En nuestro viaje por el sur de Chile, la primera escala fue Frutillar, una pintoresca ciudad iluminada por el volcán Osorno, un cono de hielo perfecto. Este imponente volcán de más de 2.500 metros sobre el nivel del mar, se levanta junto al lago Llanquihue y es visible desde la provincia de Osorno a Chiloé.
Sabíamos que cada año entre el 27 de enero y el 5 de febrero se realiza en esta ciudad un festival de música clásica conocido internacionalmente como "Las Semanas Musicales de Frutillar", por ese motivo elegimos la fecha. Desde 1968 y hasta la fecha, la música ha estado presente a través de grandes orquestas sinfónicas y filarmónicas dirigidas por afamados directores, junto a conjuntos de cámara, corales, jazz y connotados intérpretes nacionales e internacionales. Impresionante sin ninguna duda.
La parte gastronómica tuvo sus particularidades, pedir un plato de pastas fue tan raro como imposible, sencillamente no figuraba en las cartas de los restaurant. Eso sí, comimos un excelente salmón, una insuperable paila y un buenísimo sándwich con palta. La atención siempre fue muy cordial en todos los lugares que visitamos.
Continuando con el viaje, hicimos la vuelta al lago Llanquihue. Una excelente propuesta para comprender la colonización alemana de la región, en medio de un paisaje de particular belleza. A este tradicional circuito se puede acceder a través de cualquiera de las ciudades ribereñas. La vuelta al lago Llanquihue – cuyo nombre significa "sumersión"– es de 186 kilómetros en total, de los cuales más de la mitad están totalmente pavimentados.
En sus costas se encuentran las ciudades de Frutillar, Puerto Varas y Puerto Octay, famosas por la gran influencia alemana en su arquitectura y particularmente por los interesantes eventos que se realizan en ellas en el período de verano. Como nosotros, muchos turistas acuden a esta apacible zona de Chile para descansar, impregnándose de la calma del lugar y de la hermosura del lago.
Partiendo desde Puerto Varas, por la ruta que va a Ensenada en dirección Este, se llega rápidamente al Parque Nacional Vicente Pérez Rosales. Atrás dejamos las playas Hermosa, Niklitscher, Punta Cabras y Poza Loreley. En medio de este refugio de la naturaleza se encuentra la laguna Verde, que se puede recorrer a pie.
Con la idea de estar en el Pacífico, tomamos la balsa a isla de Chiloé, llegamos a Castro, recorrimos la ciudad y continuamos por un camino de ripio hasta llegar a la costa. Ni bien descendimos del auto nos ofrecieron excursiones en lancha a la pingüinera, no podían entender que nosotros sólo queríamos ver el océano. Tal es así que cuando vieron que tan abrigados nos sacábamos las zapatillas para mojar nuestros pies en el mar, nos sacaban fotos como si fuera una rareza lo que estaban observando.
Previo recolectar algunos caracoles, emprendimos el regreso y cruzamos nuevamente en el transbordador. Era de noche, lo que tuvo un peligroso atractivo, olas muy grandes que salpicaban el auto, la costa iluminada con su encanto y la infaltable música para agregarle emoción al cruce, "No more tear" de Ozzy Osborne.