"Es tan grande nuestra ignorancia con respecto al chamamé, que cuando encontramos algo diferente, nos parece extraño", dice el Chango Spasiuk, uno de los acordeonistas más renovadores de la música litoraleña.
"Es tan grande nuestra ignorancia con respecto al chamamé, que cuando encontramos algo diferente, nos parece extraño", dice el Chango Spasiuk, uno de los acordeonistas más renovadores de la música litoraleña.
El compositor misionero presenta hoy, a las 21, "Suite del nordeste" en el teatro El Círculo (Laprida y Mendoza, junto al violinista Rafael Gintoli y la Orquesta de Cámara Municipal de Rosario, dirigida por Fernando Ciraolo.
Es la oportunidad de sentir y disfrutar un encuentro pocas veces visto: el del chamamé y la música clásica. El Chango atiende a Escenario en un alto del ensayo con la orquesta, Ciraolo y el arreglador Popi Spatocco en un amplio salón del Centro Asturiano. Con look de rockero pero con sentimiento de tierra adentro, el Chango acomoda a un costado su acordeón y se dispone a dialogar, distendido, con palabras cuidadas. Habla relajado e intenso, como su música.
-¿Le diste una vuelta de tuerca al folclore en general y a la música litoraleña en especial?
-En realidad es mi manera de ver y tocar mi música. Lo que pasa es que nosotros tenemos una estructura muy lavada de lo que es el chamamé. Y conocemos tan poco y es tan grande nuestra ignorancia, que cuando encontramos algo un poco diferente, nos parece extraño, y creemos que ese músico está haciendo la gran diferencia. Pero, en realidad, es que hemos escuchado muy poco de ese universo, escuchamos muy poco del chamamé. Dentro del chamamé hay un universo sonoro.
-¿Muchos circunscriben sólo a "Kilómetro 11" como paradigma del género?
-Sí, a "Kilómetro 11", al Festival de Doma y Folclore, a la bailanta o a un par de estilos más, y se pierden un montón de exquisiteces que hay en el Cuarteto Santa Ana , Tránsito Cocomarola o los Martínez Riera, que desconocemos absolutamente. Pero más allá de esas infinitas formas, también está mi manera, que realmente es muy particular, especialmente en mis dos últimos discos, "Tarefero de mis pagos" y "Pinandy". Cuando esa música se transporta a este proyecto de cámara se logra una prolongación de mi búsqueda y de mi inquietud de ver cómo puede sonar mi música con formaciones no tradicionales.
-¿La ignorancia hacia el chamamé depende de la falta de difusión, de las preferencias del público o de los músicos?
-No, hablo del desconocimiento de nosotros mismos como sociedad. Somos un país parado sobre un tesoro que no vemos, culturalmente e históricamente. Tiene que ver con Latinoamérica, de una manera de pararse ante el mundo. Recién ahora pusimos sobre la mesa lo que somos como sociedad, este último tiempo estamos reviendo nuestra historia y la diversidad. Yo no estoy descubriendo nada, digo solamente que hay mucho más para descubrir en toda la riqueza de la música popular argentina.
-¿Por qué tu apertura musical no te llevó nunca a expresarte en géneros como el tango o incluso el rock, que debería seducirte por una cuestión generacional?
-Es música, es todo música. Pero yo tengo cosas para decir y expresar desde un lenguaje, mi lenguaje es uno solo.
-Se dice que un buen músico no debería tener límites.
-No, no, pero el tema es que hay un montón de palabras comunes que las usamos demasiado, como límites o libertad. Y hay un lenguaje sonoro que lleva su misterio y te lleva toda una vida tratar de descifrarlo. Entonces uno no anda por la vida coqueteando con un montón de lenguajes sin profundizar en ninguno de ellos, uno puede buscar el no límite o tratar de saborear lo que significa la libertad y la creatividad, pero indudablemente tenemos que elegir un lenguaje con el cual expresarnos. A lo sumo, lo que no tiene que tener límites es el contenido que se quiere expresar, hacia dónde apunta su obra.
-¿Cómo se resuelve la ecuación entre originalidad y tradición?
-El lenguaje y las herramientas que uno usa tienen determinadas características, y uno tiene que produndizar en esas estéticas para hacer algo original. Cuando uno desarrolla un lenguaje, o lo renueva, algunos dicen que se aleja de la tradición. Pero en verdad es imposible desarrollar algo hacia lo nuevo sin estar parado sobre la tradición y tener un profundo conocimiento de la tradición. No existe vanguardia sin tradición, son dos cosas absolutamente hermanadas, porque si no es una vanguardia hueca, vacía y sin ninguna base sólida.
-¿En ese camino cuál es tu principal objetivo?
-Hace diez años que salgo almundo y tengo una gran necesidad de definirme, giro en un contexto mundial en el cual todos tienen algo para contar y compartir, eso me hace reflexionar qué de original o particular tengo yo para compartir, y por lo tanto hace que reflexione sobre mi historia, mi lugar. Históricamente se pensaba que el chamamé era una música de consumo familiar y regional, y yo propongo que puede ser un lenguaje sonoro que vale la pena compartir en otros contextos.
-¿Te defrauda cuando un amplio sector de la juventud se siente atraído por el reggaetón o otro género comercial?
-Todo tiene su razón de ser, el tema no es lo que hacen los demás sino qué es lo que yo hago. En ese anhelo de querer que suceda esto o que suceda aquello, uno se distrae y se olvida de hacer lo que le toca hacer, que es música. No me gusta la queja constante, trato de que la queja no me distraiga de la acción. Lo que pasa es que somos una sociedad bastante inmadura, porque pensamos que si no vemos los resultados no vale la pena hacer mi acción, y no funciona así. Hay que aprender a renunciar al fruto de la acción, porque la acción en sí misma es un fruto.
Un programa para exquisitos
El concierto de hoy tendrá dos partes, según adelantó Spasiuk. En la primera tocará algunos de sus clásicos en su formato de quinteto, integrado por Juan Pablo Navarro (contrabajo); Marcelo Dellamea (guitarra); Víctor Renaudeau (violín) y Marcos Villalba (percusión); y el cierre será con el violinista clásico Rafael Gintoli junto a la Orquesta Municipal, dirigida por Ciraolo. En el programa se destacan “Tierra colorada”, “El prostíbulo” y “Chamamé crudo”.
Por Rodolfo Parody
Por Tomás Labrador / H.I.J.O.S. Rosario *