San Nicolás. — Fue toda una epopeya de fe. Pese al frío de la madrugada y al
inmenso trajín que representan 68 kilómetros de marcha, miles y miles de peregrinos, estimado por
los organizadores en unos 200 mil, llegaron ayer al Santuario Mariano para reafirmar, como desde
hace 16 años, su amor por María del Rosario de San Nicolás.
Bajo el lema "Discípulos de la Palabra, caminando por María", esta 16ª
peregrinación desde Rosario se hizo a días de celebrarse la primera aparición de la Virgen ante la
vecina nicoleña Gladys Motta, hace 25 años.
Rotura. El tractor, que conducía la carroza con la imagen de la Virgen, tuvo un
percance cerca del Arroyo del Medio en el límite entre la provincia de Santa Fe y Buenos Aires que
obligó a que ante la rotura tuviesen que reemplazar el vehículo por una camioneta de Defensa Civil.
No obstante, el inconveniente retrasó poco el ingreso de la Sagrada Imagen al mítico campito.
Bombas de estruendo y miles de papelitos al aire saludaron su aparición y, junto a la Virgen, la de
miles de peregrinos que la acompañaron unas 18 horas.
"Hace ocho años que vengo, y esta vez para rogar por la lluvia que tanto
ansiamos", alcanzó a decir entre lágrimas Orlando, un contador de Armstrong, mientras contaba las
penurias de la caminata y de su inmensa felicidad por haber llegado.
Con la fe intacta.Apoyados en bastones, acostados en pleno campito y tapados con
frazadas, con los pies ampollados pero con la fe intacta, los miles de peregrinos asistieron casi
con estoicismo a la misa de bienvenida celebrada por el obispo rosarino Juan Carlos Mollaghan.
Pablo vive en el centro de Rosario. Hace nueve años que repite el ritual de
caminar una vez al año hasta el santuario. Con su infaltable remera con la estampa de Minguito
Altavista es casi un ícono de esta peregrinación: "Esta vez pensaba que no llegaba, en Pavón se me
habían terminado las fuerzas, pero gracias a la Virgen pudo llegar una vez más", dijo mientras se
abría la campera para dejar al descubierto una vez más a su amado ídolo televisivo.
Un poco más allá, al pie de la carroza de la venerada imagen, Hugo Díaz, un
grandote con cara de bueno y una guitarra cruzada a su espalda, también llegó para dar el presente
como otros tantos años. Esta vez no llegó empujando la silla de ruedas de Gladys, una mujer a la
que le faltaban las piernas y también representó un emblema de la fe en las últimas
peregrinaciones: "Falleció hace unos meses, pero nos dejó a todos su ejemplo de voluntad y amor",
se emocionó.
En el interior del templo, cientos de fieles se refugiaban del frío, tirados en
el piso y casi sin poder moverse por tanto esfuerzo. Muchos de ellos llegaron a la madrugada, casi
a tiempo para asistir a la misa de las 4 de la mañana. "Somos del barrio La Cerámica, e hicimos
todo el camino con el bebé en el cochecito. Todo este sacrificio lo hicimos con gusto, para
agradecer a la Virgen que yo haya quedado embarazada, y que Martín haya nacido sanito", dice
Carla.
A pedir y agradecer. Por trabajo, por salud, por la lluvia que no llega, los
ruegos se multiplicaron, en el templo, en el campito, ante cada imagen. Los cuerpos estaban
exhaustos, pero con la fe intacta en cada uno de los miles de peregrinos que protagonizaron esta
nueva epopeya de amor por la Virgen ante el Santuario Mariano.
Homilía. "Para los cristianos, la cruz es símbolo de sabiduría de Dios y de su
amor infinito, pero también es testigo mudo de padecimientos de hombres y mujeres, que sufrieron y
sufren aún persecuciones por el nombre de Cristo", dijo el obispo Mollaghan en su homilía ante los
fieles.
"Hoy la cruz está unida a las pruebas del hombre débil, del enfermo, del
necesitado, de los pobres, de los nuevos rostros sufrientes de la sociedad moderna, como los que
padecen la droga, los marginados sin techo, de aquellos que andan por el mundo sin casa rogando ser
recibidos en un pueblo o en una Nación".