“El amor después del amor”, la serie biográfica sobre Fito Páez, es furor. Además de ubicarse entre lo más visto en Netflix en Argentina, se instaló en las conversaciones cotidianas y generó todo tipo de análisis. Para los espectadores más jóvenes, significó la posibilidad única de ver de cerca una época dorada para el rock nacional. Para los más grandes, resultó un viaje en el recuerdo. Para los creadores, fueron años de trabajo arduo e intenso, que incluyeron 125 días de rodaje entre enero y julio del 2022. Los directores Felipe Gómez Aparicio y Felipe Tobal, en diálogo con La Capital, hablaron del detrás de cámara de la ficción del momento.
Para el público rosarino, el vínculo inmediato y visceral con la historia de Fito Páez es a partir de la ciudad. Rosario es el marco omnipresente de la biografía del músico, ese faro siempre presente en su vida, y eso puede verse en la serie, que repasa la infancia y juventud del músico en la ciudad antes de irse a Buenos Aires. Aunque con un pequeño detalle: no fue filmada en territorio rosarino.
Felipe Gómez Aparicio asegura que hicieron un scouting (búsqueda de locaciones) muy fuerte en la ciudad y que vieron todos los lugares reales. “Lo que nos pasaba es que cuando cerrábamos los planos que queríamos hacer, con los lentes que usamos, y por el desenfoque que tenemos en los fondos, termina sucediendo que prácticamente no te das cuenta dónde es nada. Y tampoco queríamos meter planos que fueran turísticos, como del Monumento”, cuenta uno de los directores. De esta manera, se dieron cuenta que podían replicar la Rosario que tenían que mostrar en lugares de Buenos Aires, y eso les permitía sumar una semana de rodaje al evitar los tiempos de traslado.
Además, donde estaba la casa familiar de los Páez ubicada en Santa Fe y Balcarce, hoy hay un consultorio de estudios médicos. La falta de ese exterior original, como de muchos otros lugares clave de la historia de Fito en la ciudad, no justificaba mover a un equipo enorme a Rosario, con los tiempos y costos que eso significaba para el proceso de producción. “Sí tuvimos el cuidado de que todo se parezca al lugar que tenía que ser”, asegura por su parte Gonzalo.
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Felipe Gómez Aparicio y Gonzalo Tobal, directores de "El amor después del amor", hablaron del complejo proceso de producción.
Julieta Horak.
“Nos hubiera encantado filmar en Rosario. Siempre arrancás queriendo hacer todo donde es pero tenés que luchar contra la realidad material”, explica Tobal. Las demandas y dinámicas “locas y frenéticas” de filmación no sólo alejaron a “El amor después del amor” de Rosario, sino de otros puntos importantes para la historia como Río de Janeiro (donde Fito se entera del crimen de su familia), Punta del Este (donde conoce a Cecilia Roth) o La Habana (donde el músico se aloja con Pablo Milanés). “Originalmente se iba a filmar todo en Uruguay, pero ese viaje se suspendió dos veces durante la filmación. Para cuando se iba a ir, que era el final del rodaje, ya era julio y hacía un frío tremendo con lo cual ya no se podía filmar nada de la playa ni el mar”, relata Gonzalo. Todas esas locaciones se terminaron filmando en Santa Marta, Colombia, donde el clima tropical permitió grabar sin problemas.
Gonzalo y Felipe no se conocían antes de este trabajo, pero congeniaron desde el primer momento. “Íbamos para el mismo lado con todo. No había mucha duda con respecto al tono que le queríamos dar, con qué no queríamos que se parezca, a qué sí, con qué personas queríamos trabajar”, afirma Gómez Aparicio, que adjudica algo “mágico” en el mundo Páez que permitió semejante sinergia.
“Fue tan fuerte el proceso que nos hermanó mucho. Hubo momentos en que nos dijimos mutuamente ‘Menos mal que estás vos’. Fue muy intenso”, suma el director. Para sobrevivir a 125 días de filmación, asumieron una dinámica de alternancias por semanas: mientras uno lideraba el set, el otro descansaba, “recuperaba un mínimo de cabeza”, y avanzaba con la pre producción de lo que seguía en el plan de rodaje. En este sentido, Aparicio aporta que para proyectos de esta escala, defiende mucho la modalidad de doble dirección. “Con algo de esta dimensión, hay momentos en que sentís que te come si no podés relevarte o descansar en el otro para ciertas cosas”, confiesa.
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Felipe Gómez Aparicio y Gonzalo Tobal, directores de "El amor después del amor", hablaron del complejo proceso de producción.
Julieta Horak
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Uno de los acuerdos clave de la dupla de dirección para la serie fue la decisión de grabar todas las secuencias musicales en vivo, y no con playback como suele hacerse en cine. Después de hacer “una investigación juntos de todas las biopics que se habían hecho”, Gonzalo y Felipe descubrieron que ese era el punto clave donde buscarían hacer la diferencia. Y la hicieron. Según cuentan, esto fue un desafío enorme porque implicó sumar técnica de grabación musical a un rodaje cinematográfico que de por sí era enorme.
“Al principio nos decían que no, que era imposible. Por suerte, nosotros insistimos para eso y tuvimos la suerte de contar con gente zarpada”, recuerda Gonzalo, en referencia al equipo de producción musical conformado por Carlos Vandera y Diego Olivera, y a Gustavo Borner, el responsable de mezclas finales que hace años brilla en este trabajo en grandes producciones hollywoodenses. Además, destacan que para esta “locura”, contaron con el apoyo de la productora Mandarina, el showrunner Juan Pablo Kolodziej y Mariano Chihade
Esto significó que en el trabajo de casting, se priorizara “la elección de músicos por sobre actores para todas las bandas”. Una vez conformadas, preparaban los temas junto al equipo de producción musical, de manera de llegar al día de filmación como si se tratara de un verdadero show o ensayo. También implicó buscar ir a favor de eso desde el rodaje y el tono de las escenas. “Queríamos que se sienta un ensayo de verdad, no lo que se ve muchas veces en las biopics que se siente muy acartonado. En cambio acá los músicos tocaban, se filmaba y eso tiene totalmente otro color”, puntualiza Tobal.
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Felipe Gómez Aparicio y Gonzalo Tobal, directores de "El amor después del amor", hablaron del complejo proceso de producción.
Julieta Horak
Al rememorar el proceso, aparecen historias y anécdotas de todo tipo. En la pre producción, se reunieron con Páez todos los días varias horas a lo largo de un mes. Allí no sólo aparecían sugerencias y pedidos referidos a la historia por parte del músico, sino también referencias visuales. Como buen cinéfilo, y como director de cine, Páez hablaba de Cassavettes, de David Lynch, e insistía en incorporar un tono más bien fantástico siempre que se pudiera. Para la secuencia pesadillesca que abre el capítulo cinco, los directores incorporaron, a pedido de Fito, un guiño a la película “Fresas salvajes” de Ingmar Bergman.
Respecto de la exitosa recepción de la serie, Gonzalo y Felipe aseguran que todavía están procesando las repercusiones y que están enormemente agradecidos con los constantes “mensajes de amor increíbles de la gente que la ve”. Sin embargo, Felipe destaca:
“Lo más lindo de todo es que pudimos hacer es que, como dice Fito, algunas canciones volvieran a los walkman. Eso es algo para nosotros espectacular porque somos fans de todos los artistas que aparecen ahí”. Además, relatan que tienen un grupo de Whatsapp con los actores que funciona como una suerte de “terapia de grupo” para procesar la vorágine de la exposición.
“Muchas gracias a Rodolfo Paez, a su familia, y a Mandarina por confiar en nosotros para hacer esto”, cierra Felipe. “Y disculpas a la gente de Rosario que no pudimos filmar ahí”, concluye Gonzalo.