"No quiero volver al parripollo", exclama entre una y otra carcajada el ruso Levi, el conductor que desde hace 20 años cautiva a la teleaudiencia de la medianoche. En el primer programa de esta temporada, el ruso estalla mirando a cámara con todo su histrionismo y manda al corte. La luz roja se apaga y su rostro se transforma, se abalanza sobre la productora general, y ella, con la boca atravesada por el micrófono inalámbrico le hace upa a la autoestima: "Estamos en 20 puntos de rating".
En una ciudad donde la televisión no es una industria acaba de estrenarse "El reportero", una obra escrita por Darío "Chino" Volpato (Midachi), con dirección de Reynaldo Alcaraz y un elenco integrado por figuras locales. El estreno se dio en forma casi simultánea con su versión cordobesa, dos años más tarde de la irrupción de su puesta original en Buenos Aires, interpretada por Fabián Vena y Eduardo Blanco. La adaptación rosarina se presenta todos los viernes y sábados a las 21, y domingos a las 20, en Apur (Córdoba 2971).
Lo que parece ser un programa más de televisión se transforma en un interrogante sobre el poder y la manipulación de la información. El empresario Horacio Carreras, flamante dueño del canal encargado de la transmisión, es el invitado al envío de entrevistas que promete un formato parecido al de "Late night show", con mucho humor, sarcasmo e ironía encarnados en la figura ácida, divertida y sagaz de Levi.
Sin embargo, la trama irá virando del puro show hacia el suspenso. En medio del fenómeno Lanata, de las cámaras ocultas y de la falta de escrúpulos de un comunicador ególatra en la búsqueda del pico de rating, la propuesta cobra una vigencia arrolladora.
Las actuaciones son de lo más correctas. Resulta innegable el talento del Negro Moyano en la piel del showman Levi, como la sobrada capacidad de Mario Vidoletti para hacer creíble a Carreras, ese ex intendente devenido en empresario, acompañado por la presencia incansable de su abogado (Jorge Fossetti). Ni que hablar de la productora (Melisa Patriarca), una mujer que está en todos los detalles aportando una gran cuota de credibilidad a ese plató, sosteniendo un personaje que juega muy bien a entrar y salir del aire, a moderar su perfil con los gestos mínimos, a mantener una presencia alerta en la penumbra cuando el protagonismo pasa por otros rincones.
Pero hay algo que no deja de hacer ruido. Suponemos que el público va al teatro para recibir algo distinto a lo que ve en el cine o la televisión, excepto que quiera encontrar la réplica de tal o cual programa, como suele suceder con algunas propuestas de la tele infantil-adolescente que se suben al escenario.
Hace pocas semanas observábamos cómo algunas líneas del lenguaje cinematográfico contribuían con la escena local en "Brisas heladas", la reciente creación de Gustavo Postiglione. También, el género casting llegó al teatro desde un costado intimista y revelador a través de "Casting en Rosario", dirigida por Ana Tallei.
Pero en "El reportero" se está haciendo el trabajo de crear una convención teatral para regalársela a un simulacro del lenguaje televisivo. Alejada de una búsqueda que pueda enriquecer la hibridez en la mezcla de soportes, en esta propuesta podemos ver cómo el mundo de la televisión en vivo, del vértigo del minuto a minuto, llega al escenario para coparlo, para fagocitarse por completo el aquí y ahora del teatro sin margen de negociación posible.