No por nada lo apodan “El loco”. Es impresionante la gran cantidad de cosas que sucedieron en la vida de Hernán Abel Montenegro. Pasó por más de 20 clubes de básquet, cambió de deporte y llegó a jugar en un primer equipo de handball, enfrentó al padre del mismísimo Kobe Bryant, superó su adicción a las drogas e intentó quitarse la vida en dos ocasiones. Sin embargo, todo eso quedó atrás y hoy "el Loco", oriundo de Bahía Blanca, cuenta su historia y cómo aprendió de sus errores.
En la actualidad, Montenegro forma parte de la segunda edición de Master Chef Celebrity Argentina junto a otros 15 participantes. Con sólo un programa demostró sus dotes culinarias aunque en el primer episodio le tocó un equipo de competencia que no lo favoreció. De todas formas, perder o ganar parece no importarle, ya que en múltiples ocasiones dijo enfocarse más “en las perdidas que en las ganadas”. De hecho, nunca ganó un título en más de 30 años de carrera deportiva, y eso no lo deprime.
El Loco es una persona que aprendió a vivir, algo que pregona en distintas charlas que viene dando. “Si algo no pueden criticarme es que viví la vida”, ha dicho. Su infancia fue dura, lo hizo crecer de golpe y sufrió el desarraigo desde chico. Pasó el tiempo y al crecer todo le pasó factura. A los 25 años intentó quitarse la vida ingiriendo cocaína, su cuerpo resistió y siguió viviendo. Más tarde volvió a intentarlo, la bala no salió. El destino eligió por él.
El Loco Montenegro encontró su forma de disfrutar el día a día. Está enfocado en las cosas simples, como en sus hijos y nietos. La familia está pendiente de cuándo sale en televisión. “Es como volver a jugar para mí”, dijo el ex basquetbolista sobre su incorporación al programa en una nota que dio a Olé.
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En la misma, también confesó dos de los sueños que le quedan pendientes. El primero es viajar a la luna que, según lo que averiguó el bahiense cuesta “20 palos verdes”. El segundo es viajar y vivir con leones en África, aunque este ya es algo lejano puesto que estos animales deben tener conocimiento de la persona desde pequeños, ya que sino puede ser muy peligroso. “Mi sueño es que me den un beso y acariciarles la melena”, confesó.
Basquetbolista por casualidad
Muchos pueden decir que uno de sus sueños pudo cumplirse, el de jugar al básquet. Sin embargo, esto pasó casi de casualidad ya que con 13 años y en plena dictadura militar debutó en el club Leandro N. Alem, ubicado en su ciudad natal. A su corta edad ya medía más de dos metros y llegaba a su casa pasada la medianoche, por lo que en más de una oportunidad fue demorado por los militares hasta que podía decirles que estaba desarrollando su actividad deportiva. Más tarde pasó al Club Mitre, del cual es hincha, y a partir de aquel momento no paró de crecer.
El Loco nació un 10 de agosto de 1966 y tenía 15 cuando fue convocado para jugar el Panamericano de Montevideo con la selección argentina juvenil, con la que alcanzaron el 3° lugar. Luego disputó el Mundial Juvenil de España en 1983 en el cual lograron quedar séptimos. Gracias a esta última actuación es que un día se encontraba en una concentración en el CENARD cuando recibió un llamado telefónico, algo atípico para él. Lo llamaban desde Zaragoza, donde estaría su próximo destino.
Allí se destacó y logró su primera convocatoria para sumarse al primer equipo argentino de básquet, en 1985, cuando tenía por delante un Sudamericano en Medellín. Pero al año siguiente decidió volver a su ciudad natal para jugar en Olimpo de Bahía Blanca, equipo con el cual salió subcampeón de la Liga Nacional de Básquet. Otra vez se iría del país y la próxima parada fue Puerto Rico, donde disputó 12 encuentros para los Gigantes de Carolina.
Una parada por la NBA
Para los basquetbolistas, llegar a los Estados Unidos es uno de los sueños más grandes porque ahí está la liga con mayor nivel del deporte en el mundo: la NBA. No obstante, Montenegro antes pasó por otro torneo en aquel país norteamericano, la NCAA. Aquella tiene algunas diferencias con la competencia organizada por la National Basketball Association como por ejemplo los tiempos de juego. Llegó a la Universidad Estatal de Louisiana, donde estuvo a unos años de diferencia de jugar con Shaquille O’Neal. “Que equipazo hubiéramos armado, eh”, exclamó el Loco cuando le preguntaron sobre aquella oportunidad.
No fue hasta 1988 cuando se consagró como gran basquetbolista al convertirse en el primer argentino, junto a Jorge González, en ser seleccionado en el Draft de la NBA. Fue elegido en tercera ronda, número 57, por los Philadelphia Sixers. Sin embargo, nunca jugó partidos oficiales. Un año después viajó a Europa para incorporarse en el italiano Annabella Pavia, equipo con el cual disputaban amistosos y llegó a conocer a Jellybean Bryant, padre de Kobe, y a quien bromeaba sobre el futuro de su hijo ya que este iba a todos lados pateando la una pelota en vez de tirando al aro. “No sé si fue mejor que su padre”, dijo Montenegro refiriéndose al exjugador de Los Ángeles Lakers.
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De vuelta a Argentina, definitivamente Loco
En Italia estuvo un tiempo pero no encontró su lugar, tuvo distintas discusiones con los dirigentes y algunas conductas extradeportivas anticiparon su regreso al país. El equipo que esperaba por él era Estudiantes de Bahía Blanca, donde quienes lo vieron jugar afirman que fue la mejor performance de todos sus años de carrera. Fue subcampeón de la Liga Nacional de Básquet y participó del equipo que disputó el preolímpico con el cual no se pudieron clasificar a los Juegos de Barcelona 1992.
En ese mismo Preolímpico, en un conjunto que Montenegro compartió con Marcelo Milanesio y el Pichi Campana, entre otros, debieron enfrentarse al Dream Team original que tenía a Michael Jordan a la cabeza. Entre dos de los estadounidenses tuvieron que ponerse de acuerdo para marcar al mismo tiempo a Hernán, muchos dijeron que estaba loco por todos sus movimientos dentro y fuera de la cancha, entonces nació el apodo con el que se lo conoce hasta el día de hoy.
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Últimos años de carrera y la incursión en el handball
Se acercaban los Panamericanos de 1995 en Mar del Plata, la selección era entrenada por Guillermo Vecchio, con quien el Loco tenía ciertas diferencias por lo que no participó de la competencia. La adicción a las drogas también fue un factor determinante, puesto que lo dejó afuera de aquel torneo e hizo que lo suspendieran en un equipo venezolano que estaba jugando por ingerir cocaína.
Nuevamente en Argentina encontró lugar en Independiente de General Pico y Peñarol de Mar del Plata. Entre el 2000 y el 2010 jugó dos veces en Estudiantes de Bahía Blanca, una en Estudiantes de Olavarría, en el Club Atlético Goes de Uruguay, Villa Mitre, Obras y Del Progreso, donde hizo su última presentación como basquetbolista. Sin embargo, su vida deportiva no terminaría ahí, sino que hizo otra apuesta.
Con un día a día acostumbrado al deporte, el retiro le fue difícil ya que no encontraba actividades para hacer que reemplacen la adrenalina de la competencia. Así fue como en 2015 volvió a las canchas, pero esta vez a la 40x20, sumándose al primer equipo de handball de River Plate. Una gran hazaña para un Loco que llegó a decir: "Cambio toda mi carrera y mis logros deportivos en básquet por ser olímpico en handball con Argentina".
Esta vez sí dejó la pelota de lado y con 55 años se anima a la cocina. De hecho tuvo un pequeño restaurant en Bahía Blanca, aunque se acostumbró a cocinar todo al disco, por lo que este es un nuevo desafío en el que se enfoca más que nada a aprender antes que a ganar. Esta noche se enfrentará a quienes hicieron los peores platos de la semana para evitar ir a la gala de eliminación del domingo. Un crack que cambió la naranja por las ollas.