Daniel Ricardo entra corriendo al sótano, atravesando la estrechita fila que separa las butacas y parece que tambalea. Llegó de Marcos Juárez hace más de una década para estudiar teatro en Rosario, luego de algunos intentos fallidos por el mundo de las ciencias exactas.
En esta cuna de artistas, según aquel viejo y caballeroso eslogan, descubrió que tenía mucho para dar arriba del escenario, y se fue metiendo, cada vez más, en el oficio que le calzaría para siempre.
En realidad, si se lo observa bien, Daniel no tambalea, sólo que siempre tuvo algunos inconvenientes con su altura y, precisamente, se dispone a usar el escenario y el micrófono de ese pequeño sótano a tres cuadras del río para explicar la situación, como la de tantos otros altos del mundo: dificultades para encontrar el talle justo de ropa y zapatillas, el problema que ocasionan los llamadores de ángeles y las ramas de los árboles, las interferencias en las butacas del cine.
Esas pequeñas trivialidades de la vida cotidiana son las que alimentan desde siempre al género del monólogo humorístico, muy conocido como stand-up, un estilo que explotó en la cartelera porteña hace una década y que tiene sus primeros brotes en Rosario con “1, 2, 3 probando”, la propuesta que el grupo Standagasup ofrece dos veces por mes.
El espectáculo ya está caminando por su tercera temporada consecutiva en el bar Jekyll & Hyde, en Mitre y Pasaje Zabala, y está compuesto por tres monologuistas: Virginia Palazetti, Daniel -Ricardo- Feliú y Ariel Carrabs se preparan para la nueva presentación, que será el sábado 3 de noviembre.
Lo que diferencia al stand-up comedy, surgido en Estados Unidos en los años 30, con cualquier otro monólogo de humor es que lo encarna el mismo actor en primera persona, sin componer ningún personaje. Es el actor parado en el escenario con su única arma: el micrófono.
Los temas siempre surgen de agudas observaciones de la realidad, haciendo foco en los inconvenientes que la personalidad neurótica del actor no puede resolver, o bien en cierto rasgo físico que sobresale y genera obstáculos, provocando situaciones muy particulares.
Esta esencia permanece intacta a lo largo de todo el espectáculo, tanto como la locuacidad de los comediantes, que son precisos, que se enmarcan dentro del timing justo de los tiempos exactos para hacer reír.
Al mismo tiempo, los tres tienen presencias bien diferenciadas. Ariel Carrabs, con porte de animador es un orador enérgico que posee la capacidad de resolver con la voz y la mirada cualquier situación. Daniel Feliú incorpora elementos actorales que demuestran otro tipo de formación y un suculento bagaje en las técnicas de improvisación. Virginia Palazzetti tiene el don de la serenidad, lo que refuerza una precisión exacta para entrar y salir de los temas, provocando un reguero de carcajadas.
Es parte de la tradición que los grandes humoristas norteamericanos surgieron del stand up. Argentina tuvo lo suyo con Juan Verdaguer, Tato Bores y Enrique Pinti, y en Buenos Aires, esta fiebre está llegando a ocupar espacios en la televisión. En Rosario, este trío tomó la posta y afrontó el riesgo de introducir el género en la escena local, manteniéndose tres años en cartelera: la prueba ya está superada.