Villa Constitución. — El viaje de Jorge Páez de Buenos Aires a Rosario tenía
un doble propósito: alentar al club de sus amores y, fundamentalmente, esparcir en la cancha de
Ñuls las cenizas de su padre, un fanático rojinegro que falleció hace cuatro meses y dejó el
original pedido como última voluntad.
Eran nueve los amigos que el jueves se embarcaron en esta doble misión. Pero la
trafic que los llevaría a Rosario falló a último momento y debieron recurrir a dos autos. Jorge
subió junto a otros cuatro jóvenes al VW Senda blanco que llevó la peor parte en la tragedia. Todos
murieron en el choque.
Detrás venía el Pointer de José Alejandro Vidal, un técnico radiólogo de 26 años
que estaba de vacaciones y lo convencieron para hacer el viaje. Junto a él viajaba Mario Ceballes
Ojeda, un hincha de River a quien todos conocían como Polaquito, que falleció anteayer en el
Hospital de Emergencias Clemente Alvarez, en Rosario, y otros dos hermanos que sólo recibieron
heridas leves.
"Mi hijo me contó que viajaba detrás del Senda, y en un momento vio un camión
atravesado en la ruta, y alcanzó a ver cómo el auto que manejaba su primo se metía debajo de la
carrocería, entre el humo", contó el padre de José Vidal, que ayer pasó de terapia intensiva a una
sala común en el Sanatorio Rivadavia de Villa Constitución.
El muchacho, que resultó con serios traumatismos en su cabeza, aún no sabe el
destino que corrieron sus amigos, y sus familiares lo preservan en todo momento de sus dolencias
pero, fundamentalmente, del choque psicológico que significará conocer la realidad de lo ocurrido
en el kilómetro 247 de la ruta 9.
"Uno de los que iba con José era el Polaquito (Ceballes Ojeda), que era hincha
de River, trabajaba en una pizzería y le había dicho a sus padres que se iba a pescar al Tigre",
relató Vidal. "Salvo mi hijo, que es de Boca, y el Polaquito, todos los demás eran de Ñuls, pero
fanáticos, al punto que habían conformado una filial allí en Villa de Mayo, todo motorizado por el
padre de Páez, que en su juventud había vivido en Rosario y de allí trajo su amor por los
rojinegros", detalló.
Y siguió recordando: "Los Páez viven al lado de mi casa, y esa vez que Ñuls le
ganó un campeonato a Boca, creo que con gol de Julio César Saldaña (en rigor, el equipo del parque
le ganó una final en 1991 por penales), en el único lugar que festejaba en el barrio eran ellos. Y
ahora el pibe iba a cumplir el pedido de su padre, de descansar en la cancha de Ñuls".
Frente a la comisaría de Empalme Villa Constitución, el Pointer de Vidal es un
testimonio de la tragedia, pero también del milagro: "El auto está destrozado. Todavía no podemos
entender cómo salieron cuatro con vida de ese montón de fierros. Uno a veces se enoja con Dios,
pero también hay que pensar en la gracia del milagro que hizo con estos chicos", reflexiona.
José Alejandro Vidal —que en principio figuró entre los muertos de la
tragedia por una confusión con su primo, que manejaba el Senda— se repone lentamente de sus
heridas, al cuidado de su padre y su esposa. En Buenos Aires lo espera su hija de tres años.