Hijitus, Larguirucho, Anteojito, Pi Pío, Ico, Trapito, Manuelita, Pantriste y
muchos dibujitos más estuvieron presentes el sábado en la Isla de los Inventos para regodeo de
aquellos que llevan un niño en el corazón. Llegaron a Rosario de la mano de Manuel García Ferré, el
animador que les dio vida desde que en 1959 fundó su productora. Con sus historias hizo reír y
llorar a varias generaciones, las mismas que lo homenajearon en el Segundo Encuentro Regional de
Animadores organizado por el Centro Audiovisual Rosario. De su experiencia y expectativas, a los 79
años, charló con La Capital en un tono casi imperceptible.
—¿Qué tan cerca están los chicos de hoy de Trulalá?
—Los chicos están siempre cerca de la fantasía que se les ofrezca. Pero
esa fantasía debe de tener un contenido teniendo conciencia de que son seres en formación. Hay que
tener mucho cuidado con las temáticas que se tocan. La forma es la técnica, puede ser un dibujo
plano, de dos dimensiones o 3D, pero eso es un medio de expresión. Lo importante es que el
contenido, el alma, la sustancia de eso que se les da esté dirigido por los principios morales, la
educación, el conocimiento. Y si bien la tecnología es un avance fabuloso, no debe matar los
principios morales, el alma de las cosas. Todos nos debatimos entre las virtudes y los siete
pecados capitales. Desde las tribus, la ambición, el poder, la lujuria, la gula, la envidia manejan
al ser humano sea con la tecnología que sea.
—¿Cómo es el alma que deja en sus dibujos?
—Me cuesta definirla. He tratado de transmitir lo que he sentido, la
educación que he recibido de mis padres, mis abuelos. Cuando empecé a hacer dibujos animados y
debido al auge que tuvieron luego con la televisión, lo más importante fue tomar conciencia del
factor determinante que tiene la televisión en la educación. La TV como medio tecnológico ha
cambiado la faz del mundo, la forma de reconocerse, las costumbres. Pero se descuida la parte
formativa. La televisión es entretenimiento e información, pero también es formación, sobre todo
para los más pequeños. Y eso se está descuidando en todo el mundo. Si bien hay canales que se
dedican a los dibujos y a las series didácticas, los chicos ven en la pantalla una inmensidad de
malos ejemplos y se van formando también con ellos. Yo he tratado, tanto en la serie "Hijitus" como
en "El libro gordo de Petete" de tomar conciencia de que la televisión tiene que ser formativa,
darles conocimiento a los niños, cierto nivel cultural. Lo mío es un granito de arena, pero estoy
seguro de que contribuí con eso.
—¿Le gustó que lo llamaran "el Walt Disney argentino"?
—Esas son maneras de expresarse y como él soy un autodidacta y el dibujo
animado me entusiasmó desde siempre. Pero quien más lo capitalizó y lo llevó a un nivel muy alto
fue Walt Disney con su visión y su oportunidad de crecer con el auge del dibujo en negro, el de
color y todas las tecnologías que vinieron después.
—¿Cómo se lleva con la tecnología?
—Muy bien, pero a la tecnología no la pongo por encima del contenido. Yo
creo que la tecnología tiene que estar al servicio de la idea, del libro. Comentaba hace poco una
frase que dijo el director Francis Ford Coppola: "La tecnología nos maravilla durante los cinco
primeros minutos, pero un buen guión nos atrapa durante una hora y media". Quiere decir que
cualquier trabajo tiene que tener contenido, historia, alma y eso se logra con un buen libro y una
buena interpretación. Luego la tecnología termina de vestirlo maravillosamente.
—¿Qué proyectos tiene?
—Tengo dos guiones preparados para dibujos animados de largometraje. Pero
no sabemos cuál va a salir primero.
—¿Está viendo los estrenos de dibujos animados?
—Sí. Son técnicamente fabulosos pero muchos con libros discretos. Si bien hay muchos gags
y chistes, siempre le falta un trabajo mayor en el mensaje que nos quieren dejar.
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