Gabriel Rolón vuelve a la ciudad para presentar “Palabra plena”, un nuevo encuentro teatral donde la palabra es la protagonista. Para el licenciado, el mundo que habitamos nos incita a hablar por hablar, paradójicamente sin decir nada. En cambio, “Palabra plena” invita al desafío de pensar, evitando las trampas de la comodidad, porque las cosas importantes de la vida son incómodas. Durante la obra, el psicólogo, psicoanalista y escritor dejará en claro cómo, de la mano de la palabra, caminamos entre el amor y la pérdida, la felicidad y la angustia, la esperanza y el deseo. “Porque habitamos en la confusión, y en esa confusión nos jugamos la vida”, afirma. Con la dirección de Carlos Nieto, música original de Gabriel Mores y la producción general de Martín Izquierdo y Fen López, la cita con el escritor de “Historias de diván” y “Encuentros” será el próximo sábado 2 de abril, a las 19, en el Auditorio Fundación Astengo (Mitre 754).
En diálogo con La Capital, Rolón adelantó que la obra pone el foco en “el intento de que la gente se vaya con la idea de que tiene el derecho, y a veces la obligación si quiere salir de un lugar de sufrimiento, de mirar hacia adentro para encontrar esa palabra que lo define y pone en juego su deseo. A eso llamo una palabra plena”.
rolo2.jpeg
En escena. “Palabra plena” reflexiona sobre el desafío de pensar y evitar los lugares de comodidad.
—¿Cómo y por qué surgió este nuevo espectáculo? ¿Fue algo pensado durante la pandemia?
—Sí. La obra fue concebida durante la pandemia pero no a causa de la pandemia. No la tiene como origen ni gira alrededor de ella. Hace tiempo deseaba abordar el concepto de “Palabra plena”. Una idea que ejemplifica la relación particular del psicoanálisis con el lenguaje. Este tiempo de aislamiento en que se suspendieron tantas cosas me dio el espacio para encarar el proyecto y llevarlo a cabo.
—¿Esta obra parte de algún caso de diván?
—La obra toma como arcilla el caso de un paciente con el que trabajé hace muchos años. Esa historia es el puntapié a partir del cual puedo ejemplificar y mostrar cómo se juegan en una sesión las emociones, las intervenciones del analista y, sobre todo, el lugar particular de la palabra en el tratamiento. Pero además, “Palabra plena” despliega un espacio para que pueda explicar de cara al público cada uno de los conceptos que van apareciendo.
—¿Podrías ampliar la frase “La única palabra importante es la que lleva nuestra sangre. La que nos modifica una vez pronunciada. Esa es una palabra que nos compromete y nos define. Esa es una palabra plena”?
—Por lo general circula la idea de que la palabra cura. Es más, se ha definido muchas veces al psicoanálisis como una cura a través de las palabras. Y en parte es cierto. Pero no totalmente, porque no toda palabra cura. La palabra vacía, la de la opinión y el lugar común, la de la frase hecha y el comentario predecible no curan a nadie. La única palabra importante, más allá de la necesidad de la comunicación cotidiana, es la que nos compromete, la que dice alguna verdad acerca de nosotros, la que deja traslucir quiénes somos, la que sorprende, incluso a quien habla. La obra recorre muchas ideas pero tiene como foco el intento de clarificar esto para que la gente se vaya con la idea de que tiene el derecho, y a veces la obligación si quiere salir de un lugar de sufrimiento, de mirar hacia adentro para encontrar esa palabra que lo define y pone en juego su deseo. A eso llamo una palabra plena.
—¿Cómo será la dinámica arriba del escenario y de la obra? ¿El público podrá conversar con usted?
—Hay interacción con el público, aunque no podrán hacer preguntas. Durante la función se tocan muchos temas. El miedo, la mentira, la soledad, el trauma, la angustia, la diferencia entre el dolor y el horror, las emociones que generan el fracaso o la privación y la importancia de la historia personal en cada una de nuestras decisiones actuales, por nombrar sólo algunas. Eso requiere respetar un hilo conductor que se vería alterado si siguiera el rumbo que marcan las preguntas del público. Pero, de todos modos, la interacción es muy fuerte.
—¿Qué pasa hoy con la palabra en nuestra sociedad? ¿Vale algo? ¿Está desgastada?¿Y al periodismo o al arte qué rol le queda respecto del uso de la palabra?
— La palabra está un poco degradada. Se ha confundido la opinión con el pensamiento y eso es fatal. Cualquiera cree que su opinión es importante y muchas veces no aporta más que confusión y vacío. El pensamiento es otra cosa, pero es muy difícil y requiere tiempo. Un tiempo que en los medios parece no haber. Por suerte siempre quedan maravillosas excepciones. El arte debe enfrentar el desafío de encontrar el costado creativo de la palabra, de lo contrario no sería arte. Eso hace que allí la palabra tenga un lugar de privilegio. El periodismo enfrenta un desafío más difícil. Cada vez más aparece el periodismo de opinión, y acabo de decir lo que pienso al respecto. Veo una aparición numerosa de adjetivos y una disminución de los sustantivos. Cada vez más se usan los potenciales cuando no hay noticias o fuentes confirmadas. En definitiva, se corre el riesgo de confundir y confundirse más que informar. Ojalá tomen el guante de ese desafío. Porque el periodismo genera muchas cosas en el público y sería mejor que una nota te dejara pensando a que te dejara enojado.