A Raúl lo conocí en la facultad de Bellas Artes, apenas me vine a Rosario, en mi primer año, estábamos en la misma división. Había varias divisiones, pero todos caímos juntos ahí. Era un grupo de amigues muy talentoso: Raúl D'Amelio, Silvina Buffone, Aurelio García y un montón más. Yo era el que menos experiencia tenía, el más pichón. Apenas llegué pegué mucha onda con Raúl, era muy generoso y sabía muchísimo de dibujo y pintura. Hacía cosas para Fierro y para mí, era un delirio conocer a alguien que publicara en una revista tan grossa, tenía un talento increíble. Un día llegamos a hacer una muestra que consistió en pegar en los baños dibujos porno para ver la reacción. Ese laburo, que generó un kilombo tremendo, terminó en que arrancaron los dibujos de los baños. Nos teníamos mucho cariño y respeto porque compartimos una época hermosa y de mucha libertad en nuestras vidas, como era la universidad en los 80, en la vuelta de la democracia. Bellas Artes era un lugar maravilloso, los profesores eran divinos. Después, nuestros caminos se separaron, pero hablábamos mucho cuando nos encontrábamos. Raúl era un negro divino, súper carismático y sexy, tenía una cara, una boca y una manera de hablar increíble. De su obra no voy a hablar porque ya todos sabemos que era extremadamente bueno, de su obra que hablen otros. Lo que sí me acuerdo es del día que me regaló un dibujo que hizo en tinta china y pasteles, yo siempre le decía que esa iba a ser mi jubilación. Y se lo dije treinta años atrás. Por supuesto que lo tengo todavía.