Por fuera de los circuitos turísticos diseñados en torno al vino, en Mendoza
existe otra forma de vivir el vino a la que los visitantes también pueden acceder. Es en época de
vendimia cuando el trabajo de todo un año no sólo se muestra embotellado sino también en las
calles. Se trata de los desfiles vendimiales.
Primer viernes de marzo, a la noche, en el centro de la capital. Por la Vía
Blanca de las Reinas desfilan carrozas montadas sobre chasis de camiones, casi todas
esponsorizadas, provenientes de los 17 departamentos de la provincia. Todas llevan como estandarte
a la reina de la región, acompañada por las respectivas reinas de cada localidad, que forman parte
de su corte.
Todos los carruajes expresan las características distintivas de cada región, en
sus aspectos productivos o culturales. Por ejemplo, un grupo de paisanos desfila mientras cocina un
tremendo asado a la estaca que van repartiendo entre los espectadores más afortunados (se
calcularon más de 200 mil en todo el recorrido).
En la mayoría de las carrozas, además, hay músicos de cada zona en vivo. Las
reinas saludan, y también arrojan duraznos y melones, nueces y —por qué no— hasta
botellas de agua mineral. En las veredas, una multitud se agolpa al paso, algunos con pancartas y
fotos de "sus" reinas.
A la mañana siguiente, el Carrusel de las Reinas es más representativo de toda
la sociedad, y eso también se nota en los palcos donde políticos locales, nacionales y extranjeros
comparten la fiesta con la farándula y posan para las fotos que vienen desde la vereda de enfrente.
Las carrozas vuelven a pasar, pero alternando más con distintas agrupaciones (tradicionalistas,
ballets, bandas musicales) de toda la provincia y otras invitadas de países vecinos.
Tradiciones
Tamaña demostración de folclore, no casualmente emparentada a un carnaval, será
mejor apreciada por el visitante al enterarse de que estos rituales no cesan desde que los primeros
inmigrantes trajeron sus festejos a la vendimia, hasta que se oficializaron en 1936. También puede
verse en cada reina la heredera de un linaje que, de alguna manera, tiene su importancia simbólica
popular.
Y un detalle no menor en épocas de centralismo: todos los departamentos están
presentes con representación de todos los pueblos, incluso aquel que no tiene viñedos pero en el
que todos se encuentran: la capital, cuya reina no puede concursar por el cetro nacional.
Aggiornado a estos tiempos, el acto central —la noche del primer sábado de
marzo— consiste en la elección de la Reina Nacional de la Vendimia (y sus correspondientes
polémicas posteriores) y un espectáculo temático. El de este año, llamado "Nacida del Río y de la
Tierra", albergó a unos 800 artistas mendocinos (actores, bailarines, músicos y hasta la sorpresiva
participación de Mercedes Sosa, que estaba programada para la noche siguiente) en el hermoso
anfiteatro bordeado por cerros del parque General San Martín.
También allí la tradición se da la mano con la mejor tecnología de espectáculos
en una imponente escena capaz de cautivar a cualquiera pero que nadie vive —y ojalá siga
siendo así— de la misma manera que los mendocinos.
Porque, en rigor, la Fiesta de la Vendimia empieza tres meses antes en cada
pueblo viñatero, cuando los tiempos del trabajo de todo el año indican que la hora de disfrutar se
acerca. Y si el turista quiere saborear bien este festejo extraño, nada mejor que comprenderlo y
dedicarse a contemplar sin querer hacerlo propio. Es una buena forma de compartirlo.