"Cachetazo de campo", la obra del premiado autor y director Federico León, regresa a escena en la versión de la directora Romina Bozzini y con las actuaciones de Claudia Piccinini, Micaela Gómez e Ignacio Amione. Se trata de un texto que el grupo presentó la temporada anterior y que, según Bozzini, adquiere nuevos significados a la luz de las actuales reivindicaciones femeninas. La pieza tiene como protagonistas a un hombre y a dos mujeres, madre e hija, que en un contexto de aislamiento deberán enfrentarse con su realidad. La cita es mañana, a las 22, en el CET (San Juan 842).
¿Cuál es el giro que le dan a la obra de Federico León?
—En principio puedo marcar dos giros importantes para nosotros. El primero desde mi punto de vista como directora, fue correrme de la obra original que dirigió Federico que tenía que ver con un registro de actuación en el cual las dos actrices lloraban durante toda la obra. El partió de una investigación sobre el llanto con las actrices, improvisando. Yo no ví esa versión, pero me pareció que tenía que correrme totalmente de eso y buscar qué me convocaba del texto para poder abordarlo, cuál sería mi versión de esta historia, y ahí va el segundo punto de este giro, que es mi propuesta en función de lo que fuimos improvisando.
—¿Sobre qué temas trabajaron?
—Eso tiene que ver con indagar en los vínculos de los personajes en un registro de actuación muy particular que es una actuación de estados físicos y vinculares. Pero el texto lo que propone y en lo que siento que es un segundo giro, es que en la obra original el personaje del campo era más bien un paisaje, incluso ellas no les contestaban ni lo registraban. Mi propuesta cuando leí el texto, por la coyuntura que estamos atravesando las mujeres en este momento, me pareció que no se podía obviar lo que decía el hombre y esas intervenciones fuertemente físicas y verbales, una violencia muy cruda hacia ellas. Por eso nuestra versión apunta a indagar sobre esos niveles de violencia sobre todo verbal y física que hay con respecto a este personaje y cómo ellas responden a eso, o cómo no responden. Es esa imposibilidad a veces de la mujer de poder revelarse frente a eso, por miedo, por terror, por pánico. Ese es el segundo giro que decidí tomar. El personaje del campo interviniendo concretamente sobre ellas en lo verbal y en lo físico a diferencia del original en la cual él era ignorado, no escuchado y a veces era un paisaje, estaba en el fondo.
—¿Qué relación tiene la obra hoy con las reivindicaciones de la mujer?
—La relación que tiene la obra con la actualidad es que muestra a dos mujeres que están metidas en un universo del que parecería que no pueden salir, que es muy circular, y eso en este contexto que estamos atravesando me parece que puede generar muchas preguntas, porque ¿no se reacciona frente a esa violencia? ¿cuál es la manera en que se resuelve? ¿por qué ese final? ¿habría otros finales posibles?. Otra opción podría haber sido plantear otro final, pero creo que tomar la obra tal cual está, con la crudeza con la que está planteada, también abre muchos cuestionamientos. Creo que es una obra que puede movilizar ciertas preguntas sobre todo lo que estamos transitando hoy las mujeres.
—¿Cuál es el lugar del hombre en "Cachetazo de campo"?
—El lugar del hombre tuvo un cambio con respecto a la obra original y a la decisión que tomé como directora de que el personaje las atraviese en la palabra y en lo físico a ellas dos. Nosotros jugamos en algunos momentos con eso que él esta tan quieto, tan estático, como si fuese verdaderamente un paisaje, para después estallar con toda esa violencia verbal y física. El lugar del hombre tiene que ver con mostrar esa crudeza de la palabra, de la violencia de ese hombre que parece que de otra manera no puede vincularse. De todas maneras a mí no me gusta dar respuestas sino generar preguntas. Siempre quiero abrir puertas desde el teatro, abrir a preguntas y no dar definiciones, porque entiendo que cada espectador ve una obra diferente. Hay tantos "cachetazos de campo" como tantos espectadores la vieron.