Apenas se desciende del avión en el aeropuerto internacional de Iguazú, el aire húmedo ofrece un abrazo cálido a los turistas. Aunque no llega a ser sofocante, la botellita de agua siempre a mano es la mejor compañera para comenzar a aclimatarse. "En invierno por ahí refresca un poco de noche, pero no mucho", advierte Ramón, un amable guía turistico nacido y criado en Puerto Iguazú. Sin embargo, cualquier momento del año se presenta como ideal para conocer los potentes saltos de la provincia misionera, declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco (1984) y una de las siete maravillas naturales del mundo (2011).
Al atravesar los 600 metros del Sendero Verde, unos curiosos personajes comienzan a aparecer lentamente en el camino. Al principio tímidamente, de a uno. Luego en grupo, los coatíes salen al paso de los visitantes, sobre todo cerca de los bares y restaurantes ubicados en el Parque Nacional. Merodean la zona en procura de alimentos, y no tienen empacho en acercarse demasiado. Por eso es común verlos dormir debajo de las mesas, como una mascota más, o incluso a los más osados subirse a sillas y mesas. Pero no son mascotas, y eso lo aclara una y otra vez el guía que acompaña el recorrido. Incluso varios carteles ubicados a la vera de los caminos alertan sobre la prohibición de darles de comer y los peligros que violar esta disposición acarrean. No es algo antojadizo, hay casos de chicos y grandes que terminaron con rasguños, mordeduras y profundas heridas en las manos y brazos al acercarse demasiado a esos bellos y curiosos animalitos de la selva.
Otra opción dentro del parque es el tren de la selva, que en un viaje de 10 minutos conecta la Estación Central con la de cataratas y en otros 15 minutos hasta la Garganta del Diablo. Se trata de un tren ecológico impulsado a gas licuado de petróleo que se desplaza a menos de 18 kilómetros por hora, para evitar la contaminación sonora.
De abajo y arriba. Para ver los impresionantes saltos de agua de las cataratas hay dos circuitos: el inferior y el superior. El primero es un recorrido de unos 1.700 metros donde el sinuoso camino trazado por las pasarelas adentran al visitante en el espesor de la selva, para ver de la rompiente de los saltos Dos Hermanas, Chico y Ramírez y Bossetti. Afortunadamente las cámaras hoy son digitales, sino no habría rollo que alcance para captar cada postal que regalan las impresionantes caídas de agua blanda, como rezaba el tango inmortal Virgilio y Homero Expósito. En el mirador del Bosetti hay que ir dispuestos a mojarse un poco, pero la foto con las cascadas de fondo es una instantánea que turistas de todas partes del mundo quieren llevarse de regalo.
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A mojarse. El paseo en lancha lleva a los turistas a disfrutar de la fuerza de la naturaleza a metros de las cascadas.
El Circuito Superior, de 650 metros de longitud, es el otro ángulo. La mirada se corre y ahora es sentir el torrente de agua fluyendo casi bajo los pies. Las pasarelas pasan por encima y a metros de las rompientes y atraviesan así los saltos Dos Hermanas, Mbiguá, Chico, Ramírez, Bossetti, Adán y Eva y el Guardaparque Bernabé Méndez. La vista en este útimo lugar, con toda la inmensidad de las cataratas, es toda una atracción.
Las lluvias y la fuerte crecida del río Iguazú causaron severos daños en la pasarela y el mirador de la Garganta del Diablo, la más espectacular vista de cataratas. Se estima que los trabajos de reparación para rehabilitarlos estarán terminados para principios de 2015.
La furia del agua. La vista a cataratas no pude ser completa sin animarse a realizar el paseo en lancha, que embarca frente a la isla San Martín y recorre hasta casi rozar los saltos argentinos más importantes. Las medidas de seguridad son extremas y cada detalle está controlado. Hasta disponen de bolsas completamente impermeables para guardar los efectos personales y evitar que se mojen. Porque aquí si hay que ir dispuestos a empaparse y terminar hecho sopa. Pero vale la pena.
Es que una cosa es contarlo o ver imágenes, y otra muy distinta es sentir la fuerza de las cascadas a metros de distancia. El ruido del agua cayendo como enormes bloques de furia es ensordecedor. El paseo no llega a los 15 minutos, pero si los pasajeros del lanchón insisten es problable que les regalen una segunda pasada.
Al bajarse y ascender por las empinadas escaleras, los rostros de los turistas reflejan cansancio y satisfacción, casi en similares dosis. Con la lengua afuera que se transforma cada tanto en sonrisa y alegría de haber apreciado uno de los regalos naturales más impactantes del país.
"Esta es la sexta vez que vengo y nunca me canso, pero si nunca viniste, la primera experiencia te va a marcar para siempre", sentencia Mónica, una de las vistantes, la noche previa a la visita a cataratas, en la cena en el restaurante del bello Hotel Mercure Irú Iguazú. Tenía razón. La huella del asombro primario queda. Al igual que la sonrisa de esa última foto con el marco de los saltos de fondo. Verde y agua. Nada más que eso. O en realidad, todo eso al natural.
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A mojarse. El paseo en lancha lleva a los turistas a disfrutar de la fuerza de la naturaleza a metros de las cascadas.
Un hotel en medio de la selva
Enclavado en medio del espeso verde de la selva misionera, se destaca el Mercure Irú Iguazú, un hotel que brinda un hospedaje acogedor y con un diseño arquitectónico acorde para convivir con la naturaleza.
Inaugurado en octubre pasado, el hotel es la marca de categoría media no estandarizada de Accor, mayor operadora de Hoteles en el mundo, con habitaciones modernas que guardan una impronta regional que se aprecia sólo al ingresar y ver los pisos, mesitas y grandes decorados de madera.
El diseño en forma de araña del hotel es también un dato, ya que tiene esa forma y recorrido para evitar dañar los árboles nativos del lugar. La comida respeta también los sabores y aromas de la zona, y uno de los platos a tener en cuenta es el surubí, una delicia de la casa.
El Mercure Irú Iguazú está en medio del un terreno de 600 hectáreas de la selva Iryapú, ubicado a tan sólo 20 minutos de cataratas y a un tiempo similar del Aeropuerto Internacional de Puerto Iguazú.
Cuenta con un centenar de habitaciones diseñadas y ambientadas con materiales naturales, que invitan al relax. No hay chances de no disfrutar placenteramente de una estadía en el este hotel que genera en cada rincón un entorno amigable con el medio ambiente.
Basta sino con darle una mirada a la enorme piscina emplazada en un patio interior del hotel, que por los desniveles de la tierra parace como suspendida en el aire. El agua rebalsa de sus bordes y caen en cascada. Un efecto hecho a propósito, para imitar el sedante efecto del sonido del agua al caer.
Irú significa compañero en guaraní. Un nombre que no es casual en este emprendimiento liderado por el Sindicato de Televisión, Telecomunicaciones, Servicios Audiovisuales, Interactivos y de Datos (Satsaid).
Establecimiento de "4 Estrellas Superior", el Mercure Irú Iguazú cuenta además con un salón de eventos para 300 personas, restaurante, bar, spa, gimnasio, piscina, terrazas, sala de juegos y hasta un deck para disfrutar de un aperitivo al aire libre.
Informes. Sobre tarifas y reservas ingresar a www.mercure.com
Datos útiles
• Vuelos: Por LAN hay vuelos diarios desde Aeroparque (Buenos Aires). En Rosario, Aerolíneas Argentinas incorporó este año vuelos directos a Puerto Iguazú los miércoles, sábados y domingos. El pasaje oscila desde los 1.300 pesos más impuestos en adelante. Informes es www.lan.com y en www.aerolineas.com.
• Cataratas: el ingreso al Parque Nacional Iguazú cuesta 80 pesos para los residentes argentinos (desde el 1 de enero costará 160) y 30 pesos para los jubilados del país. Los chicos de entre 6 y 12 años abonan 40 pesos y los menores de 6 años y discapacitados directamente no pagan. www.iguazuargentina.com
• Por el río: ya dentro del Parque Nacional Iguazú, el Paseo Gran Aventura permite disfrutar de la selva misionera, para terminar con un viaje en lancha por los rápidos y una aproximación a los saltos más importantes del lado argentino. Dura una hora y veinte minutos y cuesta 520 pesos. Por 120 pesos también se ofrece el Paseo Ecológico, una navegación de media hora en balsa a remo por la costa del río Iguazú superior. Una conexión más relajada y serena con la flora y fauna del lugar. www.iguazujungle.com
• En helicóptero: el paseo en helicóptero que sobrevuela la parte brasileña de cataratas es una opción más que interesante. Ofrece una vista panorámica única. El vuelo dura 10 minutos y cuesta 120 dólares. www.helisulfoz.com.br
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Desde el helicóptero se puede ver la furia de las cataratas.