Es tan asombrosa como actriz que ya ha sido nominada en 7 ocasiones al Oscar, ganando en una ocasión, y fue candidata 11 veces al Globo de Oro, al que llegó a aspirar por duplicado en un mismo año y que ganó en 2 ocasiones. La lista de Kate Winslet aumentará inevitablemente en los próximos años, teniendo en cuenta que la británica, que acaba de cumplir 42 años, no para de filmar. La próxima semana llegará a nuestras carteleras "Más allá de la montaña", el debut en el cine hablado en inglés del palestino Hany Abud-Assad y en el que encarna a una mujer atrapada en un sitio remoto con un desconocido. Pronto presentará en Estados Unidos "Wonder Wheel", el film ambientado en la Nueva York de los 50 que protagonizó para Woody Allen, y que se estrena en Argentina el 4 de enero próximo. Winslet además filma la segunda parte de "Avatar", que recién llegará a los cines en 2020.
—En esta película todo dependía de que tuvieses buena química con Idris Elba...
—Es cierto. Cuando ponés a dos actores, no solo en una situación como la que plantea la película sino compartiendo la historia de principio a fin, todo depende de la química. Por eso, si bien pusimos toda nuestra atención en los personajes, en el guión y en asegurarnos de creer todo lo que decíamos, nos ocupamos conscientemente de cuidarnos entre nosotros. En un proyecto como este era fundamental. Pero además tratamos de vivir una experiencia similar a la de estos personajes. No teníamos una carpa escondida para los actores con todo el glamour, ni tampoco nos daban comida especial. El equipo técnico era muy pequeño. Filmamos en Canadá, un país que adoro, no solo por sus habitantes sino también por su primer ministro, Justin Trudeau. Contábamos con un pequeño grupo de técnicos canadienses que se aseguraron en todo momento que estuviésemos bien. Para muchas escenas nos llevaban en helicóptero hasta una montaña con una altura considerable, nos ponían botellas de agua en los bolsillos y nos decían que durante una hora nadie nos iba a poder encontrar. Subíamos 150 metros por la montaña mientras filmábamos, dejando deliberadamente marcas en la nieve. Rodar esta película fue un trabajo de equipo en el que todos sabíamos que teníamos una misión que cumplir. Por suerte, con Idris nos llevamos muy bien, y aprendimos a darnos cuenta de cual era el humor del otro cuando nos encontrábamos por la mañana, porque fue un trabajo que requirió de mucha resistencia y que fue muy duro. Hubo días en los que lo hubiéramos dado todo por no tenernos que bajar del auto a las 5 de la mañana con 38 grados bajo cero, pero todo el mundo lo hacía y a nosotros también nos tocaba.
—¿Todo esto hizo que este film fuera una experiencia diferente a tus otros rodajes?
—Sí, claro, pero como en toda película tiene que haber colaboración, comprensión y paciencia, especialmente en un filme en el que estás todo el tiempo con el otro actor. Con Idris analizábamos cada escena y particularmente nuestros diálogos. Fue también una experiencia especial porque tenemos métodos muy diferentes de actuación. A él le gusta improvisar y hace todo de una forma muy relajada. No es muy amigo de los ensayos y eso nos funcionó muy bien porque muchas veces terminábamos creando las escenas a medida que las filmábamos, sobre todo porque nos ayudaba el contexto. El frío que nos calaba los huesos estaba allí de verdad, y las reacciones que teníamos frente a cada nueva situación eran muy auténticas. Recuerdo una ocasión en que teníamos que asomarnos a una catarata, y la gente de la producción quería que lo hiciéramos al menos una vez antes de empezar a filmar, y yo, conociendo a Idris, dije que no. Cuando nos asomamos por primera vez, la cámara nos estaba filmando. Fue una manera muy interesante de combinar dos formas muy diferentes de trabajo porque a mi me gusta prepararme mucho para cada papel y saberme los diálogos de memoria, pero en este caso no lo pude hacer así. Cada día era diferente y yo simplemente tenía que estar lista para dejarme llevar. En estas circunstancias tan extremas todo cambiaba cada día, incluyendo lo que yo tenía planeado como actriz y lo que Hany había planificado como director. Había días en los que solo podíamos filmar una toma. Recuerdo uno en particular que hacía tanto frío que sólo pudimos hacer una porque si nos quedábamos parados nos congelábamos.
—¿Ha habido alguna experiencia cinematográfica que haya tenido un impacto emocional particularmente fuerte para vos?
—Sí, es algo que me ha pasado con todas las películas que he hecho, de una forma u otra. Todas se llevan una parte de vos. A veces un personaje se queda con vos mas de la cuenta, pero en determinado momento lo tenés que dejar ir. A mi me encanta actuar pero he tenido experiencias cinematográficas que han sido muy duras porque he sentido que el personaje se ha apoderado de mí de tal forma que he tenido que advertirle a mis seres más cercanos de lo que me estaba pasando. Y es simplemente así como yo me conecto con mis personajes. No es que pierda la noción de lo que es real y lo que no lo es, pero mientras ruedo estoy muy distraída tanto mental como emocionalmente.
—¿Con quién te gustaría quedarte atrapada en una situación como esta?
—Voy a ser muy aburrida con mi respuesta. Sin lugar a dudas con mi esposo, Ned, porque es la persona en la que más podría confiar. El siempre está preparado para todo. En los hechos, mientras filmábamos en la montaña disfruté de contar con guantes y bufanda calefaccionados a batería que me regaló él. Cada noche cuando volvía al hotel, Ned se ocupaba de recargarme todos mis aparatos, me preparaba sopa para llevarme, y me ponía todo lo que yo necesitaba en una mochila: curitas, baterías, incluso una para recargar mi celular aún cuando no funcionaba allí arriba. Además es muy romántico. No se me ocurre alguien mejor para compartir una situación complicada. Incluso, si fuera con él, elegiría una montaña para perderme porque a mí me encantó. Disfruté mucho de estar todo el tiempo rodeada de nieve, aún con tanto frío. El lugar en el que filmamos era bellísimo y todos los días pensaba que quería compartir esa experiencia con todas mis personas queridas porque son muy pocos los que pueden llegar a un sitio como ese, que era verdaderamente especial.
—¿Te asustás en los aviones?
—Mucho. Especialmente si se trata de avionetas como la que aparece en la película. No tengo que ocultar que me he negado a viajar en ellas en ciertas ocasiones.
—¿De donde viene ese miedo?
—No lo sé. Es algo bastante irracional, y en realidad me parece que no está conectado con la experiencia en sí de volar. Creo que lo que me pone mal es estar lejos de mis hijos o de mi esposo, y lo que me preocupa es que si me pasa algo vaya a abandonarlos.
—¿Cómo fue tu experiencia con Woody Allen?
—Honestamente no sabía qué esperar porque nunca había trabajado antes con él. En realidad, nunca volví a trabajar con un mismo director, deliberadamente. Es que son todos muy diferentes y no podés decir que uno sea mejor. Son todos distintos. Trabajar con Woody fue maravilloso. Era un papel que me asustaba un poco, y tenía toneladas de diálogos, que filmábamos en una sola toma contínua. Es un papel muy importante y muy complicado. Aunque había escuchado que es muy callado, conmigo fue muy comunicativo y me dio muchas indicaciones. Me decía todo el tiempo que si había algo que me incomodaba que se lo dijese, que él estaba allí para mi...