Versátil y atrevido, Hugo Varela despliega su humor ingenuo y popular cautivando a quien se proponga. "En mis shows, el público es un integrante más", explica Varela que llega a Rosario con su nuevo espectáculo, "Explosivo", que acaba de estrenar en el porteño Gran Rex. El humorista, actor y luthier cordobés lleva más de 33 años de trayectoria haciendo reír a través de su voz, actuando cuanto personaje describe en sus canciones, acompañándose armoniosamente con su guitarra o con algunos instrumentos o -mejor dicho- "artefactos" musicales inventados por él mismo. Desde su saxo telescópico, pasando por una larguísima flauta a dos puntas hasta llegar a un "cañón hombre bala", Varela recorre su amplio repertorio de composiciones propias al ritmo del folklore, tango y la música popular argentina. En esta oportunidad, el show contará con la participación de su hijo Lucas Varela y de Tato Cayón y no faltarán sus clásicos como "Corbata rojo punzó", "Recuerdos de Misisipi" o "Martita".
Antes de la presentación que dará mañana, a las 21.30, en el teatro Broadway (San Lorenzo 1223), Varela dialogó en exclusiva con Escenario acerca de su nuevo espectáculo, su inspiración a la hora de componer, su íntima relación con el público y su perfil dramático, que lo hizo ganar el premio Cóndor de Plata 2014 a revelación masculina por su protagónico en el filme "Romper el Huevo".
—Acabas de estrenar "Explosivo" en el Gran Rex junto a tu hijo Lucas y Tato Cayon, ¿qué podés adelantar de tu nuevo espectáculo?
—¡Voy a contar lo contable! Es un espectáculo nuevo que tiene condimentos y lenguajes humorísticos diferentes. Tiene la participacion de dos personajes, Lucas Varela y Tato Cayón que hacen sus cosas. También hay clásicos, instrumentos nuevos y en el final aparece un cañon hombre bala. Interactúo mucho con el público que participa de un juego explosivo. Lucas y Tato incursionaron en el clown y la música. Ellos serían asistentes míos y de ahí se van generando situaciones, hacemos cosas juntos y otras que hacen ellos solos.
—¿Cuál es tu inspiración a la hora de escribir tus letras, que se caracterizan por la picardía y la ingenuidad?
—Me fijo muy poco en la actualidad, trato temas más universales. Casi todas las canciones que he hecho se pueden desplazar en el tiempo y siguen funcionando. Quizá porque no tienen el ingrediente casual del momento. De todos modos, hago alguna mención, por ejemplo, cuando hago un paralelo medio absurdo entre el gaucho y el hombre actual. Pero en general, son ideas que me surgen llevadas a cierto absurdo.
—Tenés la gran característica de dialogar permanentemente con el público en tus shows, hay una interacción constante. ¿Qué rol juega el público dentro de tu espectáculo?
—El público es un integrante más. No selecciono a uno en especial para que haga algo, no, trato de que funcione como un grupo, una patota, una hinchada de fútbol. Y a partir de unos coros y ciertas actividades que les hago hacer se van integrando. Entonces esto hace que no sea un público pasivo que está sentado esperando que le caiga de arriba lo que hace el artista arriba del escenario, sino que también están colaborando.
—¿El público argentino se ríe de otras cosas a diferencia de otros países latinoamericanos?
-Tanto en Miami o Australia, donde me ha visto un público latino, como en otros países, tenemos raíces comunes. Mi humor está basado en las costumbres y hay cosas que nos conectan. El lenguaje es uno, pero también nos divide bastante porque cada región tiene su modismo, sus palabras diferentes, entonces tengo que ser cuidadoso con eso, porque para mí es fundamental que el público entienda todo. En general, somos todos descendientes de españoles, judíos, turcos, italianos, es decir que tenemos raíces muy comunes. Así que todos los públicos se parecen bastante y se ríen de las cosas que supongo que van a reírse.
—Tenés un don muy particular de poder lograr que la gente se suelte. En un momento hasta dijiste que es una especie de tarea de pastor.
—Eso surgió durante una gira que hice en 2001, una época muy dura donde no se sabía qué iba a pasar el día siguiente. Me fue muy bien en los shows que hice en esa época, y me llamaba la atención que cuando terminaba, como se habían soltado, se habían integrado, reído y divertido, el agradecimiento no era como a un humorista sino como si yo fuera una cosa media mística, una especie de Pastor Giménez.
—Es que en la actualidad, entre tanta inseguridad, la risa se valora mucho. En ese sentido, ¿qué busca la gente en tus shows?
—En realidad, yo creo que la gente busca el buen humor. Porque el humor se usa para cualquier cosa, en cualquier programa todos cumplen un rol cómico, desde el animador, la vedette, la modelo, todos tienen que ser un chiste. Y no es tan fácil este oficio. También puede haber humor que inquiete, que te haga sentir mal, pero la gente está necesitando buen humor, que los haga sentir mejores personas inclusive.
—¿La risa es sanadora?
—Sí porque te descomprime y te saca de un lugar en donde estás encerrado con miedo. Al salir de ahí, te colocás en otro ángulo y lo ves de otra manera. Entonces se destapan temas de esos que "¡oh! de eso no se habla, eso no se toca''. Y con el humor se puede.
—¿Es cierto que antes de convertirte en un humorista, músico y luthier llegaste a hacer dramas teatrales en el under? ¿Es cierto que hasta hiciste un desnudo... digamos no humorístico?
-No era tan under, digamos que no pertenecía al teatro comercial. Fue la obra más dramática que hice antes de dedicarme al humor.Fue en el teatro Payló, con una obra de Roberto Adelach. Eramos un grupo de seis actores con un lenguaje muy moderno para ese momento. Había una escena donde hacíamos un desnudo, como en penumbras. Pero era un tema bravo, porque tenía que ver con un secuestro en la época de los militares. ¡Era un lenguaje tan extraño que no lo entendieron nunca!
—Ganaste el premio Cóndor de Plata 2014 a revelación masculina por tu protagónico en el filme "Romper el huevo", estrenada en 2013. ¿Te tienta lo dramático o lo tuyo es absolutamente el humor?
—El humor me tira siempre. Por ahí puedo coquetear con otras cosas que no sean humorísticas, como hice en "Primicias", donde hacía un personaje. Y en la película "Romper el huevo", que es una comedia dramática, hice un protagónico. Mi personaje era muy cerrada, hermético, que me costó muchísimo porque estoy adiestrado para lo opuesto. Si bien el filme tenía momentos de humor absurdo, era una película seria. Pero bueno, son cosas aisladas, porque siempre vuelvo al humor indefectiblemente.
—Después de más de 33 años de trayectoria, ¿considerás que agudizaste tu percepción hacia el público?
—Si uno toma las cosas con profundidad se trata de un aprendizaje constante. Siento que lo que voy aprendiendo tiene que ver con la puntería, sobre todo porque soy un humorista que se fabrica sus propias cosas. También están los otros humoristas que buscan en google y eligen una cosa de acá y otra de allá, como quien va a la verdulería y elige la fruta. El que fabrica sus cosas tiene un trabajo más complicado pero es la única forma de encontrar cosas originales. Cuando arranqué hacía cinco canciones y por ahí funcionaban dos. Ahora hago tres y las tres funcionan.