“Viejo y querido rock & roll/ te dieron por muerto y acá estoy”, cantan Los Gardelitos en su último disco, “Ciudad oculta”. La banda oriunda del Bajo Flores porteño está en una época de renacimiento. A diez años de la muerte de su fundador, Eduardo “Korneta” Suárez, el grupo ahora liderado por su hijo Eli Suárez (guitarra y voz) volvió a las bateas con nuevas canciones y también tocó por primera vez en el Luna Park, convocando a 8.000 personas. El grupo que se completa con Diego Rodríguez (bajo) y Paulo Bellagamba (batería) sigue apostando a lo que ellos llaman “rock sudaka”, desde donde disparan desde crítica social hasta canciones de amor.
“Este es un disco de transición —dice Eli Suárez sobre “Ciudad oculta”—, porque hay seis temas inéditos de Korneta y seis temas míos. Como compositor yo había empezado a escribir en el disco anterior, pero participé con una sola canción. Esta vez se da algo muy particular, un diálogo entre mis canciones y las de mi viejo, que es como revisar nuestra historia y seguir adelante desde lo más profundo de nuestras raíces, como nos gusta decir a nosotros. Buscamos que esta transición, la que representa este disco, no deje en el camino la esencia de la banda”, explicó.
En un tema de “Ciudad oculta” el cantante habla de “transmutar el dolor en poesía”, y también le dedica una canción a su padre, “Pájaro y campana”. En ese sentido, admitió que largarse como compositor fue “como elaborar un duelo”, y aseguró que “la música es un refugio, una especie de bálsamo” ante la pérdida. “Yo tenía un exceso de timidez, porque el compositor siempre había sido mi viejo, y yo tenía muy claro mi rol en cuanto a los arreglos musicales, o hacer coros o tocar la primera guitarra. Yo componía música instrumental y tenía una pequeña participación en los discos, pero nunca me había puesto a hacer letras. Todo ha ido decantando en forma natural. A nivel psicológico tuvo muchísimo que ver el tema de elaborar el duelo, de comprender que ese rol de compositor me tocaba a mí por un fluir que tiene la vida misma. Tuve que hacer un trabajo interno, porque yo no quería sentir que estaba invadiendo un espacio que siempre había sido de mi papá”, reconoció.
En junio pasado, los Gardelitos debutaron en el escenario del Luna Park, después de 19 años de carrera. “Ese recital nos tocó una fibra muy íntima, y fue especial porque en este disco nos reafirmamos en nuestra propuesta”, aseguró Eli Suárez. “Tocar en el Luna suele ser sinónimo de éxito, de cierto glamour porteño. Nosotros siempre le esquivamos a eso, por el perfil bajo que tenemos. Pero nos gustó jugar con esa paradoja, la de estar presentando un disco que se llama «Ciudad oculta» en el Luna Park, porque seguimos siendo fieles a nosotros mismos. Sabemos que mucha gente que estaba ahí es del conurbano y del interior del país. Y lo hicimos a nuestro estilo, de manera independiente, con una entrada popular, y la entrada incluyó el disco para que la gente pueda acceder fácil al formato físico”, se explayó.
Por otro lado, la banda sigue comprometida con los recitales solidarios, un sello que lleva desde los comienzos de su carrera. “Siempre que podemos lo hacemos. El 8 de octubre participamos en un festival que organizó la gente de Conduciendo a Conciencia. Estuvo buenísimo porque la entrada era totalmente a beneficio. Hace algunos años, en Rosario, cobramos una entrada muy barata y pedimos un alimento”, recordó el cantante.
Absoluta libertad. A los Gardelitos los etiquetaron como una banda “barrial y rollinga”, pero ellos se inventaron el rótulo de “rock sudaka”. En su último disco disco conviven el rock, el tango, la canción y el chamamé, y se animan a sumar nuevos instrumentos como el arpa paraguaya, la clave y la flauta. “Nosotros nos pusimos la etiqueta de «rock sudaca» como una broma y también porque significa que podemos hacer lo que se nos ocurra”, dijo Suárez. “Podemos abordar distintos géneros con absoluta libertad y no tenemos que estar rindiendo cuentas a ningún ortodoxo, lo hacemos a nuestra manera. Somos muy conscientes de que lo que hacemos es un rock de acá, que describe nuestra mirada sobre los tiempos que corren, desde esta parte del mundo que es América del Sur, y al mismo tiempo podemos jugar con los estilos y sonidos que son propios de nuestra tierra. Esa mezcla se da naturalmente, nosotros lo dejamos fluir. Con esa etiqueta también podemos revertir un término despectivo como sudaca y transformarlo en algo positivo que nos identifique”, concluyó.