La capital de Italia es una de las ciudades más visitadas del mundo. A sus antiguas calles, muchas de ellas empedradas, llegan turistas de todos los rincones del planeta. Recorrer sus calles es toparse a cada vuelta de la esquina con un monumento, o ruinas milenarias, lo que convierte el paseo en un verdadero viaje en el tiempo y una experiencia inolvidable.
Si uno se aloja cerca de la estación Termini, en el centro romano, quizás tenga la suerte de que al salir a caminar luego de dejar el equipaje, pueda encontrarse con una de las primeras imágenes que se aprecian en el filme “A Roma con amor”, de Woddy Allen: el Monumento Nazionale a Vittorio Emanuele II, una enorme obra realizada en honor al primer rey de la Italia unificada. Está ubicado entre la Piazza Venezia y la Colina Capitolina, y fue diseñado por Giuseppe Sacconi en 1895 e inaugurado en 1911, pero los trabajos recién terminaron entre 1924 y 1927.
El monumento está hecho con mármol blanco y tiene varias fuentes y esculturas del rey Víctor Manuel y dos estatuas de la diosa Victoria. La estructura mide 135 metros de ancho y 80 metros de altura. En la base se encuentra el museo de la Unificación de Italia.
A pocos metros, se encuentra el Foro Trajano o Foro di Traiano, considerado por muchos como una de las maravillas del mundo clásico. Lo que actualmente se pude visitar es sólo un trozo de lo que en su apogeo fue una gran zona comercial.
El edificio del mercado fue encargado por Trajano, el primer cesar de origen hispano, a su arquitecto Apollodoro a principios del siglo II de nuestra era. El complejo contaba con más de 150 tiendas que permitían a los agricultores, comerciantes y artistas ofrecer sus mercancías. Delante del antiguo shopping se puede ver una de las obras del arte clásico más hermosas que se conserva: La Columna Traiana, inaugurada en el año 113 después de Cristo para conmemorar la victoria en las campañas del emperador. La columna, el basamento y el remate miden 40 metros de altura y está cubierta de bajorrelieves que escenifican las victorias de Trajano.
Siguiendo el camino hacia el Coliseo está el Foro de Nerva, ideado por el arquitecto Rabirio. La entrada cuenta con dos columnas corintias y en el centro del foro se encuentra el Templo de Minerva. Imperdible, e imposible no emocionarse al pensar en escenas vistas a través del Séptimo Arte.
El Coliseo
Continuando con el paseo se llega a un anfiteatro de la época del Imperio romano, quizás el símbolo, construido aproximadamente en el año 70 de nuestra era. Originalmente era denominado Anfiteatro Flavio (Amphitheatrum Flavium), en honor a la Dinastía Flavia de emperadores que lo construyó, y luego lo bautizaron Colosseum por una gran estatua ubicada junto a él, el Coloso de Nerón, que ya no se conserva. Por sus características arquitectónicas, estado de conservación e historia, el Coliseo es uno de los monumentos más famosos de la antigüedad.
Fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1980 por la Unesco y como una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno en 2007. La mole tenía capacidad para 50.000 espectadores, con 80 filas de gradas. Los que estaban cerca de la arena eran el emperador y los senadores, y a medida que se ascendía se situaban los estratos inferiores de la sociedad. Allír tenían lugar luchas de gladiadores y espectáculos públicos. Se construyó bajo el mandato del emperador Vespasiano.
El anfiteatro se completó en el 80 dC por el emperador Tito, y fue modificado durante el reinado de Domiciano. Su inauguración duró 100 días, muriendo en su celebración cientos de gladiadores y fieras.
El Coliseo se usó durante casi 500 años, celebrándose los últimos juegos de la historia en el siglo VI, bastante más tarde de la fecha de la caída del Imperio en el 476 dC. El edificio dejó de usarse para estos propósitos en la Alta Edad Media, y mucho después fue reutilizado como refugio, fábrica, sede de una orden religiosa, fortaleza y cantera.
De sus ruinas se extrajo abundante material para la construcción de otros edificios, hasta que fue convertido en santuario cristiano en honor a los prisioneros martirizados durante los primeros años del Cristianismo
El Panteon
Es uno de los templos más antiguos de la ciudad y data de los comienzos del Imperio, y es un santuario dedicado a todos los dioses (de allí su nombre, pan “todos”, theos “dioses”). La entrada es gratuita y es un paseo obligado. En su interior están sepultados varios personajes históricos de la vida de la ciudad como los artístas Rafael Sanzio, y el monarca Víctor Manuel II, su hijo Humberto I y su esposa Margarita.
Fontana di Trevi
La famosa fuente romana es un imán para turistas, especialmente desde que Anita Ekberg se dio un chapuzón nocturno en sus aguas en “La dolce vita” de Fellini. Miles de turistas llegan a diario a esta espectacular fuente para tirar, de espaldas, tres monedas para que, según la leyenda, el regreso a la ciudad milenaria sea posible.
Semanalmente, voluntarios de la organización Cáritas recogen las monedas lanzadas por los turistas. El dinero recaudado se utiliza para fines benéficos. su alrededor se multiplican los vendedores de recuerdos y souvenires de todo tipo.
La historia de la fuente se remonta a los tiempos del emperador Augusto. Según la leyenda, una misteriosa doncella fue la que indicó al general Agripa el emplazamiento del manantial en las afueras de Roma. Para traer el agua a la ciudad, Agripa construyó un acueducto terminado en el año 19 aC. La fuente que se puede admirar, fue construida en el siglo XVIII por Nicola Salvi, que sorprendió a todos con su diseño.
Piazza Navona, Campo dei Fiore, Piazza del Quirinale, Las Catacumbas, el Circo Máximo son sólo algunos de los otros sitios de interés que presenta Roma, la “ciudad eterna”, sitios que recomiendo conocer personalmente ya que como dice el dicho “todos los caminos conducen a Roma”.