El encierro, el olvido, la locura, y a pesar de todo, el afecto. Esta es la temática que aborda “Los opados”, la obra escrita y dirigida por Adrián Almaraz que se estrena hoy. Julio Cejas, Flavio Elías Soso y Juan Pablo Cabral personifican a tres internos de un hospital de salud mental que, desde su habitación, a través de la observación y el conocimiento del afuera, forjarán sus propias concepciones del mundo. La puesta ensaya una fuerte crítica al sistema de los neuropsiquiátricos, pero también busca rescatar el valor del amor fraternal entre los personajes.
“Hay un intento por provocar la apertura al debate sobre la cada vez más vigente problemática de la anormalidad y la normalidad”, dice Adrián Almaraz. “La obra busca reflejar esa sensación de desolación y el olvido inhumano y bestial por parte de un otro supuestamente civilizado, que se encuentra afuera reglando la vida interna del psiquiátrico. Al mismo tiempo, estas tres personas depositadas en el hospital, frente al desamparo, delimitados por la opresión de un sistema cerrado, logran a través del juego recuperar la capacidad de resistir. En el fondo se trata de transmitir un mensaje esperanzador a través del retorno al vínculo afectivo”, explicó.
Los protagonistas de esta historia son Nerón, Tognazzi y El Alemán. “Son tres sobrenombres de los seres reales que están prisioneros de ese lugar”, acotó el director. “Nerón es un líder nato, un hombre hosco y malhumorado, con rasgos de megalomanía. Tognazzi es un romántico, un idealista sensible. Y El Alemán es un neurótico obsesivo por el detalle, por recordar cada cosa que pasa, y parece oficiar de mediador”, detalló.
Estos personajes se relacionan amistosamente, con pactos de no hostilidad. “En esas instancias, los status se respetan lúdicamente y prácticamente, y se jerarquiza el rol de jefe de Nerón, así como también los grados afectivos entre ellos. Es el juego del adentro, el mecanismo al que apelan los personajes para parapetarse frente a los ataques de los superiores representados por el personal de la institución. El vínculo que los une más allá del psiquiátrico es la amistad, la solidaridad y un objetivo en común de libertad”, dijo Almaraz.
La locura siempre ha sido un tema tabú y marginal. Y eso atrajo al director, “porque tiene que ver con lo incomprensible”, aseguró. “La locura siempre se estigmatizó, por eso la primera reacción es doparla, anestesiarla. Como no se puede entender se combate, se la reprime. En la obra la locura es vista como un límite al sistema, que sobrevuela lo individual y se traslada a lo social. El personaje de Nerón les dice a sus compañeros: «¡Acá no tenemos que cumplir horarios ni rutinas, no tenemos ni trajes ni corbatas!»”, ejemplificó.
La obra también encierra una crítica al sistema hospitalario, “a la decadencia y al trato inhumano de los de afuera para con los de adentro, que se manifiesta como una imagen por contraposición de los valores, los tratamientos y la moral normalizada”, apuntó Almaraz. “El sistema hospitalario alberga a los que no se adaptan a la sociedad, pero el sistema real y el sistema hospitalario están construidos con la misma precariedad y abandono”, analizó.
Si bien el tema central es dramático, el humor se filtra como “un mecanismo defensivo”, dijo el director. “Eso también lo vemos en la conducta de «los normales», donde el chiste aparece, en muchos casos, como estrategia para descomprimir ciertas situaciones. Los personajes adoptan el rol de tres bufones modernos, con nombres paródicos”, acotó.
Según Almaraz, “Los opados” está dirigida a un público amplio, porque el espectador “se va a identificar con la necesidad de libertad”. “Nadie quiere terminar sus días añorando lo que se quiso ser. Románticamente deseamos que la gente se reconozca rompiendo ataduras materiales para poder soñar con quienes quisieron ser. En toda familia siempre hay alguien que tiene características que se salen de lo normal, que pasa a ser el chivo expiatorio, y desde ese lugar se festejan las ocurrencias de ese personaje, pero siempre y cuando esa locura esté dentro de los márgenes permitidos. Si sobrepasa estos límites, entonces se supone que hay que aislarla y transformar al loco en «opado»”, concluyó.