No faltó nada en el show que Coki Debernardi y los Killer Burritos dieron el viernes a la noche en el teatro del Parque de España. La invitación formal era para escuchar las canciones de su disco recién editado, "ChicoDinamitaAmor", su primer álbum con canciones nuevas en diez años, y convengamos que eso alcanzaba para redondear un buen show. Pero en el recital de dos horas (que se pasaron volando) vinieron de yapa un set acústico muy cerca del público y algunas versiones de grandes temas de sus tres trabajos anteriores como solista, en una suerte de demostración de la cantidad de colores y climas que pueden manejar Coki y su banda.
Presentar un CD nuevo respetando la totalidad del álbum y el orden de los temas es una apuesta arriesgada. En primer lugar tenés que confiar mucho en tu disco, y en segundo lugar necesitás un público atento. Pero a esta altura Coki tiene un estatus que le permite darse ese gusto, y "ChicoDinamitaAmor" es un trabajo que se disfruta desde la primera escucha. De todas maneras, hay que reconocer que resultaba un poco extraño (y hasta incómodo) verlo a Coki despojado completamente de su guitarra, aunque el sonido de los teclados y la banda en su conjunto, de una forma más orgánica, se imponen en el nuevo disco.
Al segundo o tercer tema, la apuesta (ambiciosa) del "chico dinamita" ya estaba instalada sobre el escenario para quedarse: Coki concentrado en la expresividad de la voz, con el histrionismo justo; el grupo sonando como una orquesta rockera en un teatro, y once canciones que se alejan del rock guitarrero y áspero de "Perdida" (2005, el disco anterior) para buscar una estética más pop, con una paleta de sonidos más amplia, pero con esa intensidad, entre oscura y sensible, que ha marcado a Coki desde Punto G. En sus discos siempre hay filo, hay heridas, pero también un sentido de redención muy romántico, un impulso vital para seguir a pesar de todo.
En esa lógica sonaron la sombría y potente "El chico que bailaba lento", la contagiosa "Villa cristal" (que se merecería ser un hit a caballo de esa línea que dice "no tengas miedo/ todos vinimos a este mundo para dejarlo") y "Titanic Té", atravesada por una melodía lennoniana. Los personajes retorcidos y las relaciones difíciles se renuevan en canciones como "El club de la pelea" (que con la expresividad de Coki gana mucho en vivo), la dramática "La fakir de la suburbia" y "Barquito", con su hermoso solo de guitarra y Coki cantando como un galán roto: "Me viste ayer con la mejor camisa para vos". La ternura algo naif de "Parque de canciones" y "Alfombra voladora" ("Voy de Tablada al Luna Park/ de las drogas a mi mamá") equilibra la intensidad y trae luz al escenario, que después vuelve a oscurecerse con "La sombra" y "Dinamita2", a pura emoción con su estribillo épico.
Ahí terminó claramente la primera parte del show. Después, en una doble mortal, los Killer Burritos bajaron y se ubicaron muy cerca de las plateas para encarar un acústico extremo, sin amplificar en absoluto. La gente acompañaba en los coros como en un susurro, y "Joselito", "Un millón de dólares" y "Perdida" sonaron más que nunca como canciones que pertenecen a estas calles, incluso la primera, que Coki siempre ha interpretado como propia.
De nuevo en el escenario, la banda arremetió con un cierre bien eléctrico. "Ahora a rockearla", gritó alguien desde el público. Y Coki enseguida respondió: "Dejé el rock". Acto seguido se colgó la guitarra en un par de temas y aparecieron versiones de "Loka", "Locos y sucios", "La moneda", "Linyera", "Nos vemos", "La tormenta" (con su pequeña hija Antonia en los coros), "Baila" y "No quise dañarla" (con el acordeón de Nahuel Marquet). Y hasta hubo lugar para una versión lenta, oscura y sensual de "Luna de miel", el clásico de Virus.
No quisiera contar los años que pasaron desde la primera vez que vi a Coki sobre un escenario, allá por el 89, con Punto G. Coki cantaba al mango en cueros, enfundado en una calza azul eléctrico, y no se vislumbraba mucho futuro en su mirada. Entonces parecía que los que estaban sobre el escenario (y los que estaban abajo también) iban a quemarse como un rayo más temprano que tarde. Hoy Coki es un músico que puede defender una discografía de más de 20 años sin esconder nada, que consiguió balancear la furia del rock con la belleza de las melodías y que es aplaudido en una ciudad generalmente esquiva con sus artistas. Todos deberíamos brindar por eso.