Leonel Capitano es sinónimo de tango en Rosario desde hace más de dos décadas. Como cantante, bandoneonista y compositor construyó su propia trayectoria a través de ocho discos, colaboraciones con otros jóvenes talentos y giras por Europa y Latinoamérica. Pero ahora, a todo su bagaje musical, el rosarino le suma una nueva faceta: este viernes 22 de abril a las 20.30 se estrena en el cine El Cairo, con entrada libre y gratuita, el documental “Son Tango”, la primera película de Capitano como productor ejecutivo y director, una tarea que comparte con el realizador debutante Juan Pablo Tabbita.
“Son Tango” se rodó íntegramente en Cuba entre abril y mayo de 2019, cuando Capitano y el joven pianista y compositor porteño Agustín Guerrero hicieron una gira por la isla. Durante ese recorrido el mismo cantante y Tabbita registraron 120 horas de material con un objetivo claro: reflejar a la singular sociedad cubana desde la óptica y la estética del tango, buscando los puntos que hermanan al 2x4 con el son, y donde se entrecruzan el ritmo y la melancolía. En los 73 minutos del documental desfilan músicos y personajes de todas las edades que disfrutan de la música del Río de la Plata desde una geografía que parece (pero no lo es) ajena al género, mientras Capitano se mete en la Cuba profunda, del interior, para encontrar a un canoero amigo y cumplir una promesa.
En charla con La Capital, el músico habló de su vieja relación con Cuba y de las motivaciones que lo llevaron a embarcarse en esta aventura artística.
—¿Cómo nace el proyecto de este documental?
—Este documental tiene una gran relación con mi vida musical, no es que yo ahora haya cambiado de rubro (risas). Mi lazo con Cuba es muy estrecho y lo vengo sosteniendo desde hace más de diez años. Fui por primera vez a grabar un disco en vivo con Joel Tortul, pero desde mucho antes el magnetismo que genera Cuba había estado presente en mí. Al mismo tiempo con los años conocí a Juan Pablo Tabbita, el codirector de esta película, y en su momento generamos algunos proyectos audiovisuales como la saga “Guerrilla cultural”. Antes de este documental yo había ido a Cuba seis veces y Juan Pablo dos. El fue allá como fotógrafo y también filmó algunas cosas. Con él empezamos a pensar este proyecto y lo incorporamos a Agustín Guerrero, un músico y compositor de tango de este siglo, muy reconocido, muy disruptivo y también conocedor de la tradición. Tomamos como base filmar una gira nuestra por Cuba, y registrar además los encuentros con los músicos y los personajes cotidianos de la isla.
—¿Qué se propusieron mostrar? ¿Cuál era la intención?
—Nosotros queríamos ejercer una mirada de Cuba desde una óptica diferente a lo que se suele mostrar habitualmente, que es una Cuba relacionada a lo festivo. Le esquivamos completamente a la Cuba turística, porque no nos gusta ni a Juan Pablo ni a mí. No es que nos esforzamos por no enfocar el malecón, pero como nos gustan otras cosas de la isla, el documental va por ahí, por esos recovecos culturales que también nos dio el tango. Nosotros queríamos mostrar una Cuba profunda, una Cuba emocional, culta y que pasa grandes necesidades. A esto lo enmarcamos en dos canciones que compuse para el documental: “El sueño y la vigilia”, que refleja un poco el carácter onírico de la película, y “Cayuquero del Yumurí”, un tema que le dediqué a un canoero que conocí allá. Una cayuca es una canoa cubana. A este canoero lo conocí en un pequeño lugar que se llama Boca del Maizí, que está donde termina Cuba, en la parte más oriental de la isla. Ahí me hice amigo de él y le prometí que le iba a escribir una canción. Pero el canoero no tenía celular ni nada de eso, era imposible comunicarme con él. Pasó el tiempo, yo compuse esa canción, fuimos a La Habana, la grabamos con músicos cubanos, y uno de los troncos argumentales del filme es el recorrido de más de mil kilómetros que hicimos por Cuba para intentar encontrar a este canoero sabiendo sólo su nombre y el pueblo donde vivía.
—¿Cómo es el vínculo de los cubanos con el tango?
—La presencia del tango en Cuba es muy fuerte desde siempre. Gardel muere en Medellín semanas antes de debutar en Cuba y de hacer ahí un mes entero de actuaciones. Ya habían llegado sus películas a la isla y él era un verdadero ídolo en La Habana. Luego hubo un gran desarrollo del género con orquestas de tango en Cuba, con bandoneonistas cubanos incluso. Las películas de Libertad Lamarque y Hugo del Carril eran un éxito allá y también las giras de Pugliese y de Piazzolla. Además hay muchas versiones en ritmo de son de algunos tangos, como “Niebla del Riachuelo” y “Las cuarenta”. Y ahora está emergiendo un movimiento nuevo, de gente joven, que son milongueros: la gente que va a bailar a las milongas como un baile social. Bailan en la calle y en algunas galerías de arte, y la gente que va de turista a Cuba sabe que hay tango y se arrima a bailar también. Eso lo mostramos en el documental, y además quisimos unir la tradición del tango como género latinoamericano, reivindicando su carácter de raíces africanas. En la cantidad de vertientes que construyen el tango, la música africana es predominante. Lo que ocurre es que el tango tuvo, a partir de finales del siglo XIX y comienzos del XX, una gran influencia de la inmigración italiana, y eso trajo consigo características que al tango lo vuelven un poco más prescindente de la percusión y más cadencioso, a lo que se le suma que fue una música con gran rebote en Europa.
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El documental muestra al tango en la vida cotidiana de Cuba, como en las milongas callejeras.
—¿Cómo se financió la película? Por lo general esa es la parte más compleja de cualquier proyecto audiovisual...
—Los recursos fueron los que yo conseguí cantando en Europa. A lo largo de giras que vengo haciendo desde hace unos quince años pude juntar un dinero que, inicialmente, lo tenía pensado para hacer un gran disco con orquesta, pero después lo destiné para el documental porque se dieron todas las condiciones para ir a Cuba. Conseguimos una serie de permisos, como el permiso para llevar micrófonos inalámbricos, lo cual es todo un tema en Cuba, porque se han usado para el espionaje, entonces son cautos con eso. Nosotros llevamos nuestro propio material: fuimos los sonidistas, llevamos tres cámaras y también tuvimos la ayuda y el asesoramiento de amigos cubanos. Lo más caro de todo fueron los pasajes. Las otras cosas las hicimos “a lo cubano”, sacando recursos de donde no había. Juan Pablo (Tabbita) editó toda la película y la producción musical la hicimos nosotros. Lo único que ganamos fueron 75 mil pesos de Ventanilla Continua, que es un programa de fomento de la provincia de Santa Fe. El resto está financiado por mi trabajo como músico.
—¿Cuál es el camino que sigue ahora “Son Tango”? ¿Tiene más posibilidades de proyectarse?
—En El Cairo se hace un estreno único y también va a haber una proyección en Alcorta el 20 de mayo. Después el documental se viene conmigo a Europa por cuatro meses, porque voy a estar de gira a partir de junio. Tenemos presentaciones confirmadas en ciudades como Berlín, Hamburgo, Munich, Barcelona, París, Luxemburgo y Amsterdam. El documental además ya fue seleccionado para el festival de cine independiente de Roma. Como está entrando a los concursos todavía no puede estar a disposición en ninguna plataforma. Cerca de fin de año veremos si se puede pasar por televisión, eso sería buenísimo.
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