"El justiciero 2", el taxista es un superhéroe
"El justiciero 2", el taxista es un superhéroe
Calificación: ***. Intérpretes: Denzel Washington, Bill Pullman, Pedro Pascal. Melissa Leo, Ashton Sanders y Sakina Jaffrey. Dirección: Antoine Fuqua. Género: Thriller. Salas: Monumental, Hoyts, Showcase y Village.
Robert McCall vuelve a la carga, sin la calva de la primera película, pero también sin un pelo de zonzo como para resolver de un puñetazo cualquier injusticia que se le presente al paso. Mientras que en el primer filme McCall (Washington, en un papel a su medida) se inmiscuía en la mafia rusa para salvar a una joven prostituta, aquí Antoine Fuqua toma algo de esa idea pero va un poco más allá. Es que este ex agente de la CIA devenido en taxista no puede evitar ponerse el traje de superhéroe, pese a que elude la capa y la máscara. Primero logrará recuperar de las malas amistades a un joven vecino y hará un desparramo quebrando dedos, brazos y cuellos en pocos segundos. Y después vendrá la apuesta más arriesgada. Su amiga Susan Plummer (Melissa Leo), ex agente de la CIA y la primera en estar al pie del cañón para acompañarlo en el duelo tras la muerte de su esposa, es asesinada en medio de una misión en Bruselas. Aquí McCall utilizará todo su potencial y su furia y hurgará hasta lo más profundo para encontrar a los culpables. Lo grave es que descubrirá que el jefe de esa brigada asesina no es otro que un ex compañero del servicio de inteligencia del Estado. Fuqua vuelve a apostar al thriller, pero lo hará con una trama atractiva y sensible, que lleva de las narices al espectador hasta un final que no da respiro. Denzel Washington se pone la película al hombro y hace lo suficiente para que nadie salga defraudado del cine.
Por Pedro Squillaci
"El repostero de Berlín", amores sin disculpas
Calificación: ****. Intérpretes: Tim Kalkhof, Sarah Adler, Roy Miller, Zohar Shtrauss, Sandra Sade, Tamir Ben Yehuda y tephanie Stremler. Género: Drama. Sala: Del Centro.
Así como ocurrió otras veces en el cine, la comida es el nexo que une a los personajes y la excusa sobre la que gira la trama de "El repostero de Berlín". Lo hizo Ang Lee en "Comer, beber, amar" y Gabriel Axel en "La fiesta de Babette", y como en esas películas, los gestos, pero también los sabores y olores que se adivinan en la pantalla, completan un diálogo.
El filme del director israelí Ofir Raul Graizer, una coproducción entre Israel y Alemania premiada en los festivales de Karlovy Vary y participante de la sección "Culinary Zinema", del festival de San Sebastián, narra el encuentro casual de Thomas, un pastelero berlinés, con Oren, un cliente israelí, casado y residente en Jerusalén.
El romance avanza sin sobresaltos hasta que luego de un hecho azaroso Thomas decide viajar a la ciudad israelí a reencontrarse de alguna manera con su amante. Así termina ofreciéndose como empleando en el bar de la mujer de Oren con quien entabla una relación ambigua. Graizer deja que la cámara y sus múltiples posibilidades, y el trabajo de un elenco de muy buenos actores sean los que vayan revelando sin palabras cada etapa de una relación compleja y una historia que deja abiertas todas las posibilidades.
Por Rodolfo Bella
"La educación del rey", el padre del corazón
Calificación: ***. Intérpretes: Germán De Silva, Matías Encinas, Jorge Prado, Mario Jara y Esteban Lamothe. Dirección: Santiago Esteves. Género: Drama. Sala: Village.
Una puerta de salida también puede ser la entrada al mismísimo infierno. Quizá Reynaldo no lo sabía, pero se metió en el barro sin saber que la mugre era mucho más peligrosa. "La educación del Rey" utiliza la abreviatura del nombre del personaje para colocarlo en el lugar de un rey sin corona, un pibe de 17 años que ve la posibilidad de salvarse participando de un robo y se mezcla con un submundo del hampa con complicidades policiales y del poder. Filmada en Mendoza, la ópera prima de Santiago Esteves hace foco en la cotidianidad de un pueblo del interior, desde la lógica conocida de "pueblo chico, infierno grande", pero sin caer en subrayados innecesarios. El motor emocional de la película se sostiene en Carlos, con un Germán De Silva sin fisuras, quien conocerá a Reynaldo (Matías Encinas) en plena huida de la policía y luego de que el joven rompa el vivero de su casa tras caerse de la terraza. Primero el vínculo será de patrón-esclavo, ya que lo obligará a rehacer ese vivero si quiere volver a su casa, y después asumirá un rol paternal, tanto que hasta su mujer lo tratará como un hijo más. Todo se complica cuando viene mal concebido y es aquí donde el director le da un tono de thriller y western a la historia, en la que a veces acierta y otras no tanto. Por lo pronto, el filme invita a ver cómo un desconocido puede transmitir valores y afectos a un adolescente con carencias y generar una conexión mucho más fuerte que un lazo familiar.
Por Pedro Squillaci