La fachada de la Catedral de Milán destaca bastante más, sin embargo, por su anchura que por su altura. Eso sí, decorada con bellísimos pináculos. Tampoco encontramos las tres portaladas típicas de las catedrales de Ille de France, como en Reims o Amiens. Se trata, en cualquier caso, de una fachada del siglo XIX realizada por orden de Napoleón y en estilo neogótico, a fin de respetar el estilo del templo. No hay que perderse la puerta principal, dedicada a la Virgen María y elaborada en bronce. Es una maravilla.
Para visitar su interior deben comprar el billete que se vende en un edificio de la plaza lateral. Ya no resulta gratis visitar la catedral de Milán. Sin embargo, si quieren subir a los terrados de la catedral, debrán comprar la entrada por anticipado allí (con audioguía incluido y sin colas).
En la Catedral de Milán sorprenden los muchos lienzos colgados de la nave central así como los curiosos e inmensos capiteles que decoran las columnas que sostienen la crucería gótica. Igualmente bellas son las vidrieras, algunas antiguas y otras más modernas, y especialmente reluciente el mármol de color que decora los suelos de la catedral.
2. Galería Vittorio Emanuele II
Otro de los lugares que hay que ver en Milán. La entrada se localiza en la misma plaza del Duomo y queda enmarcada en un inmenso pórtico dispuesto a modo de arco triunfal. Es una obra de Giuseppe Mengori de mediados del siglo XIX y está considerada una auténtica joya en su tipo. El espacio central se recubre con una cúpula vidriada a 39 metros de altura y que nos recuerda que estamos en plena época dorada del hierro como material de construcción.
Los restaurantes y tiendas de la Galería Vittorio Emanuele no son precisamente las más económicos de la ciudad, pero pasear por este lugar que rezuma historia y lujo es algo imprescindible en la capital lombarda.
Por cierto, no olviden pisar los testículos del Toro de Milán que se localiza justo debajo de la cúpula. Pisarlos con el talón y dar tres vueltas sobre sí mismo parece que asegura la buena suerte.
3. Teatro Scala
La Gallería Vittorio Emanuelle se abre a la Piazza de la Scala, decorada con el monumento de Leonardo. Aquí se localiza otro de los lugares que hay que ver en Milán. Es el teatro de la Scala, un auténtico monumento mundial de la lírica a la altura de las óperas de Budapest o Viena. Se puede realizar una visita guiada al museo y al propio teatro.
4. San Bernardino Alle Ossa
Bien cerquita del Duomo se localiza esta iglesia que pasaría desapercibida si no fuera por su Osario. Se trata de uno de los lugares aparentemente más macabros de Milán, pero la verdad es que está muy buero recorrerlo.
Lo más bonito de la capilla es la bellísima bóveda decorada al fresco. Sin embargo, lo más sorprendente es la decoración de las paredes laterales, a base de todo tipo de huesos humanos, particularmente cráneos. Desde luego, no es tan espectacular como el Osario de Kutna Hora, pero merece la pena acercarse hasta allí.
5. Pinacoteca de Brera
Si les gusta el arte, y particularmente la pintura, no se pueden olvidar de visitar este fantástico museo. Se ubica en el Palacio de Brera, de mediados de siglo XVII y dispone de un precioso patio central a modo de claustro de dos pisos. La Pinacoteca se funda a principios del XIX, momento en que Milán había caído a manos francesas. De hecho, la escultura que decora el patio central del palacio representa a Napoleón I.
Algunos de los más famosos pintores de las escuelas europeas están representados en Brera, incluidos Canaletto, Tiziano, Mantegna, Veronese, El Greco o Rembrandt. Sin embargo, la estrella de la colección es el lienzo de Caravaggio, La cena de Emaus, una obra por la que merece la pena pagar el precio de la entrada a la pinacoteca.
6. Castello Sforzesco y Parco Sempione
Este castillo ubicado en el centro de la ciudad se alzó a partir del siglo XV. Nos recuerda la importancia y poderío de una de las familias más importantes de la Europa de la época, los Sforza. Fue residencia ducal en los tiempos de máximo apogeo de la ciudad y en la actualidad es la sede de varios museos, incluidos el de arte antiguo y el egipcio.
Justo por detrás del Castillo Sforzesco se puede localizar el mayor de los parques que hay que ver en Milán. El Parco Sempione, repleto de senderos, lagos y puentes. Un lugar con abundantes sombras en verano y con bellísimos colores en otoño. Al final del parque se encuentra el Arco de la Paz, de estilo neoclásico y construido en 1807. Mucho menos famoso que el arco del triunfo de París o los de Roma, en los que se inspira, la verdad es que es un monumento muy bonito y que pasa desapercibido para la mayoría de los viajeros, por quedar un poco alejado.
7. Cenacolo Vinciano y Santa María delle Grazie
En la iglesia Santa María delle Grazie se localiza una de las obras más famosas de la historia de la pintura, la celebérrima Santa Cena de Leonardo da Vinci, que ocupa una de las paredes del refectorio del antiguo convento dominicano de Santa Maria delle Grazie.
Ni que decir que se trata del gran lugar que hay que ver en Milán, hasta el punto que tanto el Cenacolo como la iglesia están incluidos dentro de la lista del Patrimonio de la Humanidad. Eso sí, si quieren hacer la visita hay que reservar el billete con tiempo, pues sólo se permite la entrada a reducidos grupos cada 15 minutos, y los tickets se terminan pronto.
8. Basílica de San Ambrosio
Es la segunda gran iglesia que hay que ver en Milán tras la Santa María delle Grazie. Y se trata, además, de una de las más antiguas de la ciudad, pues su construcción fue iniciada en el año 379. Desde luego, lo que nos ha llegado a nuestros días es bastante posterior, pues se debe a las reformas acontecidas a partir del siglo IX.
Sin embargo, está considerada como la gran joya del románico lombardo en Milán. En el interior de la iglesia no hay que perderse detalles de varios de los tesoros que contiene. Por ejemplo, el bellísimo altar de oro de época carolingia que data del año 835, o los mosaicos bizantinos del siglo V del Oratorio de San Vittore in Ciel d?Oro, una capilla paleocristiana anexa a la nave central y por la que hay que pagar una pequeña entrada. Los mosaicos de San Vittore están a la altura de los que se pueden visitar en Rávena.
9. San Mauricio al Monasterio Maggiore
Otra iglesia que parece imprescindible en Milán y que también suele pasar desapercibida para muchos turistas. Se trata de un templo del siglo XVI construido en dos ambientes. En el externo era donde se situaban los fieles, mientras en el interior se disponían los monjes de clausura del Monasterio Mayor.
Sin embargo, lo verdaderamente sorprendente de esta iglesia son el conjunto de frescos que cubren por completo ambos ambientes. Se considera el conjunto de frescos lombardos más importante que se ha conservado hasta nuestros días y que recubren cada uno de los recovecos de las distintas capillas laterales de la iglesia.
10. Pinacoteca Ambrosiana
Y para cerrar el círculo y ya de regreso a la plaza del Duomo, se llega hasta el último de los lugares que hay que ver en Milán, la Pinacoteca Ambrosiana y la Biblioteca adjunta. Quizás no sea un museo tan espectacular como la Pinacoteca de Brera, sin embargo, entre muchos lienzos de autores italianos, se puede disfrutar de una verdadera joya. Se trata del cuadro Cesto con frutos, de Caravaggio. Un lienzo de muy pequeño tamaño que representa la única naturaleza muerta del genial pintor lombardo que ha llegado a nuestros días.
Tan bello como este delicado cuadro nos pareció la adjunta Biblioteca Ambrosiana, que recibe el nombre del Santo Patrón de Milán, y que fue construida en el siglo XVII. Aquí se expone el Códice Atlántico de Leonardo, una colección de dibujos y escrituras de Leonardo da Vinci en 12 volúmenes. Por desgracia no se permite fotografiar el interior.
Y con la Pinacoteca Ambrosiana terminamos esta lista de los 10 lugares que hay que ver en Milán, una ciudad con mucho más interés del que se espera a menudo y al que merece la pena dedicarle la visita de un día entero.