Estático, casi sin desplazarse en el escenario y como regulando energía, Joaquín Sabina redondeó un show de notable despliegue técnico a base de ritmos de rock, rumba y balada. Por esto mismo, la banda que lo acompañó anteanoche en Metropolitano resultó pieza clave para sostener el recital y cada uno tuvo su oportunidad de lucirse.
Entre el nutrido público que colmó gran salón del shopping Alto Rosario, se destacaban los más fanáticos con el clásico "sombrero sabinero". A modo de recepción, con las luces aún encendidas y la gente acomodándose, sonó una fanfarria ejecutando la melodía de "Y nos dieron las diez". Siempre autorreferencial, confesando sus pensamientos y sentimientos íntimos, el cantautor español en el inicio rememoró su juventud con "Cuando era más joven". De impecable vestuario con un ambo azul y remera, su imagen transmitía la calma y la serenidad de alguien que vuelve de los excesos y se muestra dispuesto a mirar el presente y ofrecer su mejor arte.
Declamativo y firme, Sabina mostró el discurso de "Lo niego todo", del nuevo disco. Mientras cantó esta balada que no lo exige demasiado, en pantalla se mostraron recortes de periódicos que certificaban su exitosa trayectoria. "Buenas noches Rosario, hemos convertido en fiesta el venir a tocar aquí a esta ciudad tan hospitalaria", agradeció en el saludo. "Cantaremos un puñado de canciones nuevas y luego que sea lo que Dios quiera", dijo prometiendo un show largo.
"Estos años han sido muy duros para la música popular", dijo el artista nacido en Ubeda antes de ofrecer "No tan de prisa". La dedicó a los fallecidos Cerati, Tom Petty, Viglietti, Prince y Bowie, entre otros. Distendido y conversador, le propuso al público reflexionar sobre el paso del tiempo. "Esta no la quería cantar porque habla de envejecer, algo que nos pasa. Sé que no les gusta hablar de esto, pero os vais a joder porque igual la cantaré", bromeó presentando el tema "Lágrimas de mármol".
El formato eléctrico no lo favoreció tanto como el acústico y, en varios tramos del concierto los arreglos y la instrumentación opacaron su voz, que sigue aguardentosa y tiene menos potencia aunque mantiene claros los mensajes.
Recordó su juventud en Londres, huyendo de la dictadura de Franco, cuando cantaba en las calles canciones de Paco Ibáñez, Serrat, Violeta Parra y Yupanqui. Presentó y elogió a Jaime Asúa, el guitarrista de su banda que integraba Alarma, su grupo favorito por aquellos años. Con imágenes retro en pantalla, siguió nostálgico con "Las noches de domingo acaban mal", del nuevo disco.
Sabina alternó las canciones nuevas con las de su repertorio histórico. Apeló nuevamente a la nostalgia y contó la experiencia de venir a Buenos Aires a escribir canciones con Pancho Varona, su histórico ladero. "Pedimos un lugar tranquilo. Cuando abrimos las ventanas vimos el cementerio", dijo provocando risas. "¡Sólo escribimos una!", reconoció y regaló una nueva versión de "Con la frente marchita".
Cuando la banda redujo el vértigo, el sonido mejoró. Una de las últimas convocadas al grupo es la bajista y poeta argentina Laura Gómez Palma, que en Argentina formó parte de Man Ray, Suéter y del grupo del rosarino Fabián Gallardo. "Es el único grupo donde los músicos cantan mejor que el cantante", dijo elogiándolos al presentarlos.
Después de un cambio de vestuario y de sombrero, ofreció una exquisita versión de "Una canción para Magdalena", con un notable solo de piano de Antonio García de Diego, y homenajeó a Chavela Vargas y a otros artistas mexicanos con "Por el boulevard de los sueños rotos" y en "Y sin embargo te quiero" se destacó Mara, una de sus coristas, copleando con aire flamenco la clásica canción. El público se animó y lo acompañó en "Y sin embargo". "Fantástico coro", les agradeció.
Luego Sabina dedicó "Peces de ciudad" a Pepe y Damián, sus amistades rosarinas. "Es una de mis favoritas, es exacto lo que quería decir", dijo al presentarla. Los primeros acordes de la rumba "19 días y quinientas noches" despertaron la euforia contenida en el auditorio. Con otro sombrero, enganchó las rancheras "Noches de boda" y "Y nos dieron las diez". Aceleró en el final, motivando y contagiando con el ritmo de rock que impuso en "Princesa" Con "Tan joven y tan viejo", comenzaron los bises. La inició García de Diego y la cerró el propio Joaquín Sabina, ya muy transpirado, señal del trajín del largo show. Se despidió con "Contigo" y "Pastillas para no soñar", dos clásicos. "Hasta siempre Rosario", saludó satisfecho y exhausto luego de dos horas de total entrega y disfrute.