El director Abel Ferrara, creador estadounidense de origen italiano -vive parte del año en Italia y otra parte en Nueva York- plasmó este año dos historias que atienden al mismo tiempo su interés por las historias intensas y que pintan el mundo desde sus dos aldeas a ambos lados del Atlántico. Y ninguna pasa desapercibida. En "Welcome to New York", aunque aclaró que se trata de una obra de ficción, se inspiró en la historia que involucró a Dominique Strauss-Khan, ex director del Fondo Monetario Internacional y ex referente del Partido Socialista francés caído en desgracia cuando en mayo de 2011 la camarera de un hotel neoyorquino lo acusó de violación. Eso terminó con su carrera política y con su matrimonio con Ann Sinclair, directora de la edición gala del Huffington Post.
El otro filme de Ferrara se estrenó en Argentina en la apertura del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, fuera de competencia. Allí, con el protagónico de Willem Dafoe, el director se concentró en los dos últimos días del creador de hitos del cine como "Saló, o los 120 días de Sodoma", "Las mil y una noches" y "Los cuentos de Canterbury", entre muchos otros que generaron tanto escándalo como admiración, y que apareció muerto a fin de los 70 en una playa Ostia, cerca de Roma, en circunstancias nunca aclaradas.
Pero Ferrara generalmente no elige el camino más fácil. Sobre él, un director provocador y autor de clásicos como "Juegos peligrosos", "Un maldito policía" o "El rey de Nueva York", ya pesa una demanda de Strauss-Khan por difamación, conocido en Francia como DSK. Pero también su protagonista, el vehemente Gerard Depardieu, dijo no estar del todo conforme con el resultado del filme, que aunque se estrenó en Cannes, no fue programada en ninguna de sus secciones del festival.
Poder y dinero. Según se adelanta, Depardieu interpreta en "Welcome to New York", que se estrenó el jueves en Rosario, "al señor Devereaux, un hombre poderoso que maneja miles de millones de dólares cada día, que controla el destino económico de muchos países. Pero también es un hombre llevado por un frenético y desbocado deseo sexual. Soñó con salvar el mundo, pero no puede salvarse a sí mismo". La película, explican, "se inspiró en un caso judicial, en los escenarios que se han hecho públicos al aparecer en los medios de todo el mundo. Sin embargo, los personajes retratados en la película y todas las secuencias que representan sus vidas privadas pertenecen a una historia ficcional que recrea la compleja verdad de la vida de los protagonistas y testigos en este caso, del que todo el mundo tiene su propio punto de vista".
Consultado por el diario chileno La Tercera sobre el personaje de Deveraux, Ferrara explicó: "La verdad es que alguna empatía siento por este tipo. Es un adicto y un sociópata, que no puede controlar sus sentimientos. Pero además, es un vampiro: jamás ve su reflejo en el espejo y por lo tanto, no puede confrontarse consigo mismo. No hay un momento de espiritualidad ni de reflexión en su vida carnal. Cree que el mundo es injusto, porque sólo piensa en sí mismo".
Intereses comunes. La esposa de Deveraux, Simone, "es parte del mismo juego", explicó el director y añadió: "Su esposa buscaba el poder al igual que Devereaux. Desde el FMI, el negocio de ambos era decirles a los países del mundo, «hagan esto o hagan lo otro». Y que ella aún lo hace. Todavía ayuda con regularidad al Fondo Monetario Internacional y se reúne con el presidente y trata de ayudar. La diferencia es que Devereaux hace tiempo que ya no cree en nada y se desilusionó. Lo resume hacia el final de la película con esta frase: «El hambre es un gran negocio, pero la pobreza no le importa a nadie». Básicamente está hablando de sí mismo".
La fórmula radical de rodar de Ferrara también incluyó la contratación de verdaderos policías "para agregarle más realismo al drama de Devereaux". El realizador razonó esa decisión basándose en un principio de igualdad ante la ley estadounidense: "El problema de hoy con los policías es que ven demasiados shows de televisión y terminan actuando como ellos. Yo no quería policías haciendo de policías de televisión. Espero que haya funcionado, pues el punto es que Devereaux llega a Nueva York y es un extraño, un alienígena. Esos tipos de la burocracia mundial suelen estar lejos del mundo real, y resulta que aquí tenemos el caso de una influyente personalidad que es tratado como cualquiera. A los policías no les interesa saber cuán respetable es Devereaux. Les da francamente lo mismo".