Se sabe, Franco Luciani es el referente máximo de la armónica en el país. Es puro talento y técnica, y también siempre se destacó por su hiperactividad, aún desde los tiempos que vivía en Rosario. Tal cual un periodista escribió una vez en un diario: "Podía aparecer con su cromática en cualquier recital, ya sea como invitado anunciado o imprevisto. En el ambiente se llegó a sospechar que había más de un Franco Luciani".
Y ahora el rosarino tendrá su debut en el mítico Teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires, pero antes llega al terruño con su nuevo álbum, "Gardelería", y junto a Federico Lechner, el pianista argentino radicado en España hace 30 años, además de Diego Alejandro en batería y Pablo Motta en contrabajo.
El recital será esta noche a las 21.30 en la Plataforma Lavardén.
Para Luciani llegar al Colón es "una experiencia fantástica" y "el sueño de todo músico argentino". En esta aventura orquestal no lo acompañará el Zorzal Criollo sino un sonido y una figura que están en las antípodas: el "Réquiem para una monja", con música de Oscar Strasnoy.
"Gardelería" alude, obviamente, a Carlos Gardel, pero es también jazz, y es candombe. Y es una armónica que canta como ninguna. Se trata de "un disco más apto para tocarlo en un festival de jazz, tal vez", admite el propio Luciani, pero al mismo tiempo habla del fraseo y el color del tango que habita además el álbum.
—¿Cómo surgió la idea de "Gardelería"? ¿Y por qué obras de Gardel?
—La idea del disco surge de haber venido tocando con Federico (Lechner) uno que otro tema de Gardel en la repertorio desde hace un tiempo. Justamente él me propuso la idea de un homenaje a Gardel, pero al Gardel compositor. Un compositor de canciones extraordinarias. El, como un artista con muchas aristas diferentes, y principalmente la del cantor de tango, hace que tal vez su parte compositiva se conozca menos, para nada desconocida, pero no a la altura de su voz. Pero ¡es increíble su obra! Sus temas parecen frescos aún hoy. Siempre modernos. Siempre aptos para poder darle incluso una mirada diferente y hasta alejada de sus versiones originales, como justamente en este caso.
—El disco, ¿está más cerca del jazz que del tango?
—Es un disco tal vez más cercano al jazz, más apto para tocarlo en un festival de jazz tal vez. Ahora, eso no significa que no sea tanguero también y se lo pueda tocar en el ambiente de tango. Porque el lenguaje, el color y el fraseo del tango está presente siempre. Aunque algunas de las versiones no suenan como un tango propiamente dicho. En realidad esa fue la intención del proyecto con Federico. Sea tango, folclore o jazz. La idea es que siempre va haber una fusión, con músicos que vienen de lenguajes diferentes y se encuentran en ese abrazo de lenguajes. La intención no era la de músicos de música argentina haciendo jazz o jazzeros haciendo música argentina, sino las dos cosas juntas. A eso me refiero con el abrazo de lenguajes. Porque no sólo nos gustan las obras de Gardel, sino Gardel mismo, escuchar sus obras.
—¿Cómo presentarías a Federico Lechner?
—A Federico lo presento como un músico con todas las letras. La música en sus genes. Hablando en todo su amplio sentido. Más allá de que viene de una familia de músicos, de pianistas. Al escucharlo es evidente, muy claro, que tocó el piano desde que tiene uso de razón. El piano fue su juguete de la infancia. Un músico que improvisa de manera con la cual yo disfruto y aprendo mucho. Siempre abierto a muchas influencias. Aunque su música principal es el jazz y es un lenguaje que él domina. Como debe ser en la música, profesionalmente hablando, se ve en él un goce, un disfrute, un juego cuando toca en el escenario, pero solventado por una técnica y talento que lo destacan. Un músico argentino que no está en nuestras tierras pero que no lo perdimos, pues siempre vuelve para nuestros pagos para que podamos disfrutarlo. Y para mí, especialmente, Federico es un gran compañero de ruta y un gran amigo. Una gran persona.
—¿Qué género musical te tira más?
—Es una pregunta que, afortunadamente, no es fácil de contestar para mí. Pero la música mía es la música argentina: el tango y el folclore. De una riqueza increíble y que me permite expresarme de la mejor manera. Músicas que me influyeron, te podría decir casi todas. Al menos las que pertenecen a nuestra cultura occidental. Aunque hoy, con Internet uno accede a otras músicas maravillosas y cuando la música es sincera, es hecha desde el corazón, se va a sumar seguro a tus preferencias. Al menos ese es mi caso. Tengo una gran influencia del jazz por mi padre. Obviamente el rock en toda su amplitud, que incluye también en muchos casos artistas de pop también. La música clásica también es un género fundamental para mí, que no sólo disfruto al escuchar sino también como estudio. Lo mismo sucede con el jazz. Uno trata de aprender de todas las músicas y disfrutar de todas ellas también, las ejecute o no. Todo este resumen también se asocia a la música que toco, pues también es muy amplio, afortunadamente, el abanico de géneros que toco profesionalmente.
—No hay muchos músicos que se la jueguen por la armónica, ¿Vos por qué te la jugaste? ¿Qué le viste a ese pequeño instrumento que otros no supieron ver?
—La armónica crece día a día y cada vez hay más solistas en el instrumento. Refiriéndome especialmente a la armónica cromática en este caso. Más dichoso es aún saber el crecimiento dentro de la música argentina en la ejecución de la armónica. En mi caso fue un instrumento que fui descubriendo paso a paso, de manera muy progresiva. Hugo Díaz y Toots Thielemans fueron fundamentales también para acercarme cada vez más al instrumento y encararlo como un instrumento solista. La realidad es que al descubrirlo uno sabe de las posibilidades que puede ofrecer. Eso es tal vez lo que no se conoce tan popularmente, aunque sí lo es el instrumento. Es exactamente como cuando te enamoras. Día día, situación a situación, experiencia a experiencia, te vas enganchando más, te vas más haciendo uno entre vos y el otro, en este caso la armónica.
—¿Qué encontraste en Buenos Aires que Rosario no podía darte?
—En Buenos Aires atiende Dios. Al menos es donde tiene la sucursal argentina. Aunque es bien conocida la cultura del arte en nuestra ciudad. La Capi me acercó a muchos músicos que tal vez en Rosario hubiese sido más difícil, aunque no imposible. Es el lugar, por experiencia, para tener la oficina de operaciones. Creo que me vine a Buenos Aires en el momento preciso, luego de Cosquín. Hoy, aunque con un poco de esfuerzo, podría vivir nuevamente en Rosario. Aunque me siento muy bien por el momento aquí. De más está decir que acrecentó mucho mi amor por el tango.
— Al fin vas a llegar al Colón, ¿es la meta de todo músico argentino?
— Lo de el Colon es una experiencia fantástica. Sí, es uno de los sueños de todo músico argentino... creo yo. No puedo decir todos pero con seguridad en general y sea cual sea el género. Ser convocado por el gran teatro argentino es un honor para mí. En esta participación estoy dentro de la orquesta y con varias participaciones como solista. Una gran orquesta, más coro y solistas vocales. Serán cinco funciones en junio. Es un desafío porque es otro lenguaje y uno respeta cada nota al mando de un director. Se trata del "Réquiem para una monja", con libreto de Matthew Jocelyn, y está basado en "Réquiem para una monja", la obra literaria de William Faulkner, con música de Oscar Strasnoy. Es también una revancha, pues ya me habían convocado para otra obra que se terminó haciendo con una reducción sin orquesta, por una medida de fuerza de los músicos del Colón.