—¿Cómo ve el momento por el que atraviesa Europa?
—Europa está muy mal. Hemos vivido unos años de cierto esplendor en los que parece que algunos se han gastado lo que no debían gastarse. Finalmente está pagando toda la sociedad, incluso los que no han gastado: están pagando recortes en sanidad, en las cosas fundamentales para el ser humano.
—¿En un marco social tan duro a quién puede cantarle hoy?
—Hay mucha gente cantando en Europa y ocupándose de las cosas que pasan. Lo que es difícil es seguir cantando esas canciones y componiéndolas, y encontrar los medios masivos de comunicación que difundan ese trabajo.
—¿Se dedicó a producir espectáculos en prevención de lo sucedido en sus primeras épocas, cuando fue perseguido?
—No. La verdad es que tuve problemas cuando tuvo problemas mucha gente en España con la censura. Después hubo etapas de gran éxito y otras muy boyantes. Me dediqué a producir entre el 87 hasta el 93.
—¿Cómo hace para mantener su vigencia y no quedarse como compositor y cantante de una generación?
—Creo que eso ocurre cuando has tenido éxito en diferentes décadas. Yo empecé a tener un cierto éxito en la década del 70, también en los 80, en los 90 y en los 2000. Siempre hubo gente nueva para esas canciones nuevas. Creo que eso sucede porque canto canciones que le puede interesar a un grupo mayoritario. Eso se produce así: si la gente no quiere esas canciones pues no hay nadie que les haga comprarlas o escucharlas.
—Y con las que quiere, el público obliga al artista a convertirse en esclavo de sus propios éxitos.
—Claro. Pero eso es inevitable, porque siempre hay un tira y afloja, y tu estás queriendo cantar las cosas más nuevas y el público pide lo que más conoce. Teniendo en cuenta que a lo mejor a lo largo de mi vida voy a cantar cinco veces en Rosario, entonces no siempre va la misma gente a verte. Quizá va un día gente que quiere que Ana le cante “Lía” o “Pienso en tí” o que cantemos “La puerta de Alcalá”, y si no las escucha se va con una gran frustración a su casa. Como espectador fui a Madrid a ver a Simon & Garfunkel la única vez que han estado en España cantando, y acababa el concierto y no cantaban “Puente sobre aguas turbulentas”. Y empecé a cabrearme....(risas)
—La paradójica historia creó lazos constantes entre españoles y argentinos: a principios del siglo XX y luego de la Guerra Civil miles de españoles vinieron a la Argentina y luego, sobre finales del siglo los argentinos emigraron a España. Hoy muchos españoles llegan a la Argentina en busca de trabajo.
—Sí, es cierto. Tengo parte de la familia de mi madre (asturianos) que se fueron a vivir a Bahía Blanca. Tengo grabado en la memoria un recuerdo de los años 50. España estaba sumida en la misera absoluta y ellos nos mandaban, desde Bahía Blanca, ropa para toda la familia. Bueno; eso es la vida. En esos momenos para España era horroroso y afortunadamente la Argentina, desde el año 2001 que estuvimos aquí, se ha recuperado y está mucho mejor.
—¿Qué espectáculo presentarán en esta ocasión?
—Pues traemos el repertorio nuestro, las canciones que comentábamos antes, que el que compre un ticket quiere escuchar. Y después un repertorio que no es conocido porque la última visita nuestra fue hace diez años y hemos grabado cada uno de nosotros varios discos.
—¿Usted que fue un perseguidor de utopías allá por los 70, cree que hoy queda algún resquicio para meter una cuña de esperanzas?
—Yo creo que la gente está esperando respuestas. Por supuesto la gente aspira a un mundo mejor y mucha gente lucha por ello. Lo que pasa es que el capitalismo feroz, desde hace muchos años, no tiene nada enfrente, ningún dique de contención y la democracia se ha convertido en una especie de sombra de sí misma. Entonces la gente está muy perdida porque no tiene dónde engancharse. Ahora lo que hay son pequeñas guerras individuales o de colectivos no muy grandes, y eso se tiene que encarnar en una fuerza porque hay mucho más gente de izquierdas que de derechas.
La dueña del encanto. Dueña de un gran encanto personal, Ana Belén trabajó intensamente para no quedarse sólo con su imagen. Desde sus tempranos inicios con la canción recorrió un espectro artístico que incluyó la actuación teatral y cinematográfica, terreno en el que llegó a la dirección. Su aprendizaje escénico se basó en clásicos como Miguel de Cervantes, William Shakespeare, Moliere y Lope de Vega, entre otros.
Con la canción no fue menos exigente: giró por el mundo sola y acompañada en recordadas giras como “El gusto es nuestro”, que realizó con Víctor Manuel, Miguel Ríos y Joan Manuel Serrat. Como intérprete abrevó en distintas fuentes como la cercana de Víctor Manuel, la de Joaquín Sabina, o las de nuevos compositores como Pedro Guerra, Jorge Drexler y Jorge Fandermole; plasmó versiones en castellano de célebres temas como “El hombre del piano”, de Billy Joel y concretó grabaciones junto a Ketama y Fito Páez, entre tantos otros.
—Desde su última visita a la Argentina nada es igual en el mundo. ¿En qué cambió la propuesta artística?
—Uno va haciéndose mayor y sigues trabajando en esta profesión y aprendiendo más. Con mi último trabajo discográfico me di cuenta que vas desprendiéndote de cosas, como de accesorios que no necesitas para nada; vas más directo a lo que llamamos la almendra. Tuve un profesor de teatro que decía: “Hay que ir a la almendra”. Quizá no haces tantos alardes, vas las cosas más cercanas. Finalmente, es ir a la almendra del asunto.
—Esta es una visita casi familiar con David San José en el grupo.
—(Risas) Viene nuestro hijo David. Nuestra hija (Marina San José) que está en España haciendo teatro, decía: “¡Cómo me gustaría ir...!”.
—¿Por qué siguen cantando?
—Porque es una necesidad física. Yo soy una persona que no sé estar sin hacer nada y lo que sé hacer es esto. He aprendido tanto de esta profesión que probablemente podría estar detrás de una cámara o entre bambalinas, porque es la profesión lo que me gusta. Me ha enseñado a ser persona y me ha abierto caminos que ni yo me hubiera podido imaginar que existieran. Entonces la quiero, la amo, me siento feliz, me siento solidaria. Me siento absolutamente comprometida con mi profesión.
—Hay artistas que han contado en más de una ocasión que los momentos de crisis son los más productivos. ¿A usted le parece que las crisis valen la pena?
—No. Las crisis no deberían existir por ningún motivo (risas). Ni siquiera para componer la mejor canción del mundo. No deberían existir pero sí es verdad que en los momento difíciles aguzamos el ingenio. Y de momentos difíciles sabemos muchísimos nosotros, que hemos trabajado bajo una dictadura ferocísima y hubo que aguzar mucho el ingenio para seguir insistiendo y cantando lo que querías sin que te detuvieran, sin que te prohibieran más de lo que te prohibían. Y esta profesión sabe mucho de los problemas de la gente porque, desde que yo tengo uso de razón y estoy en ella, oigo hablar de que está en crisis. Es una profesión insegura de por sí. Lo sabemos perfectamente: ¡qué nos van a contar a los cómicos! Lo que ocurre ahora es que estamos viviendo una crisis que no sólo forma parte del mundo de la cultura; forma parte de todo un país y diría de todo un continente. Está empobreciendo el alma de la gente.
—Quizá el sistema alienta la crisis para que los artistas sigan existiendo.
—Están tratando de que sobrevivamos ... (risas).
—Como hablábamos con Víctor hay épocas en las que los latinoamericanos viajan a Europa para trabajar y otras en las que los europeos vienen a Latinoamérica.
—Sí, es difícil este momento, porque ahora mismo, en todo el mundo, parece ser que lo único que rige es el mercado entre comillas. Nuncas sabes quiénes son. Sí tienen nombre y apellido, evidentemente, pero es como un ente y se lo están haciendo pasar muy difícil a la gente que tiene menos posibilidades de resolver, lo cual es doblemente criminal y muy triste.
—Las canciones pueden ser una esperanza.
—Esperemos que los jóvenes, si se enganchan por una canción, tengan curiosidad por saber qué hay detrás de esa canción. ¡Y tantas canciones hay!