Transformar literatura en lenguaje audiovisual siempre es un desafío, pero el director Alejandro Chomski asumió el riesgo y logró un buen resultado con su adaptación de la novela “El país de las últimas cosas”, escrita por Paul Auster en 1987. Otro desafío es el narrador en off, sobre todo cuando se expresa en primera persona, un recurso que le quita, en parte, la posibilidad al espectador de sumergirse libremente en la trama. En el caso de este filme que es como una larga reflexión sobre la desolación de un mundo acabado, el tono bajo, sombrío y monocorde de la actriz protagonista contribuye a la atmósfera de una adaptación tanto o más difícil que la que hizo Chomski con la novela “Dormir al sol”, de Adolfo Bioy Casares.