Platón hace un punteo sobre una base de teclados de Charly García, al costado Spinetta elabora un pensamiento luminoso mientras el que toca el bajo es nada menos que un tal Nietszche. Encajan, desencajan, como la vida.
La filosofía es la forma de razonar o entender la vida. Darío Sztajnszrajber es un filósofo interesado en sacar la filosofía de sus claustros y llevarla a lo más cotidiano, al lugar que pertenece, y en ese espacio habita también la expresión cultural que identifica a varias generaciones: el rock. “La filosofía tiene mucho de rock”, afirma el también conductor del ciclo “Mentira la verdad”, que tendrá su tercera temporada por Encuentro en 2014. Y con ese carácter llega “Desencajados”, el espectáculo que se presenta hoy, a las 21.30, en el Gran Salón de Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza).
El show de hoy contará con la banda encabezada por Lucrecia Pinto en voz, más Guillermo Martel en guitarra, Lucas Wilders en percusión y Paco Cabral en bajo, con dirección y puesta en escena de Juan Bautista Carrer. Darío Sztajnszrajber estará al frente del grupo para relacionar cada costado filosófico de canciones del rock nacional, desde Virus, Fandermole y Divididos a Platón, Derridá y Nietzsche.
—¿Por qué “Desencajados”?
—Porque básicamente es un espectáculo que pone en conversación a dos géneros muy diferentes entre sí, en primera instancia, y que lentamente empezamos a encontrar acercamientos, sensibilidades comunes, como son la filosofía y la música. En primera instancia, tanto la filosofía como la música, parecerían tener sus propios códigos, sus propios formatos y ninguno de los dos tiene un formato teatral. Por un lado tenemos un recital de música, por otro un abordaje filosófico de ciertos temas, y lo que hicimos fue ponerlos en conversación tratando de encontrar aquellas afinidades que hagan que estos dos géneros puedan hacer un diálogo en el que siempre va a estar muy presente la diferencia específica de cada uno. Y lo llamamos “Desencajados” porque hay siempre la sensación de que hay algo que no encaja en ese diálogo, y notamos que en ese desencaje habita la belleza de lo que queremos proponer.
—¿De qué autores estamos hablando, a quiénes hacés encajar con tu discurso?
—Y, lo que vamos encontrando en este diálogo entre filósofos y músicos, primero, en el caso de la música, lo concentramos en el rock nacional, y específicamente los grandes padres del rock nacional, de los 70, 80 en adelante, como Charly García, Spinetta, Fito, Fandermole, Divididos, músicos que, de algún modo, vienen sonando hace rato. Y yo los entrecruzo con pensadores de la filosofía tanto clásica como contemporánea, como ser un Platón, un Nietzsche, un Jacques Derrida, o filósofos bien contemporáneos, más desconocidos, como el francés Jean-Luc Nancy. En las canciones del rock resuenan algunas de las ideas de estos pensadores que nos permite generar esta conversación.
—¿Por ejemplo en dónde está el punto de asociación fácilmente asimilable entre Platón y Charly García?
—(Risas) Lo que pasa es que la asociación tiene que ver, por un lado con el contenido, que es lo más fácil. Si vos tomás “Desarma y sangra”, Charly dice “no existe una escuela que enseñe a vivir”, y es todo un manifiesto filosófico. Y frente a ese verso de “Desarma y sangra” hacemos toda una reflexión, y lo más interesante es que no se agota en una cuestión de contenido, sino que la canción es cantada e intervenida permanentemente por la filosofía. En el espectáculo está eso, y es que ninguna canción empieza y termina de manera completa, ya que hay una intervención permanente de la filosofía en la música y de la música en la filosofía. No es sólo un diálogo de contenido, sino también de formato, lo que nos animamos es a crear un formato nuevo en la medida que se fusiona la filosofía con la música.
—El rock nacional incluye desde sus canciones una mirada generacional sobre la sociedad. ¿Esta es una manera de acercar la filosofía a esa juventud?
—Sí, en algún punto sí, ¿no? Me parece que para los más jóvenes es encontrar en ambas disciplinas a autores que vienen diciendo cosas hace rato, pero aún a ambas experiencias la experiencia de la transgresión, de la ruptura, de lo que Nietzsche llama “hacer filosofía a martillazos”. Todos los temas de la filosofía que nosotros tocamos son temas que, haciendo gala del título del espectáculo, buscan hacer desencajar las intuiciones inmediatas que tenemos sobre algunos de los valores más cotidianos que nos rodean. Desmontamos la idea que tenemos del amor, de lo real, del tiempo. No es una clase de filosofía ni una legitimación del status quo, todo lo contrario, es un espectáculo que lo que intenta es tirar abajo esa forma cotidiana de considerar estos temas, y sobre todo esta música y estos compositores, que han seguido también esa línea en su obra. Nos ayuda mucho a que el objetivo se cumpla, ¿no?
—Alguna vez Charly aludió a la filosofía muy concretamente al titular su disco “Filosofía barata y zapatos de goma”.
—Fue un tema que pasó por nuestra cabeza, pero no lo tocamos porque no nos alcanzaría todo. Pero ese disco está lleno de muchas letras filosóficas, como “Reloj de plastilina”, que hace permanentemente invocaciones hacia el sentido de la vida, de la existencia, el nacer, para qué estoy vivo. Pero tuvimos que hacer una selección y tiene que ver con los temas que tocamos. Si estamos tocando el tema del tiempo, vamos a la tierra de Fandermole, que escribió una canción clave, que es “Cuando”. Es toda una proclama de cómo consumir el tiempo por fuera de su productividad, también trabajamos “Qué ves”, de los Divididos, y después una de Fito, que se llama “DLG”, que es como una baguala.
—¿No considerás que los grupos de rock actuales tienen menos filosofía que aquellos de los 70, o bien los 80?
—Yo tengo una postura, si querés más optimista. Me parece que hay formas muy diversas que responden a distintos tiempos y donde esa filosofía de la transgresión y del cuestionamiento fue encontrando sus lenguajes. Por ejemplo, Virus, si uno se queda con la lectura más superficial de pensar sus letras como ligadas al placer y al entretenimiento no está viendo que detrás de un Virus que surge en plena dictadura, en La Plata, en los años 70, había una búsqueda del disfrute del placer del cuerpo y de la rebelión, incluso estética, que está tratando de resguardar una zona de libertad frente a una dictadura que básicamente fue una dictadura de apropiación de los cuerpos. Hay formas en la que nos sentimos más cómodos, pero van cambiando los tiempos y van apareciendo siempre grupos que, en consonancia con los valores dominantes de cada época, van encontrando su fisura.
—¿Siempre hay una filosofía propia de cada etapa del rock?
—No hay un rock en un sentido claro, universal o general, creo que la cultura es siempre cultura de la diversidad y de la localización, en filosofía usamos la palabra facticidad. El rock siempre supone una cultura de la facticidad, está situada en contextos bastante particulares. Ustedes, por ejemplo, en Rosario, tuvieron una movida en los 80 con el rock, que tiene que ver con la problemática específica de Rosario. Que después esa voz rosarina haya resonado en todo el país también tiene que ver con algo, con algo de lo que se fue generando en Rosario, que terminó siendo una voz que por suerte pudo resonar en todo el país, pero toda expresión cultural no deja de ser siempre una expresión de su tiempo y de su lugar.
—¿Qué otros ejemplos además del de Rosario podrías citar?
—Por ejemplo Sumo fue toda una expresión bastante filosófica del rock y que tenía una bajada típicamente porteña, de ciertos barrios de Buenos Aires, y el rock más pesado también tuvo sus expresiones. Lo que siento es que el rock nacional siempre ha tenido un mensaje, fue una música que ha intentado excederse a sí misma, decir algo más que la musicalidad propia del arte, siempre ha querido ser una expresión de otra cosa, motivar, provocar. Puedo tomar muchos de los grandes protagonistas del rock nacional y encontrar una invocación a un estilo de vida o a una crítica a determinados valores, y se le ha dado una riqueza muy particular. La filosofía tiene mucho de rock.
—La idea tuya es sacar la filosofía de la biblioteca y destinarla a la gente, lo que hacés también a partir de tu programa “Mentira la verdad”?
—Sí, “Desencajados” es una posta más vinculada con sacar a la filosofía de sus claustros, y que recupere algo de su condición originaria. Porque con la burocratización del saber filosófico se fue perdiendo su origen, que tiene que ver con aquellas preguntas presentes en la vida de cualquier persona. Hacer filosofía no es algo para especialistas, sino es propio del ser humano en su condición finita, porque implica la capacidad y la potencialidad de hacernos aquellas preguntas que sabemos que no tienen respuesta y que hacen a su condición existencial. Los temas de la filosofía son los mismos desde hace tres mil años, desde que nacía la filosofía en Grecia: el amor, la muerte, la felicidad, el bien, la libertad.
—¿Cuál sería entonces la gran pregunta de la filosofía?
—La pregunta más fundamental es tratar de entender por qué la vida humana se ha estructurado de esta manera y no de otra. Esa sigue siendo una pregunta sin respuesta, que muchas veces dejamos de realizar. Hacer filosofía no es responder, es al revés, hacer filosofía es tomar aquellas certezas que se nos presentan con cierta obviedad en la vida cotidiana y hacerlas estallar.