Sergio Rotman, reconocido por su labor en Los Fabulosos Cadillacs y líder de bandas como Mimi Maura, El Siempreterno y Los Sedantes, afirmó que “desde la llegada de los servicios de streaming, la música no es más que un commodity” y, en este contexto, calificó al regreso de su grupo Cienfuegos como “una hermosa patada en los huevos”.
Rotman fue el saxofonista de los Cadillacs entre 1985 y 1997 para luego integrarse a la propuesta de Mimí Maura, agrupación que formó más tarde junto a su mujer, la cantante puertorriqueña Midnerély Acevedo, con quien grabó 17 discos desde 1999. También participó como músico o productor en discos de Los Auténticos Decadentes, Todos tus Muertos y Los Cafres.
Cienfuegos, uno de los grupos punk más notables de los 90, surgió de la unión de Rotman en el rol de cantante y Fernando Ricciardi (batería), ambos integrantes de los Cadillacs, con Martín Aloé (bajo y voces); Diego Aloé (guitarra y voces), y Gigio González (guitarra y voces). La banda grabó tres discos de estudio y uno en vivo.
“Nosotros generamos una energía bastante negativa y va en contra del paradigma actual a la hora de hacer música, que es complaciente, banal, sin profundidad. Nosotros estamos en contra de todo eso. Por eso me parecía un gran desafío”, dijo el artista a Télam, al referirse a los dos shows previstos para el 5 y 6 de abril que dará en Buenos Aires.
Con un perfil de “banda maldita”, el grupo sorprendió meses atrás cuando desde las redes sociales anunció su regreso a 12 años de su última presentación. “Lo que me interesó de este regreso es que me juré que nunca lo iba a hacer. Esa misma dualidad, pasado el tiempo y siendo músico, me parece que un desafío artístico”, explicó Rotman.
—Alguna vez dijo que en Cienfuegos, todo lo que podía salir mal, salía mal. Pasado el tiempo, ¿siente que había una deuda por ese lado?
—Por un lado, tenemos dos shows por delante y todavía puede salir todo mal (risas). Pero ya empezó todo distinto desde el punto de vista que está todo sold out. Por ese lado, cambió la energía porque nunca fuimos una banda masiva. Después, se trata de buscar desafíos artísticos en una época en que música y arte están más distanciados que nunca. Desde la llegada de los servicios de streaming, la música no es más que un commodity, como el aire acondicionado o poder ir a tomar un helado. En medio de este paradigma, me parece que Cienfuegos es una hermosa patada en los huevos.
—¿Es posible resucitar la rabia y la oscuridad que transmitía Cienfuegos en los 90?
—No hay posibilidad de rabia en estos tiempos porque la acomodaron, perfeccionaron las formas de dominar al ser humano y las redes sociales son la frutilla del postre. Ninguna banda de música de ningún estilo, de ninguna parte del mundo tiene letras contestatarias. El músico ya no representa la rebeldía ni la necesidad de expresarse negativamente sobre lo que le toca vivir. El músico no es nada más que el apantallador de boludeces. No hay espacio para gente como nosotros. Estamos en uno de los momentos más oscuros que me tocó vivir, lo cual no quiere decir que no haya música buena, pero toda la hace gente que tiene más de 50 años. Conozco hasta el último artista de trap del mundo y no hay uno que te emocione, que pueda decir algo. Todo es aceptar el consumo como medio de evolución.
—En ese contexto, ¿cómo es el trabajo para que la reunión de Cienfuegos no quede en un ejercicio nostálgico de lo que fue el rock en algún momento?
—Que la música sea un commodity impide que puedas reflejar tu angustia espiritual a través de ella. Hay otro problema también en la manera en que se produce la música. Antes, seas Cienfuegos o Village People, tenías que ir a un estudio y grabar. Hoy no hace falta eso. En un punto está bien que todos puedan hacer su música, aunque yo no creo en la democracia, y menos en la democracia en la música. Viniendo de la raza humana, que todos puedan hacer todo me parece una pesadilla espantosa. No creo que haya espacio en este momento para producir desde la música algo emocionante, pero no significa que eso no pueda suceder.