Determinado por arraigadas tradiciones culturales y una marcada religiosidad, la India atrapa al viajero con palacios, templos, colorido, diversidad, y un sabor enriquecido por un sinfín de especias.
Determinado por arraigadas tradiciones culturales y una marcada religiosidad, la India atrapa al viajero con palacios, templos, colorido, diversidad, y un sabor enriquecido por un sinfín de especias.
A su paso por Nueva Delhi, el turista puede contemplar la Puerta de la India, un monumento nacional que rinde homenaje a los soldados indios que murieron en la Primera Guerra Mundial y en la tercera guerra afgana, y simboliza el acceso a los misterios que alberga el país.
Delhi y la India de Mahatma Gandhi
El Fuerte Rojo o Lal Quila es otro de los enclaves más visitados de la capital, formado por un conjunto de cúpulas y torres erigidas en siglo XVII, contrasta con las caóticas calles de Chandni Chowk, la vieja ciudad amurallada de Delhi, caracterizada por sus aglomeraciones de comerciantes, autorickshaws –popular medio de transporte de tres ruedas–, puestos de comida y bazares.
La plataforma de mármol negro donde Mahatma Gandhi fue incinerado tras su asesinato, el Raj Ghat, es otro reclamo de la capital. Junto a él, el templo del Loto, una joya de la arquitectura con forma de flor; o la mezquita dorada de tres cúpulas denominada Sunehri Masjid.
Muy cerca, en la ciudad de Agra, se encuentra uno de los mausoleos más visitados del mundo: el Taj Mahal. Patrimonio de la Humanidad y una de las Siete Maravillas del Mundo, este conjunto de edificios de mármol blanco fue construido por más de 20.000 hombres por orden del emperador musulmán Shah Jahan en honor a una de sus esposas.
Benarés y el sagrado Ganges
Las joyas arquitectónicas de la India se mezclan con la cultura y las tradiciones de la milenaria ciudad de Benarés o Varanasi, una de las más antiguas del mundo. Situada a orillas del río Ganges, se considera una urbe sagrada, visitada por peregrinos de todo el país que se agolpan en sus ghats –escaleras que conducen al río– para purificarse en sus aguas.
Los rituales de esta misteriosa ciudad pueden contemplarse paseando en barco por el Ganges al amanecer, ideal para vislumbrar las cremaciones de sus difuntos, o en el ghat Dasaswamedh al anochecer, donde se celebra una popular ceremonia frente al río. A sus espaldas, el turista puede perderse entre laberínticas calles de colores habitadas por templos, vacas sagradas y sadhus, santones hindúes vestidos de color naranja.
La arquitectura, cultura y religiosidad de la India acompañan al viajero tanto como su gastronomía, una de las más apreciadas del mundo por el uso de especias, la combinación de sabores y el uso del picante. El arroz y las diversas tortas de harina como el chapati, se combinan con una enorme variedad verduras en salsa masala.
El estado de Rajastán es uno de los paraísos para los turistas gourmet, donde predomina el uso del comino, polvo de mango o el ghee –mantequilla–. Este destino está además repleto de palacios y tesoros que se concentran en Jaipur, la popular “ciudad rosa”; Udaipur, enmarcada entre lagos azules y palacios de mármol blanco; o el desierto de Jaisalmer, por el que se pueden realizar safaris en camello.
Además, los turistas que viajan con tiempo pueden acercarse a la costa occidental del país y visitar su capital económica, Bombay, que cuenta con atractivos turísticos como el británico barrio de Colaba, repleto de cafés, boutiques y museos. Y, para refugiarse de las urbes y el caos, el viajero encuentra la calma en los backwaters del sureño estado de Kerala, una red de 9.000 kilómetros cuadrados de canales, lagos y lagunas interiores que discurren en paralelo al litoral y que conforman un frondoso paisaje de cocoteros, arrozales y plantaciones de anacardos.