A fines de 2019, Liliana Vitale decidió volver a la figura de un artista esencial en su carrera: el poeta, compositor y dramaturgo Alberto Muñoz. Y lo hizo con un espectáculo muy singular y emotivo, “Mod@ Muñoz”, donde rescata textos y canciones del escritor, de la primera parte de su carrera. Ahí están los temas que compartieron a fines de los 70 en el emblemático grupo MIA, y también las canciones del primer álbum solista de Vitale, “Mamá, deja que entren por la ventana los siete mares” (1985), compuesto en su totalidad por obras del músico, que también fue guionista de conocidos programas de televisión como “Okupas” y “Magazine For Fai”.
Ahora, en el contexto que impone la pandemia, “Mod@ Muñoz” llega al streaming mañana sábado, a partir de las 21, desde el escenario de Hasta Trilce. Las entradas para acceder se encuentran en la web de Alternativa Teatral (https://www.alternativateatral.com/obra73200-mod-munoz).
En charla con Escenario, Liliana Vitale habló de la necesidad de revisitar el universo de Alberto Muñoz y de cómo resistir a través del arte en estos tiempos difíciles.
—¿Qué te motivó a crear “Mod@ Muñoz”? ¿Estuvo pensado como un homenaje?
—El móvil que me llevó a revisitar la obra de Alberto Muñoz fue descubrir que los que habíamos trabajado con él fuimos influidos por un modo de hacer el trabajo creativo, con características muy particulares. La originalidad y el desprejuicio, la búsqueda en lo lateral, el humor... Detecté un “modo Muñoz” en muchos de nosotros, y particularmente en mí, que compartí tantos momentos importantes de mi formación con él. No fue pensado como homenaje, no lo es, pero es un reconocimiento a su obra cancionística, que habité desde muy chica y sigo disfrutando.
—Alberto Muñoz es multifacético. ¿Qué es lo que más admirás de su obra? ¿Qué es lo que lo hace tan singular como compositor?
—Así es. Muñoz es poeta, compositor, dramaturgo, maestro. Su singularidad se ve en cada disciplina que habita, y es contagiosa. En particular sus canciones tienen ese don de trabajar en forma creciente a través del tiempo: su efecto residual quizás es más fuerte que la primera escucha. Creo que la capacidad de hablar sobre los grandes temas de un modo cercano hace que hoy esas canciones vuelvan a ser vigentes y presentes, renueven su contenido. Y la obra poética de Muñoz, que es un autor muy prolífico, merece ser visitada mil veces. Todos la pueden encontrar en la editorial Ediciones en Danza.
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El show mezcla canciones y poemas.
—¿Recordás cuándo y cómo lo conociste a Muñoz? ¿Cómo fue ese primer encuentro?
—Nos conocimos a comienzos de los años 70. Yo tenía 13 años, mi hermano Lito 11, y él sus primeros veintipico. Fue un verdadero shock. El ya traía un lenguaje personal y con Lito estábamos saliendo de la infancia. Comenzamos a tocar juntos al año siguiente y durante casi diez años compartimos mucha música y escenarios, sobre todo la experiencia del grupo MIA y el dúo que tuvimos dentro de ese marco Alberto y yo, que creo que fue lo que más me formó. De alguna manera siento que instaló en mí ese “modo Muñoz” del que hablo, en mi forma de cantar, de decir y de habitar la palabra musical.
—¿Qué es lo que rescatás ahora de la experiencia de MIA? ¿Cómo te marcó esa formación como artista?
—Con el paso de los años la experiencia de MIA también fue adquiriendo una envergadura que no pude apreciar a tiempo real. Fue un colectivo de artistas de más de veinte integrantes que, organizados como cooperativa, dimos forma a las primeras experiencias de producción independiente dentro de la música argentina en tiempos de dictadura. Convidamos esa forma de acción a músicos amigos y eso generó una movida independiente en muchos grupos de diferentes provincias. La relación con Irreal, de Rosario (la banda de rock progresivo que integraba Juan Carlos Baglietto), es un ejemplo de eso. A pesar de los tiempos duros donde desarrollamos esta experiencia, entre 1976 y 1980, dentro del grupo ejercimos una libertad de búsqueda y experimentación que nos marcó a todos para siempre.
Alberto Muñoz -Pasaron cuervos (Voz Liliana Vitale)
—En una entrevista reciente vos dijiste que las composiciones de Muñoz resisten la mirada de género que existe hoy. ¿En qué canciones lo percibís? ¿Por qué?
—Al comenzar a seleccionar el material me di cuenta que había temas sobre los que la poética de Muñoz volvía. De ese modo se fueron agrupando las canciones que hablaban sobre el cuerpo, la sombra, el alma, la fauna y las historias de mujeres. El modo de acercarse a contar esas historias y sobre todo una de ellas, “Atada en los espejos, Elena se peinaba”, me dieron la clave de la vigencia de su poética. Sí, no muchos resisten la mirada de género hoy, y Muñoz habla como desde adentro del alma femenina. Pero no alcanza hoy que la obra diga bien, lo más importante fue reconocer que como compañero creativo, como ser humano, siempre fue muy generoso y estimulante, y no sólo yo sentí esa influencia y ese juego habilitado. Parte del secreto de ese “modo Muñoz” está en su alegría sobre el trabajo mismo y su falta total de egoísmo en la cocina de la obra.
—¿Cómo te llevás con el streaming? ¿Creés que vino para quedarse o te parece que sólo funciona en este contexto de pandemia?
—Bueno, aquí estamos experimentando nuevas formas. Hice un par de transmisiones desde el teatro bar Pista Urbana, de San Telmo, en agosto, donde celebramos la Pacha Urbana. Esas fueron las primeras experiencias y salieron hermosas. En “Mod@ Muñoz” no estoy sola con el piano, sino que me acompañan en vivo Eliana Liuni en vientos y Facundo Guevara en percusión, y es desde el escenario de Hasta Trilce, una sala con una técnica y un equipo de lujo. Es un desafío mayor ya que somos más personas en escena, puesta de luces, sonido y cámaras que necesitan una coordinación especial. La comunicación con la gente ya está instalada en esa presencia que sabemos que tiene lo virtual. Estamos conectados, ¡hay alguien del otro lado! Y hay algo que sí llegó para quedarse. Me encanta que los amigos rosarinos y santafesinos puedan compartir este espectáculo y de esta manera se acerca la posibilidad. Aunque verlo en vivo sabemos que es una experiencia diferente.
—¿Qué función pensás que tiene la música en estos momentos de incertidumbre y miedo?
—La música, la poesía, el teatro, el arte en general son imprescindibles en todos los tiempos, y más aún cuando se endurece la realidad, que nunca es como quisiéramos que fuera. La utopía, el mundo mejor al que aspiramos, tiene en el arte su materia prima esencial: el modo de ver y compartir en la vida real algo de lo que en esa utopía soñamos. Y en particular en estos tiempos donde el mundo como lo conocimos se cae a pedazos, es una oportunidad para volver a plantearse todo de nuevo. Mucho de lo que propuso la revolución pacífica en el movimiento del rock en los años 60 tiene total vigencia. La ecología, el planetarismo, la forma de alimentación, la paz en sí misma y la vuelta a la pequeña forma tribal de organización tienen un link directo a la agroecología y la economía popular, el valor de lo cercano y a la vez cósmico. Salir del miedo es imperioso, y a la vez cuidarse sabiendo que es verdad que todo está colapsando.