"Cuanto más honestos, sinceros y genuinos sean los artistas, logran llegar hacia más personas", confiesa Karina Moccio, más conocida como Karina K, una artista con todas las letras. Es que según K, se trata de "ir más lejos hacia adentro, que lejos hacia afuera", tal como le enseñó su padre Fidel Moccio, un psicoterapeuta que trajo el psicodrama a la Argentina junto a Tato Pavlovsky a inicios de los 70.
Su voz transmite el entuasiasmo y la pasión con que desempeña cada papel. En sus casi 26 años de trayectoria, K interpretó a Nini Marshall, Sally Bowles en "Cabaret", Lucy en "Drácula" y Rosita de La Plata en "Pepino del 88", sólo por nombrar a algunos. Estudió en Barcelona, se lució en el movimiento under, debutó en "Sugar" junto a Susana Giménez y Ricardo Darín, fue una de los primeras "Susanos" y hoy interpreta a la peor cantante lírica de la historia en "Souvenir", con la que ganó el premio ACE a mejor actriz protagónica. Con la dirección de Ricky Pashkus y Pablo Rotemberg en piano, la obra se presenta mañana a las 21 y el domingo a las 20 en el teatro La Comedia, donde Karina K se pone en la piel de Florence Foster Jenkins, el ícono por excelencia del arte bizarro.
—¿Cómo surge la idea de "Souvenir"?
—En el 2006 me hablaron de la obra los guionistas Federico Del Pino y Fernando Masllorens. Me dijeron "vimos una obra y te vimos a vos haciéndola. Esta obra es para vos". Al año me llamaron del teatro Regina para hacerla, me preguntaron quién me gustaría que me dirija y yo pensé en Ricky Pashkus, con quien ya había tenido una muy buena experiencia. El espectáculo es acerca de la vida de Florence Foster Jenkins. Hay dos versiones de la vida de Florence, una que es "Gloriosa" del biografo Peter Guilter. Y esta versión americana de Stephen Temperley llamada "Souvenir".
—¿Contaste con algún registro audiovisual para componer el personaje?
—Tenía fotos, como cuando tuve que interpretar a Rosita de la Plata, en "Pepino del 88". Pero también tenía los audios de sus canciones, el disco, que en definitiva es el souvenir de la obra, porque es el testigo de su voz cuandos lo grabó en 1938. A partir de ahí queda registrada su locura, porque es un disco que se sigue reeditando hasta hoy. Hay cultores de Florence, porque es un fenómeno dentro de la historia de la cultura,porque inauguró el arte de lo bizarro. Como la antecesora de Ed Wood, que toma Tim Burton para hacer al peor cineasta de Hollywood.
—¿Qué fue lo que te sedujo del personaje?
—Estuve cinco meses escuchando la voz de Florence, que en la enciclopedia de la música clásica aparece como la peor cantante lírica de la historia, que se consagra en 1944 cuando da un concierto para los soldados de la Segunda Guerra Mundial. Es la historia de una mujer aristócrata de Pensilvania, melómana, que hereda millones de su padre. Su pasión era la música, pero no tenía condiciones y la criticaban por eso. A pesar de su falta de talento, nunca cesó su convicción por seguir cantando. Esto es lo interesante que atraviesa la obra. Cuando ella conoce a Cosme McMunn (en la obra interpretado por Pablo Rotemberg), que fue su repertorista que la acompaña durante doce años que duró el esplendor de su carrera, pudo inyectarle esa fuerza. Después McMunn se fue encariñando y empezó a entender su locura. Ella creía en su condición y daba conciertos para la alta sociedad neoyorquina. Y todos los que iban, se tapaban la boca con grandes bufandas para que no se les notara la risa, ella era muy excéntrica y ridícula. Hasta se vestía de vikinga.
—¿Cómo es trabajar junto a dos grandes personalidades del teatro como Pablo Rotemberg y Ricky Pashkus?
—Sí, siento una gran admiración por él, ya que con Ricky Pashkus lo consideramos un artista del renacimiento, es actor, bailarín, coreógrafo, director, y un extraordinario pianista, ya lo van a ver en la obra. Es un compañero único, tiene la sensibilidad de un artista integral. Nos miramos a los ojos y tiene una sinceridad, franqueza y autenticidad que no se suele ver tan a menudo. Me ha pasado con Julio Chávez o con Victor Laplace. Y Ricky Pashkus me dio un lineamiento para profundizar sobre la locura y la grandeza de Jenkins. Nos ha venido a ver mucha gente del Colón y del Conservatorio de música.
—¿Siendo una actriz ligada a la comedia musical, cómo fue incursionar en el teatro de texto?
—Trabajar con Norman Brisky y formarme con su método, fue un gran aprendizaje. Ahí comencé con el teatro de texto y me formó para poder interpretar como actriz desde un lugar más genuino. Los artistas de comedias musicales tienden a ser más periféricos y a no profundizar, se centran más en el canto y el baile, y no priorizan la formación en la actuación. Eso distancia mucho del público.
—¿Cuál es el próximo desafío en la vida de Karina K?
—Vamos a hacer una obra sobre la vida de Judy Garland con Ricky Pashkus en 2013 que se llama "El final del arcoiris" y es sobre las dos últimas semanas de vida de Garland en el marco de sus actuaciones en Londres en el año 69, que recorrerá el sufrimiento de su adicción a las pastillas y al alcohol.
—¿Cuál es el límite, te sentís capaz de interpretar cualquier papel?
—Quizás interpretar a un hombre sería algo totalmente nuevo y difícil. Amo los desafíos.