“Judy fue una transgresora, cantó con sonidos más graves, salidos del pecho y de las entrañas, y así transitó su vida”, dijo Karina K, en relación a Judy Garland, el personaje que interpreta en la obra “Al final del arco iris”, que se estrenó esta temporada y sigue a todo éxito en el teatro Apolo de la cartelera porteña.
Karina K elogió la figura de Garland, en una película aún emblemática para el cine: “Ya en su filme «El mago de Oz» rompió con el paradigma de la forma nasal, lírica de cantar, propia de aquella época y se animó a pegarse al estilo emocional de Al Johnson”.
La actriz, cantante y bailarina, que estrenó la obra el miércoles 5 de febrero, mueve con énfasis su mano izquierda para jugar con su pelo, en un gesto característico de aquella dama del musical -era zurda-, quien perdió su vida a los 47 años, presa de los barbitúricos.
El desafío en la composición de este ícono del arte nacido en Minnesota en 1922 consiste en “apartarse de la literalidad, ya que es un personaje que tiene el desborde, lo actoral. Ella se escapaba del control, vivió controlada primero por su madre, luego por sus maridos y finalmente por el mandato de la delgadez extrema que la dejó pegada a las anfetaminas”.
Judy fue “una niña prodigio regordeta, a quien subieron a un escenario a los dos años y medio y ya entonces no la podían bajar. En su adolescencia le tocó compartir estudios de cine con bellezas como las actrices Lana Turner o Elizabeth Taylor, y siempre dijeron que ella era la más talentosa de todas, pero cargó siempre con el mote de «gordita»”, indicó. La obsesión por el trabajo intenso para lograr saldar las deudas contraídas por su madre se enlaza con las presiones eternas que sufrió para mantenerse delgada a cualquier precio.
Pero más allá de su vida difícil, tenía mucho sentido del humor: “Entraba en un lugar de drama por sus adicción a los barbitúricos, el alcohol o las anfetaminas, pero su intensa carga erótica, la fuerte sensualidad con la cual teñía sus vínculos y su energía tan masculina la vuelven entrañable”.
“Al final del arco iris”, aplaudida pieza de Peter Quilter, cuenta con la atenta mirada sobre la puesta de Ricky Pashkus, quien ya la dirigió en los brillantes musicales “Sweeny Todd” junto a Julio Chávez, y “Souvenir”, entre otros, más la precisa dirección musical de Alberto Favero.
“Sobre el arco iris”, “Llueva o truene” y “La canción del tranvía” son algunas de las canciones que pueden escucharse en este bello cuento que narra la compleja relación de la cantante con su último esposo y su leal amigo y pianista.
La diva, cuya pasión se deslizó entre dos hombres, su amor por la música y el encierro al que -gradual y brutalmente- la sometieron los barbitúricos, son algunos de los temas recorridos por la pieza.
En esta suerte de foto teatral que retrata el último año en la vida de una artista capaz de trascender el tiempo, Federico Amador encarna a su último amor y Antonio Grimau al músico y compinche.
“Al final del arco iris” está realizando 6 funciones semanales, de miércoles a domingos de febrero en el teatro Apolo, de la porteñísima calle Corrientes.
Karina K viene de realizar teatro para las familias con “Locos recuerdos” de Hugo Midón, pero además de esta pieza, espera ansiosa el estreno de “Caídos del mapa”, la versión que la señal para chicos Paka Paka realiza sobre el libro y la película homónima estrenada en septiembre. “Disfruté mucho haciendo de la señorita Elvira el año pasado en el filme, ahora fue convertido en una serie de 13 capítulos, que incluye muchas escenas inéditas, todo dentro de un producto amado por los chicos”, dijo sobre esta propuesta.