por Anthony Hopkins y Jonathan Pryce indaga en las controversias del ex Papa Benedicto XVI, conservador y defensor del Dogma, y en el actual Papa Francisco, popular y renovador de la Iglesia.
La historia relata los acontecimientos más trascendentales de los últimos años en el Vaticano, cuando Benedicto XVI decide renunciar y convertirse así en el primer ex Papa vivo desde el siglo XV, y cuando asume al puesto el Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio.
La trama se centra en los encuentros anteriores a la asunción de Francisco, entre Bergoglio y Raztinger, y en las diferencias conceptuales y filosóficas entre ellos. Para darle vida a estos encuentros privados, Netflix convocó al guionista neozelandés Anthony McCarten (“La teoría del todo”, “La hora más oscura” y “Bohemian Rhapsody”). Demás está decir que los diálogos y las interpretaciones de Hopkins y Pryce son el plato fuerte de esta producción que estrenó en algunas salas comerciales y que estará disponible en Netflix a partir del 20 de diciembre.
Entre escena y escena, el espectador logra llegar a las fibras más íntimas de estas figuras eclesiásticas donde la culpa, el miedo y las dudas salen a la luz.
El filme tiene muchos condimentos atractivos para el público argentino, ya que muchas escenas fueron filmadas en Córdoba, con un Juan Minujin encarnando a Bergoglio de joven, y no faltan el fútbol, el tango y la pizza. Y si bien la película no se centra en los temas álgidos de la Iglesia, como es el caso de la pedofilia, los toca de cerca y no los pasa por alto. El momento más fuerte es cuando se muestra el vínculo de Bergoglio con la dictadura militar argentina, donde se ven los vuelos de la muerte y las torturas.
Lo cierto es que el vínculo y la cercanía, al principio impensada, entre estos dos personajes, es la clave de este filme que atrapa hasta el final. Los momentos más disfrutables son los filmados en una Capilla Sixtina especialmente construida para la película, donde no falta la música del 2 x 4.
Otra de las claves del filme de Fernando Meirelles son los momentos de humor que sirven de bálsamo entre tanta solemnidad. En síntesis, una gran película que vale ser vista tanto por religiosos como por ateos.
Por Luciana Boglioli
"Las buenas intenciones", es hippie, pero es papá
Calificación: ***. Intérpretes: Javier Drolas, Jazmín Stuart, Juan Minujín, Amanda Minujín. Dirección: Ana García Blaya. Género: Drama. Sala: Showcase.
Hay películas que funcionan como fotografías o, mejor, como videos familiares. Es el caso de “Las buenas intenciones”, un pantallazo a la realidad propia sin descuidar el entorno de la época. Es un flashback por el derrotero de Amanda, una nena que va contando en primera persona cómo es su vida familiar con sus papás separados. Mamá (Jazmín Stuart) tiene una nueva pareja, con un tipo más políticamente correcto (Juan Minujín), pero que igual no llega tan cómodo a fin de mes. Y papá (Javier Drolas) es un hippie de los 90, sin horarios, dueño de una disquería junto con un amigo, amante del rock y de la vida sin ataduras. Lo maravilloso que tiene la película es que la directora va contando un relato autobiográfico, con el insert de registros documentales, que arman un rompecabezas sensible en el que la ficción y la realidad casi que son la misma cosa. La película respira un aire cercano en todo momento, más aún con las actuaciones, ya que trabajan Amanda y Carmela Minujín, hija de Juan Minujín, que en rigor aquí hace de padrastro de las nenas, pero se nota la empatía que hay entre los tres en cada toma. Es imposible no sentirse reflejado en este Gustavo que compone Javier Drolas, porque es la pintura del tipo descontracturado al que se le puede olvidar ir a pagar la luz pero es capaz de dar todo para darle amor a sus hijas. Todo se complica cuando se viene una separación de verdad. Y es el momento en que la mamá que compone Stuart se va con su nueva pareja a conseguir trabajo a otro país. ¿Qué pasará con el día a día? ¿Quién se queda con papá y quién o quiénes con mamá y el otro papá? Sin subrayados innecesarios ni sentimentalismos fáciles, Ana García Blaya debuta con una película a corazón abierto, en donde no teme mostrar la intimidad, ni los detalles de personalidades tan disímiles de sus padres. Lo que le interesó, y se nota de punta a punta, fue hacer foco en el amor genuino de los hijos hacia sus padres. Porque no hay etiquetas para amar a papá o a mamá, son papá y mamá con sus circunstancias. Y el amor real se siente, sin hacer tantos cuestionamientos.
Por Pedro Squillaci