Los humoristas españoles Andreu Buenafuente y Berto Romero, que hace diez años conducen el exitoso programa de comedia radial “Nadie sabe nada”, estrenaron en HBO Max la primera de las tres ediciones especiales que en julio pasado grabaron en Argentina y en vivo frente a sus seguidores locales en el porteño Teatro Picadero con la presencia del periodista Andy Kusnetzoff como invitado especial.
“Yo en Buenos Aires me lo tomé con mucho respeto y con un cierto miedo, porque es un público que me parece que tiene un nivel intelectual alto, y un nivel de exigencia muy alto. Esperaba una forma ingeniosa, rápida, veloz. Tenía esa sensación de «hostia, le tengo que gustar a esta gente que es la NBA»”, aseguró Romero, acompañado por su colega.
Junto a otros dos capítulos filmados en el Teatro La República de la Ciudad de México, el dúo -que ya había trabajado en “Buenafuente”, “En el aire” y “Leit motiv”, todos ciclos de entrevistas tipo late night- cruzó por primera vez el Atlántico para desplegar las improvisaciones sobre la vida cotidiana, anécdotas insólitas, charlas con invitados, chistes internos y hasta pasajes musicales que componen el formato.
Justamente, esos recursos que juegan con el absurdo diferenciaron a la propuesta y la erigieron como una de las más escuchadas en España, donde ambos conductores son nombres instalados en el terreno del humor. Para la TV, Romero actuó en “Con el culo al aire” y luego creó y protagonizó “Mira lo que has hecho”, mientras que en la pantalla grande participó de la popular “Ocho apellidos catalanes” (2015); así como Buenafuente, que en cinco ocasiones encarnó a Dominguero en la famosa saga “Torrente”, de Santiago Segura.
La química entre los dos no sólo le aseguró a “Nadie sabe nada” su extensión en el tiempo sino también una fuerte expansión mediática, que le sumó a su emisión original a través de la cadena SER una versión podcast, otra televisiva en YouTube y, desde el año pasado, el paso al streaming con su presencia en HBO Max.
En ese camino, el ciclo aprovechó las nuevas posibilidades que le ofrece ese salto para viajar a los pagos argentinos -con paseos por La Boca y el cementerio de la Recoleta, entre más-, y conjugar sus sketches y pasajes habituales con el divertido e inevitable choque cultural y lingüístico nacido de la experiencia.