El doble juego de una misma pareja
En un principio todo parece estar en su justo lugar, en los horarios pactados, en los acuerdos, en el consenso que dice establecer la rutina de una pareja atemporal.
14 de julio 2013 · 01:00hs
Aél no le conviene llegar antes de la oficina. Es probable que se encuentre con la temida escena, la que no quiere ver pero desea espiar, la escena que se esconde del otro lado del biombo, desnudando detrás de la confusa transparencia una de las grandes verdades de las que nadie se salva.
Dicen que de la muerte y de los cuernos nadie se salva. Algo de esa frase puede estar resonando a cada minuto en uno de los estrenos teatrales de julio: “Una versión de El amante de H. Pinter”, que se presenta cada viernes a las 21.30 en el nuevo Espacio Bravo, un mágico caserón ubicado en Salta 1857.
Hombre, mujer, amantes. Los dos, tres, cuatro personajes de esta historia comienzan a parecerse, a espejarse. No se mezclan, como el agua y el aceite. En un principio todo parece estar en su justo lugar, en los horarios pactados, en los acuerdos, en el consenso que dice establecer la rutina de una pareja atemporal.
Detrás del biombo, abajo de la mesa, afuera de esa casa que navega sin brújula. La historia de la monogamia parece proyectarse a través de un trenzado caleidoscopio que dibujara el escritor Harold Pinter en 1963 retratando el altisonante vínculo de una pareja de la campiña inglesa, que puede inferir de modo inductivo hacia una impresión casi general -y occidental- de las complejas tramas que sostienen a un matrimonio.
Fragilidades y fortalezas. En esta historia de dos, los juegos de rol estallan en forma permanente. Los latidos del disfraz y la fantasía adquieren una profundidad tal que va poniendo en una vitrina reluciente a los celos, a la paranoia, al maltrato y la locura. Toda la fragilidad y la fortaleza de un vínculo amoroso se corporiza delante de nuestras narices para probarnos, ahí donde podemos verificarnos o simplemente mirar para otro lado. Ahí donde los personajes ya están mezclados.
“Una versión de El amante de H. Pinter” es de esos trabajos en el que la cercanía del espectador con los actores contribuye a mejorar la historia. Las interpretaciones de Adriana Frodella y Matías Martínez facilitan ese vuelo, conjugando dos estilos que se despegan fuertemente del realismo, potenciando un avistaje a otros pequeños mundos, con matices y momentos que llegan a rozar el humor y el extrañamiento. Pero principalmente, entre el whisky, las batas y los muebles de madera, se aprecian dos actuaciones en pleno goce.
Dirigida por Federico Tomé, esta ficción creada por un matrimonio que intenta sobrevivir mediante las fantasías del morbo y la humillación, se presenta para despabilarnos a pinchazos en la previa del viernes a la noche.