El acordeonista Raúl Barboza presentará su nuevo álbum "Luz de amanecer" con un concierto que ofrecerá hoy, a las 21.30 en la Sala Lavardén, Sarmiento y Mendoza. El compositor e intérprete actuará junto al trío que integran Nardo González (guitarra), Roy Valenzuela (contrabajo) y, como invitado, el arpista Amadeo Monges.
Barboza lleva más de seis décadas como músico profesional y está radicado en París desde hace 25 años. Sin embargo, los lazos con su tierra se fortalecieron cada vez más y la distancia amplificó su sensibilidad sobre determinados aspectos de la vida, como la revalorización absoluta de sus ancestros guaraníticos y las reivindicaciones ecológicas que el artista no deja de enarbolar como un llamado de atención urgente.
Dueño de una obra que lo sitúa como un referente ineludible del acordeón, vive en la patria que adoptó el instrumento como propio y allí ofrece clases a sus alumnos de diversas nacionalidades, incluidos los franceses.
¿Lo que usted hace es algo así como intentar venderles naranjas a los paraguayos?, le preguntamos. "No tengo nada para enseñarles en cuanto a técnica", respondió entre risas el músico durante un diálogo telefónico que mantuvo con Escenario.
—Es extraño escuchar que un argentino brinda clases de acordeón en París.
—Hay que tener en cuenta que en Europa las mentalidades son diferentes: ellos enfocan a la música desde un ángulo muy distinto al nuestro. Si bien es cierto que Francia y Argentina son países de origen latino, no olvidemos que hay más de 11 mil kilómetros de distancia que los separan y ellos viven en un país europeo donde han habido guerras y muchos etcéteras. Hay escuelas de música adonde voy a enseñar. Pero, en realidad, no es que yo voy a enseñarles a tocar; no tengo nada para enseñarles a ellos en cuanto a técnica. Les enseño a manejar el instrumento, a tenerle amor porque es la continuidad de mi sensibilidad. Decía un gran pensador: "La palabra es la voz del pensamiento y la música es la voz del espíritu". El músico puede empezar a tomar valor cuando desaparece el ego, el yo.
—¿De qué manera influyen las dos décadas y media que lleva radicado en Francia?
—Me han dicho en forma casi cariñosa: "Usted está muy afrancesado, Barboza...". Y bueno sí, pero hay muchos franceses que se han "acorrentinado....", respondí (risas). Lo importante es compartir lo que se sabe con el saber del otro.
—¿Qué poder le atribuye a la síntesis?
—Se aprende. Yo tomo el acordeón y qué necesidad tengo de mostrar lo que yo sé. Una vez un señor me dijo: "Barboza, yo no puedo tocar ante usted. Usted es un profesional yo soy apenas un aficionado". Y se me ocurrió decirle: "Frente a la vida todos somos apenas unos aficionados". Entonces sigo aprendiendo, sigo estudiando. Con 74 años estoy estudiando guaraní. Antes no pude hacerlo porque estaba prohibido.
—Desde Rosario se proyectó el chamamé al país.
—Lo sé porque me lo contó mi papá que vivió allá cuando tenía 17 o 18 años y se encontraba con (Atahualpa) Yupanqui. Ahí vivió Tarragó Ros. Ahí estuvo Emilio Chamorro. Todos tocaron con ese señor en un lugar que no sé si todavía existe, que lo regenteaba otro acordeonista... (piensa) ¡Ramón Merlo!
—Es paradójico que siendo el acordeón un instrumento popular en Francia sea un argentino el que va a tocarlo y a enseñar allá.
—Hay que tener en cuenta que cuando yo llegué a Francia, en el año 87, no fue para quedarme. Me fui, en realidad, porque acá no tenía trabajo. Me querían obligar a tocar lo que no quería tocar y como no lo quería tocar. No es que yo viva en Europa porque no me guste estar acá; es porque me contratan para escuchar la música que en alguna época no se le dio valor. Hace poco di una master class en París y vinieron dos músicos de España para cursar cuatro días conmigo. Caramba, eso me hace sentir bien, pero no por mí mismo, sino porque la música que yo toco es apreciada por la gente que no la conoce.
—Se pone al servicio de la música que le gusta.
—Porque yo soy esa música. Fui concebido por la conjunción de un guaraní, que fue mi padre, y por una mujer de origen hispánico, aunque era argentina, que fue mi mamá. Nunca he negado que soy guaraní.