Todo comenzó en 2004 cuando, debido al centenario del nacimiento de Tita Merello, algunos productores le sugirieron a Virginia Innocenti hacer una obra sobre la mítica actriz y cantante. Así nació "Dijeron de mí", un espectáculo que la presenta por primera vez como intérprete y autora, y que en un año ha cosechado los premios más importantes de la ámbito teatral. Concebido como una biografía no cronológica y sí onírica de los últimos momentos en la vida de Tita, el show subirá hoy a las 21 al escenario del teatro Broadway (San Lorenzo 1223) para iniciar en Rosario una gira que, después de un año de estrenado en el teatro Maipo de Buenos Aires, la lleve por todo el país.
-¿Qué desafíos inmediatos implicó el espectáculo?
-Es mi primer trabajo en el que me presento como intérprete y como autora. Estoy representando algo que es de mi autoría. El espectáculo anterior, "En agua negra" (que en Rosario presentó en el teatro La Comedia), era más cercano a un recital, como un cuento para ver. Aquí hay una dramaturgia más pulida y profundizada.
-Luego de un año de representación, ¿qué te dejó el show?
-Me ha dejado, como ningún otro trabajo, una enorme cantidad de amor, agradecimiento y reconocimientos. Logramos contar una historia conmovedora que llega muy directo al corazón. Más allá de la edad que tenga, de que si conoció o no a Tita y de si le gusta el tango o no, la gente sale profundamente emocionada. Nunca me pasó con otros espectáculos: muchas personas me esperan afuera del teatro, a veces llenas de lágrimas.
-¿No era previsible debido a semejante personaje?
-Es algo muy hermoso que no me lo imaginé. Cuando hago algo, lo hago desde mi convencimiento más profundo y no pensando en los resultados. Lo hago lo mejor posible, con coherencia, con mi pensamiento y mis ideas estéticas. Para eso convoqué a (el rosarino) Luciano Suardi para la dirección y a Diego Vila como director musical. Tenemos una intención muy poética del hecho teatral. Tratamos de hacer una alhajita y así salió. La obra me ha dejado la sensación del deber cumplido.
-¿El personaje requiere de un gran esfuerzo interpretativo?
-El desafío más grande que tuve fue hacer La Maga en "Rayuela" porque tenía que competir con el imaginario de tantas personas como las que leyeron el libro de Cortázar. En este caso estoy representando a alguien que existió, que murió hace pocos años, que es un ícono de la cultura, que sus películas y canciones están al alcance de quien quiera escucharlas. Es un personaje muy encarnado en la memoria popular, entonces era un desafío enorme. Podés patinar mal en algo así. Es una gran responsabilidad mostrar su encarnadura más profunda. Nunca me interesó imitarla, porque Tita es inimitable. La exigencia es aún mayor que la que tiene el protagonista de un musical. Canto más de 16 tangos insertados en una situación dramática. Entonces hay algunos que los canto desgarrada y hay otros tangos que son más divertidos y tienen crítica social o mucha picardía.
-¿Por qué decís que no se trata de una biografía?
-El espectáculo es una fantasía sobre cómo pudieron haber sido sus recuerdos antes de morir, cuáles son los que ella elige llevarse de sí misma. Entonces, a propósito, saltamos en el tiempo, vamos y venimos de sus estados emocionales, como si fuese la compaginación de una película. En ese sentido, el show es muy cinematográfico, muy onírico.
-¿El parecido ayuda?
-Tengo una contextura física muy parecida a la de ella. Aunque con la coreógrafa Cecilia Elías estudié mucho sus gestos. A veces la gente se parece más, no por su físico, sino por sus gestos, su manera de moverse y de desplazarse.
-Después de estudiarla, ¿qué pensó Tita antes del fin?
-Siendo ella una mujer tan irreverente, tan de vanguardia, tan poco ajustada a los cánones de su época, en los últimos años se aferró a la fe se hizo muy creyente, muy católica, con un discurso bastante culposo. Finalmente fue tomada por el discurso social que la siguió señalando como una mujer que se abrió camino sola, peleando contra el hambre y la humillación, y se hizo un camino luminoso a los ponchazos. Aferrándose a la fe creyó que iba a tener paz, esperando que, después de morir, iba a encontrar a sus seres queridos, a su madre, su perro, (Luis) Sandrini, sus amigos. Porque ella los sobrevivió a todos. Pero lo que yo creo que pensó lo podés ver en el espectáculo (risas).