"El brindis": La vida es un cómic, o cómo reírse de la mala suerte

El autor de la novela “El discurso” en la que se basa la película “El brindis” es el francés Fabrice Caro, muy conocido en su país como Fabcaro por sus tiras cómicas. Autor además de cuatro novelas, el propio Fabcaro reconoció en una entrevista con The London Magazine que su prosa es lo opuesto a lo cinematográfico. Sin embargo, el director Laurent Tirard hizo un mix sorprendente entre literatura, cómic y cine en la brillante adaptación de una novela de Caro escrita en 2018. El resultado es una comedia en sintonía con otras exitosas propuestas francesas del mismo género como “La familia Belier” o “Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?”.

Apoyado en un guión y un montaje dinámicos, con saltos temporales y un humor constante entre absurdo e irónico, la película parte de una anécdota de lo más común. El protagonista es Adrien (Benjamin Lavernhe) un hombre de 35 años, al que su pareja Sonia le pide un “descanso” en la relación. La crisis existencial que desata el abandono se acentúa cuando durante una comida familiar con sus padres y su hermana, su futuro cuñado, le pide que de un discurso durante la fiesta de casamiento.

Tirad, también guionista del film, abordó el texto y la puesta en escena con actitud irreverente y asumió la dirección de igual manera, desarrollando cada situación hasta el límite, con el protagonista hablando regularmente a cámara, todo con la cooperación de un elenco de extraordinarios comediantes, algunos de ellos miembros de la Comedia Francesa.

Así, cuando Sonia le informa sin ningún preámbulo que lo deja, Adrien cuenta a cámara cada etapa que sobrevendrá -desesperación, ira, resignación-, luego imagina futuras y generalmente desastrosas citas y finalmente improbables escenarios para la reconciliación con Sonia, todo con su correspondiente representación, como si cada situación fuese una viñeta animada.

De la misma forma Tirard desarrolla cada etapa del derrotero de Adrien, pasando por sus dudas y los posibles escenarios que su discurso podría generar, además de la pesadilla que supone pasar por la iglesia, el brindis y -lo peor- el trencito y el baile con invitados entusiastas. O la forma en que tradicionalmente se desarrollan las charlas en casa de sus padres, con su madre lanzando un tópico, su hermana un comentario autorefencial sobre ese tema, su cuñado la nota científica, su padre una ilación interminable de anécdotas aleatorias y Adrien algún comentario al azar, sólo para dejar constancia que sigue allí.