Aquellos adolescentes que gritaban en su primer disco "no me importa no me
interesa no sé por qué" como si estuvieran bajos los focos del mismísimo CBGB neoyorquino, hoy han
crecido. Veinte años después de haber surgido en el asfalto suburbano de Temperley se los ve un
poco más distante del influjo de los Pixies y de Sonic Youth y esto no sólo porque también entre
sus filas hay una chica de voz ultradelgada. "Ailaviu EOY", el disco nuevo de El Otro Yo que hoy
presentará en vivo en El Sótano (Mitre 785) a las 21, suena más moderno y la voz de María Fernanda
Aldana está más cerca del susuro electro-pop del tipo Shirley Manson, la cantante de Gargabe, que
del grito de guerra punky. Y ni hablar de su hermano Cristian Aldana, voz y viola del grupo.
Tampoco es un adolescente.
El regreso a la cripta rosarina, el flamante disco, el nuevo brujo de la banda y
la página web del grupo transformada en red social fueron los temas que el siempre inquieto
Cristian Aldana charló con La Capital.
"El disco anterior no llegamos a presentarlo en Rosario, así que tenemos muchas
ganas de tocar en ese lugar legendario del under rosarino, un escenario que conocemos bastante
bien. Hacerlo ahí otra vez nos garantiza que va a estar muy bueno. Rick Rúa, ex cantante y
baterista de Los Brujos se sumó a la banda en lugar de Raimundo Fajardo, que se desvinculó. Así,
que un brujo más en la banda", afirma en el inicio de la charla.
—¿Qué ganaron grabando el nuevo disco en México?
—Mucha experiencia y amigos. Como Paco Huidobro, el guitarrista de Fobia,
que es un grupo que suena mucho allá desde los años 80, que terminó produciendo nuestro disco, que
terminamos grabándolo en el estudio de Molotov. Tito, el guitarrista de Molotov, tocó en uno de los
temas, y también se sumó Quique, el bajista de Café Tacuba. Así fue surgiente este álbum, el
primero que grabamos fuera del país. Lo grabamos en dos meses con un técnico norteamericano que se
llama Jason Carmer, después lo masterizamos en Monterrey. Ellos, que trabajaron con grupos de rock
que a nosotros nos gustaba escuchar, le dieron al disco el sonido que andábamos buscando. En
realidad, nos salió bastante caro el disco, claro que nuestros primeros discos los grabamos en mi
casa (risas).
—¿Cómo lo definís?
—¿Es un disco corto, de diez temas, fácil de entender. Me parece que
logramos algo en el álbum, estamos muy contentos. Creo que además hicimos un disco que suena
moderno, y eso es lo que queríamos. Nuestro plan sigue siendo tratar de hacer cosas nuevas,
divertirnos y experimentar con la música, en fin, estar en la vanguardia.
—¿Cuál es la diferencia entre el actual Otro Yo y aquel que surgió en los
90?
—En los 90 la gente nos vio crecer y esa evolución creo que se nota en
cada disco que sacamos. Eramos un grupo de adolescentes que creció como pudo y yo creo que esa
evolución tuvo que ver más con lo espiritual. Antes nuestras letras hablaban mucho de “no me
importa, no me interesa, no sé por qué”. Es decir, estábamos rebelados contra todos sin saber
bien el motivo. En discos posteriores hubo letras como “Licuadora mutiladora” que
hablan de la dictadura, de los desaparecidos. En ese disco sí se entiende el por qué pasaron
algunas cosas. Con el paso del tiempo nuestras canciones fueron encontrando también otras
respuestas, pero eso es un poco el resultado de la experiencia de vivir. Son etapas de la banda, de
nosotros mismos; uno crece y las canciones también. En lo musical cambiamos algo pero creo que más
evolucionó el espíritu de la banda. Para esto fue importante nuestro trabajo de autogestión y saber
qué significa la música para nosotros. Pero más allá de todo, lo importante es cuando se te acerca
alguien y te dice que la música de El Otro Yo lo acompaña cuando está triste o cuando está
contento.