Los huaracinos rara vez se enteran de lo antes mencionado, ya que para ellos las
montañas son tierras de cultivo y cría de ganado. Huaraz es el gran centro del canje, trueque y,
muy en última instancia, comercio sui generis de lo producido en la región. El comercio es manejado
por las doñitas, pues los hombres están muy ocupados en los fondos de los bares.
La ciudad vive innumerables fiestas todos los días del año, no importa cuál es
la fecha, lo que importa es festejar que, como la práctica de los andinistas, también es outdoors.
Es decir todo ocurre en al calle. Las personas no gritan, pero el movimiento frenético y los
bocinazos permanentes son ensordecedores. Todos van apurados, hacen un trotecito cortito muy
simpático, como bailando un carnavalito.
En el terremoto de 1970, Huaraz era una población de casitas de ladrillos de
adobe y revoque de barro, y quedo reducida a una polvareda. Hasta la fecha la siguen reconstruyendo
nuevamente con una estética sólo comparable con la porteña "Villa 31". Desde sus calles se pueden
apreciar los picos blancos con puntas afiladas.
Objetivo
La idea es, como siempre que se trata de ascensos de alta montaña, aclimatarse
para evaluar en ese interín como están física y psíquicamente los integrantes del grupo, para
intentar atacar la cumbre del nevado Pisco o dejarlo para otro momento. Para esta etapa Edgardo
Clemente, de Mountain Group, invito a dos veteranos andinistas porteños, Gustavo Glickman y Amable
López Martínez, quienes hicieron con el grupo los trekking de aclimatación. Luego su travesía
seguirá rumbo a Iquitos, en el Amazonas Peruano.
La buena aclimatación y la sinceridad con uno mismo y para con el resto del
grupo es fundamental, ya que va en ello la seguridad y la vida de todos. Se suma a la muy baja
presión, la puna extrema que este sector de la cordillera presenta, que según los entendidos es aún
mayor que en el cerro Aconcagua.
Hay que tener en cuenta que en Rosario -unos 20 metros sobre el nivel del mar
(msnm)- cuando la presión desciende a 1.000 milibares, nos sentimos agobiados y la llegada de una
tormenta es inminente. En Huaraz 3.090 msnm, la presión en un día diáfano y primaveral es de 713
milibares.
Primer trekking de altura
En una mañana espléndida salimos en combi desde Huaraz por una carretera
asfaltada bordeando el rió Santa, en la base de un valle de cultivos cuyas parcelas trepan las
pendientes de los cerros, tornando el paisaje en un mosaico de venecitas verdes y amarillas.
Caraz, la segunda ciudad en importancia en la zona, sería nuestro destino
intermedio. Luego de un desayuno rico en calorías seguimos viaje hasta la laguna Parón, a 4.140
msnm. Allí comenzamos el primer trekking de aclimatación en altura por un sendero angosto pero bien
marcado, que rodea la laguna por una de las márgenes en un marco imponente de picos nevados.
Esta laguna turquesa, como la piedra preciosa, está contenida en uno de sus extremos por una
Lmorrena, que es un derrumbe de piedras y hielo que forman un dique natural, y sus afluentes son
los ríos de deshielo de las montañas que forman en el extremo opuesto un anfiteatro colosal. Desde
allí se divisan las nevadas cumbres del Artesonraju (6.025 msnm), el Pirámide de Garcilazo (5.885
msnm), y el Chacrasonraju (6.112 msnm). Luego de descansar en este mirador y tomar un almuerzo rico
en proteínas y calorías regresamos a Huaraz, el recorrido nos llevo cuatro horas de caminata lenta,
buscando la adaptación al clima.
Santa Cruz -Yanganuco
Según los prestadores de servicios, el recorrido entre Santa Cruz y Yanganuco nos llevaría
tres noches y cuatro días, así que el día anterior a la partida procuramos en una tienda de
alquiler y venta de equipos de escalada y trekking que hay en el centro de la ciudad, el equipo
necesario para la aventura: carpas; bolsas de dormir térmicas y ropa de abrigo; marmitas y
calentadores.
Los precios de alquiler son muy económicos para los europeos, aunque para los
argentinos es mejor llevar nuestro propio equipo. En el mercado central encontramos todos los
alimentos a precios muy acomodados. Cargamos todos los bultos en un taxi que nos llevo hasta
Vaquería, a 3.700 msnm. Este es el último punto hasta donde accede el colectivo, en medio de los
cerros tapizados de cultivos.
En Vaquería contratamos los servicios de un arriero, Marcos Obregón Castro, un
adolescente muy callado y descendiente de quechuas, que con sus dos burritos nos llevaría los
petates a los diferentes campamentos a lo largo de la travesía hasta nuestro destino final,
Cashapampa.
La caminata comenzó antes del mediodía por la quebrada Morococha, buscando
Hairapampa. En el fondo de ésta debíamos encontrarnos con la quebrada Paria donde estableceríamos
el primer campamento, para lo que hicimos un trekking por un sendero que unía las casas de los
agricultores. En sus patios colgaban ropas multicolores secándose al sol. Del interior de estas
construcciones de ladrillos de adobe y barro, varios chicos curiosos salían a nuestro paso.
En pequeños corrales de piedras y troncos descansaban mansamente chivos y
ovejas, no así los bueyes que en yunta tiraban incansables de arados de madera tan antiguos como
América, preparando la tierra para la siembra de papa andina, oca, alfalfa, trigo o maíz. Al
atardecer lejos ya de los cultivos, remontando un pequeño curso de agua, llegamos a una pampa donde
establecimos campamento. Exhaustos, cenamos al amparo de un cielo único con una luna que todo lo
iluminaba. La temperatura permitía esta contemplación, sólo con un polar como abrigo, increíble a
3.870 metros de altura.
Al alba, tomamos un desayuno abundante, pues nos tocaba pasar del este al oeste
de la Cordillera Blanca y para esto debíamos acceder al paso Punta Unión, a 4.750 msnm, por un
sendero muy empinado que en las postrimerías del paso tiene un camino de piedras en zig zag, propio
de los escenarios de "El Señor de los Anillos". Al trasponer este portezuelo nos encontramos con
una vista franca de las cumbres de hielo de los montes Pucajirca, (6.050 msnm), Taulliraju (5.583
msnm), y Ririjirca (5.810 msnm).
Meses atrás, informándome sobre la cordillera Blanca, Claudio Grancelli, un
experimentado escalador mendocino del Aconcagua me dijo: "Los cerros son como quesitos Adhler
gigantes. Es la porción más linda de los Andes". Esta comparación me pareció muy extraña, pero
luego de contemplar los nevados, imponente pirámides, comparto su apreciación. En el final de la
bajada, entre lagos de deshielo, nos esperaba Marcos armando el campamento. Allí, en Taullipampa
(3.700 msnm), nos encontramos a varios grupos de acampantes de Austria, Israel, EEUU y España.
A la mañana siguiente nos desviamos al noroeste para poder divisar el Alpamayo (5.947 msnm),
donde nos cruzamos con una expedición alemana que volvía de hacer cumbre. Nos quedaba descender al
campamento Playa, donde pasaríamos la última noche, pero decidimos solamente almorzar allí y seguir
directamente a Cashapampa, nuestro destino final.