"Un guapo del 900" es la nueva apuesta del teatro La Comedia y la cuarta producción propia de la sala dependiente de Cultura municipal luego de "Esperando la carroza", "Canillita" y "El Robot cebamates". Esteban Goicoechea, codirector de la pieza junto a Miguel Bosco, contó cómo fue trabajar en este clásico de Samuel Eichelbaum estrenado en 1940, sobre ciertas prácticas de la política, la lealtad y la fidelidad que fueron revisadas y adaptadas por el rosarino Marcelo Camaño y que, según Goicoechea, conserva "cosas que no cambiaron en cien años". El elenco formado por Carlos García, Claudia Shujman, Laura Copello, David Giménez, Juan Pablo Yevoli y Maximilano Fonseca surgió de un casting del cual participaron casi 150 actores y actrices rosarinos. La obra se estrena hoy, a las 22, y las funciones se reiterarán los viernes, sábados y domingos de noviembre en la sala de Mitre y Cortada Ricardone.
La adaptación de Camaño redujo de 19 a 6 los personajes (ver aparte), pero conserva los vértices de la trama original formada por Ecuménico, guardaespaldas y fuerza de choque del político don Alejo; su madre doña Natividad, la mujer infiel de su empleador y su amante, el opositor Clemente Ordóñez que muere a manos de Ecuménico.
—¿Qué valoración hicieron de la dramaturgia de Eichelbaum?
—Lo que trabajamos tanto en la dramaturgia como en la dirección es que la obra era un sainete grotesco y la actualizamos un poco desde la actuación. La hicimos más cercana a las que se pueden ver hoy, que estamos más acostumbrados por el realismo de la televisión o el naturalismo del cine. La llevamos a una actuación un poco más contemporánea. También buscamos personajes un poco más enroscados, con dramas más sicológicos, que es el fuerte de Eichelbaum en esta obra que muestra el conflicto interno del guapo. Nosotros llevamos un poco más arriba eso en todos los personajes. Son todos un poco más enloquecidos: el político es un poco más ambicioso, la mujer del político, más trepadora; la madre, más guapa que el guapo. Y cómo se hace cargo un hombre de pasar de apretar gente, a hacer negocios turbios. Y de ser más instintivo, a ser más racional. Es el pasaje de una forma de pensar, de pasar a ser un hombre más moderno, que antes era más salvaje y ahora es más pensante.
—¿De qué manera representa a los argentinos hoy, ya que se trata de una obra de principios del siglo pasado?
—Se trata de una obra del siglo pasado, pero hay muchas cosas que siguen sucediendo. Son los punteros políticos, hay personajes medios runfias, medio barrabravas, digamos, y otros que siguen utilizando este tipo de personas para intentar situaciones. No está tan desactualizada la trama. Los personajes de alguna forma son miserables, existe la infidelidad hoy como hace cien años. Hay un personaje que es infiel, que es el político opositor. Está la mujer que es infiel. Está el amigo del guapo que es un oportunista que va a pedirle favores o trabajo al político; está el guapo que quiere conseguir votos. Hay situaciones que son muy actuales, que no cambiaron en cien años. Cambiaron las formas, eso de ser un sainete que se habla medio a lo porteño arrabalero. Decidimos dejar la misma forma de hablar, pero no el canyengue de tanguero, aunque conservamos palabras que eran habituales en esa época.
—¿Cómo resolvieron la puesta en escena?
—Es bastante realista en las actuaciones. Con Miguel nos interesa, como el grupo Pata de Musa y como lo hicimos en otras obras que venimos dirigiendo, hacer hincapié en la actuación, cuidarla mucho, cuidar el detalle, que lo veas y que digas "esto está pasando ahí". En cuanto a la puesta se desnudan ciertos artificios del teatro, dejan ver ciertas cosas del detrás de escena. Vemos que los personajes salen de una escena y se acomodan en un segundo plano. Eso no conserva el realismo. Y después hay cierto extrañamiento. Existen personajes que presencian cosas que no podrían presenciarlas. Siendo una trama realista no estaría bien que lo hagan. Ahí se quiebra y hay una especie de realismo mágico, hay testigos que no están en la obra original y que no están en la adaptación tampoco. Hay cierto voyeurismo de los demás personajes. Todo el tiempo están mirando lo que está pasando en escena.
—Ustedes trabajaron en "Blut!", "Mirta muerta" "W! Noche Edipo" y "Capot". ¿Cómo resuelven la dirección a dúo?
—En general no tenemos problemas. Siempre nos vamos potenciando, retroalimentando. Uno propone algo, el otro lo deforma en pos de algo mejor. Cuando hay veces que no acordamos en algunas cosas, sabemos que cuestiones más de texto o dramaturgia las veo yo y otras de actuación las ve Miguel. No hay problemas. Son poquitos momentos los que confrontamos, pero siempre es para crecer. No hay discusiones o es una discusión constructiva..
—¿Qué le aportó la experiencia televisiva de Camaño a este texto?
—En ese sentido estuvo bueno porque nosotros veníamos trabajando con Miguel basándonos en ciertas cosas del cine, en ciertos diálogos o estructuras y lenguajes. Me pareció muy buena la elección de La Comedia de trabajar con Camaño y coincidimos mucho en las reuniones que tuvimos con él de imponer cierto ritmo. Una obra de tantos años, actualizarla sacándole todo lo que sobraba o lo que hoy no es necesario y quedarse sólo con los conflictos bisagra, con lo que va haciendo que la obra avance, que tenga cierta dinámica, y eso lo aportó también Camaño. También hay escenas que no existían y le pedimos a él que las construya.
—¿La facilidad de acceder a la televisión modifica el hábito del espectador?
—Hoy cambiaron un montón los ritmos, los tiempos de atención, la velocidad, el estímulo. Hubo muchísimos cambios que tienen que ver primero con le cine y después con la televisión.
—¿Qué tenía en particular esta obra en el contexto del trabajo de Eichelbaum?
—Me parece que para la época de él era no sé si adelantado, pero sí tenía cierto realismo como creo que se manejaba más en Europa. Esto de los conflictos más internos de una persona, de pasar de la representación al conflicto interior o más sicológico. Empezó a indagar más en eso. Ver a un personaje como el Guapo que está con fuerzas internas que apuntan en distintas direcciones. Y eso lo logra con este texto a diferencia de otros.
—¿Cuál es la actitud ante un clásico?
—Es la primera vez que dirijo una obra que no escribí yo. En principio dijimos que no sabíamos hacer un sainete o un grotesco bien hecho. No íbamos a hacer eso, sino lo que sabemos hacer que es una cosa más realista, más íntima y cercana. Y teníamos muchas ideas de romper el texto, la estructura. Habíamos pensado en una escenografía con proyecciones. Pero la obra con su musicalidad y su estructura nos fue llevando a la obra misma. No la pudimos romper mucho. Empezamos a escuchar cómo era la versión original de Eichelbaum y a respetarla más. Y terminamos respetando la adaptación, salvo cuestiones más dinámicas. La idea original era ser más libres y la obra nos llevó hacia su naturaleza. Hay un principio y un final que no son los de Eichelbaum. Son cosas que nosotros le íbamos diciendo a Camaño, que nos gustaría que haya tal cosa o nos vendría bien esto. Fue una versión un poco charlada. También trabajar en una producción oficial fue muy bueno, con gente con la que nosotros no veníamos trabajando. La Comedia juntó buena gente, lo mismo que el director de arte que es Mauro Guzmán, el director de vestuario que es Ramiro Sorrequieta, el músico que es Juani Favre. Y los actores que son los seis impecables, algunos con mucha trayectoria y otros con menos, pero el nivel de profesionalismo es igual en todos.
Marcelo Camaño, responsable de la adaptación
“Un guapo del 900” fue sometido a “cirugía mayor”, según contó el guionista Marcelo Camaño, ya que de los 19 personajes de la obra original sobrevivieron seis. El escritor rosarino, autor de éxitos de la pantalla chica como “Resistiré”, “Montecrito” o “Televisión por la identidad”, dijo que el proyecto le interesó en todas sus vertientes. “Esto arrancó como una convocatoria que habia hecho la Secretaría de Cultura de Rosario alrededor de armar algo con alguna de las obras de Eichelbaum. Me pareció que esta era la más apropiada porque tenía varias cuestiones a su favor. Era una obra conocida y la temática encastraba con lo que a mí me gusta hacer que tiene que ver con personajes que se mueven entre la fidelidad y la nobleza, y que incluso esa nobleza puede hacerles cometer delitos dentro de lo que ellos creen que es la fidelidad, ya sea amorosa o hacia un jefe, como el caso de Ecuménico”, explicó. El autor subrayó la actualidad del texto, a pesar de ser una “época bastante diferenciada de la actual, pero hay una familiaridad entre la clase política y aquellas personas que trabajan para un político, a veces para bien y a veces no”. En cuanto a su actitud ante un clásico dijo que prefiere poner en cuestión la solemnidad. “Me parece que siempre se parte de un excesivo respeto hacia el material. Igual yo soy muy cuidadoso y trabajé exactamente con el nivel de temas que tenía Eichelbaum”, afirmó.