Algunos paseos imperdibles por la capital caribeña, desde las bellas plazas coloniales hasta un amanecer en El Malecón. Mucho más que un lugar de paso. La ciudad es para que el turista la conozca y se la traiga en el corazón
Algunos paseos imperdibles por la capital caribeña, desde las bellas plazas coloniales hasta un amanecer en El Malecón. Mucho más que un lugar de paso. La ciudad es para que el turista la conozca y se la traiga en el corazón
"Vengo de donde el sol calienta la tierra/Y allí donde el corazón late más sincero. Vengo de donde el son pasa las horas/Enamorando a la rumba cantándole aquel bolero". La letra del músico cubano Alexander Abreu es también una bella invitación a recorrer su tierra. Y, sin dudas, para empezar o terminar un viaje de placer por la isla del Caribe, La Habana es la ciudad más elegida. Un destino imperdible, donde vale la pena sumar más días de la brevísima estadía que sugieren habitualmente los paquetes turísticos.
Clásicos, tradicionales, más o menos publicitados, pero en La Habana hay cientos de sitios para no pasar por alto. conocer y traerse en el corazón. Si algo distingue a esta ciudad es la cercanía y la familiaridad con la que se la vive y abraza. En ese recorrido es que se van entrelazando estos lugares compartidos, cargados de historias, donde todos —con razón— quieren pasar y tener su recuerdo. Y hay que darlo por hecho, que en cada paseo no faltará un cubano o una cubana que regale alguna rica anécdota. Es un pueblo muy culto y educado, amable, con el que no hay que ahorrar en conversación.
Imposible estar en La Habana y no darse una vuelta por su Malecón. Un extenso paseo desde donde se disfruta, de un lado, el perfil diverso de la arquitectura de la ciudad y, del otro, el mar. Es uno de los sitios de encuentro preferidos de los habaneros, en especial de los jóvenes. No faltan quienes se animan a la pesca. No hay que pensarlo mucho: solo hay que caminar este contorno, al menos por un rato, guiados por el viento y la música que acompaña todo el tiempo. Un amanecer o un atardecer en El Malecón es una imagen que perdura para siempre.
La Habana Vieja es en todo un destino en sí misma para recorrer una y otra vez. Caminarla por sus plazas, paseos, bares y museos. A los pocos pasos se advierte que se está en una ciudad ganada por el turismo internacional, pero que resiste y logra hacer valer sus raíces caribeñas.
Entre sus plazas, la ubicada frente a la histórica Catedral, la de Armas y la Vieja son las indispensables de agendar. Están a un paso unas de otras, en un trayecto a pie entre edificios coloniales (actualmente en plena restauración). La Plaza de Armas es la más antigua, ubicada al inicio o al final de la calle Obispo, en el corazón de La Habana Vieja. Data del siglo XVI, la diferencian el verde, los bancos de mármol y la belleza de los edificios coloniales que la rodean, como el Palacio de los Capitanes Generales (1776), que aloja el Museo de la Ciudad y donde se conserva "La Giraldilla", la estatua de bronce del 1600, una réplica de la de Sevilla y que identifica al ron "Havana Club", el más famoso de Cuba. Aunque hay que decirlo, los orientales de la isla recomiendan el ron "Santiago de Cuba ". ¡Y hay que hacerles caso!
También cercan el Castillo de
la Real Fuerza (primera fortaleza construida en Cuba), el Templete (es del 1800 pero rememora la primera misa celebrada en 1519) y, entre otros, el bellísimo Hotel Santa Isabel. Sin embargo, esta plaza es bien difundida por el mercado de libros y antigüedades que se abre cada mañana y se extiende hasta la tarde. El lugar ideal para llevarse buenos regalos: desde literatura clásica cubana y latinoamericana, en particular, hasta fotos, monedas y pósters que aluden a la Revolución y sus líderes patrióticos. Las imágenes del Che, de Fidel, José Martí y Camilo Cienfuegos, las más buscadas.
Desde la Plaza de Armas y siguiendo la calle de los Mercaderes, ya restaurada, donde se venden especias y se ubican muy buenos paladares (restaurantes cubanos) se llega a la Plaza Vieja. A la que también en los últimos años se recuperó en su fisonomía original. Hay bares que se extienden con sus mesas más allá de las veredas, que convocan a los visitantes a quedarse. Los músicos que están permanentemente en esta plaza invitan a no seguir de largo, y por qué no intentar un poco de danza cubana. La tentación es bien fuerte.
Bien bonita es la Plaza Vieja (es de 1559). A pocos metros está la Plaza de San Francisco, con su iglesia rodeada de unos hermosos jardines y galerías coloniales. Desde esta plaza y levantando la vista está el puerto al que arriban los grandes cruceros. Por las noches la luz de la luna, en sintonía con la de los barcos y la ciudad, convierten al lugar en una postal.
Bares renombrados
La Bodeguita del Medio y El Floridita son los bares cubanos más conocidos y nombrados en el mundo. Ubicados en La Habana Vieja, íconos de la ciudad y su cultura, atesoran literatura, historias, charlas interminables, fotos infinitas y los tragos más pedidos de la isla. La Bodeguita se distingue por sus mohitos y la figura del gran poeta cubano Nicolás Guillén. El Floridita por sus daiquiris, y la referencia al escritor norteamericano y premio Nobel Ernest Hemingway, quien adoptó la isla como su hogar. En uno y otro bar, las figuras de estos escritores se reproducen en estatuas a tamaño natural.
Si se camina desde la Plaza de Armas por toda la calle Obispo —la peatonal más concurrida de La Habana— al final, y luego de pasar frente a El Floridita, se llega a la avenida José Martí. Una gran estatua del padre de la patria cubana es otro de los puntos de referencia de la ciudad. Y así como en la Argentina el fútbol es uno de los temas del que más se habla en los bares (y donde sea), en este espacio, en los bancos ubicados casi al frente de la estatua de Martí, todas las mañanas debaten en largas charlas (¡a los gritos!) los fanáticos del béisbol.
Casi como una continuidad de esta referencia está el Paseo del Prado (en realidad se llama Paseo Martí, tal como se lo volvió a bautizar, pero todos lo siguen nombrando del Prado), que llega hasta el Malecón. En su recorrido se ubican otros grandes exponentes de la arquitectura colonial y aristocrática como el Gran Teatro de La Habana, el Café El Louvre, los hoteles Nueva Inglaterra y el Telégrafo, y el Capitolio Nacional. En ese trayecto hay dos lugares recomendados para visitar: el Museo de Bellas Artes y el Museo de la Revolución.
El Museo de la Revolución se levanta en lo que fuera el Palacio Presidencial. En el patio de este museo —se puede ver desde afuera— está el Memorial Granma, un espacio vidriado donde se guarda el barco que transportó a Fidel Castro y a sus 81 revolucionarios desde México hasta Cuba.
El Vedado es otro de los rostros de La Habana, también elegido para hospedarse y de ineludible visita por sus casonas residenciales, centro comercial y su Plaza de la Revolución. Desde los últimos pisos del Hotel Habana Libre (antes de la revolución Hilton) la vista es maravillosa y no hace falta alojarse en este hotel para disfrutarla.
En esa misma zona está otro clásico de La Habana: Coppelia, la heladería más famosa del Caribe, y escenario favorito del filme cubano "Fresa y Chocolate".
Si el bolsillo lo permite, no hay que dudarlo y por lo menos hacer la experiencia de pasar una noche en el Hotel Nacional. Y si no lo permite, no hay que privarse de al menos recorrerlo. La entrada está habilitada a los turistas todo el tiempo, incluso hasta para utilizar una de las piscinas. Por su patrimonio histórico y cultural —construido en 1930— fue declarado monumento nacional. Rómulo Gallegos, Marlon Brandon, Ava Gadner, Fred Astaire, figuran entre una larga lista de reconocidos artistas y políticos de todo el mundo que lo eligieron. También el Nacional supo recibir a los principales referentes de la mafia norteamericana. La película El Padrino II protagonizada por Al Pacino revive estas historias.
No importa dónde se hospede cuando visita La Habana, pero la gran Plaza de la Revolución es otra visita obligada. Es el escenario donde se dan cita las grandes manifestaciones políticas y una de las plazas públicas más grandes del mundo. Sobresalen el Memorial a José Martí, detrás el Comité Central del Partido Comunista de Cuba; también el Ministerio del Interior, más conocido por la gran imagen del Che Guevara y su frase "Hasta la victoria siempre". Bien cerca está el edificio de Telecomunicaciones con la imagen del heroico Camilo Cienfuegos.
Playas
Así como los paquetes turísticos insisten erróneamente en acortar el tiempo de visita por La Habana, también es común que se repita que esta ciudad "no tiene playas". Nada más lejos de la verdad: las tienen y son preciosas. Son conocidas como las Playas del Este, y están a poco más de 30 minutos del centro de La Habana Vieja. Disponen de infraestructura básica (mínima) para pasar el día. Se llega en micros que tienen por destino estas playas (Vía Azul, con parada en el Paseo del Prado) o en los taxis compartidos por unos pocos cuc. No hay que irse de La Habana sin conocer sus playas.
La lista de paseos es infinita: la Comandancia del Che, una caminata por las calles de El Vedado, el barrio Miramar y las residencias de las embajadas, el Estadio Antiimperialista ubicado junto al Malecón y de cara a la Embajada de EEUU, las librerías de la Habana Vieja, los bares no tan conocidos como el Angel del Tejadillo (Habana Vieja) y Madrigal en El Vedado, donde es frecuente toparse con el cantautor Frank Delgado; pasear en los autos de los sesenta que le ponen color a la fisonomía habanera o simplemente caminar una y otra vez por la calle Obispo. Todo es posible en La Habana, hay que vivirla y animarse a escribir luego la propia lista de imperdibles. Tanto como como sigue la canción de Abreu "?Para saber de verdad lo que es sentirse cubano/Tienes que léerte a Martí, la prosa de Guillén/ Busca una guayabera con un sombrero de guano?".
Por Matías Petisce