Los expertos informáticos lo llamaron el “primer golpe digital”. La retórica militar
empleada para describir el ataque con el troyano Stuxnet contra una planta nuclear en Irán deja al
descubierto uno de los mayores temores actuales de muchos gobiernos: que el frente de batalla se
traslade a Internet.
Sobre todo en Estados Unidos se siguió con preocupación el certero zarpazo del virus
informático. Y es que pese a los largos años de esfuerzos, la primera potencial mundial sigue sin
estar a buen resguardo de los peligros de la red.
Las Fuerzas Armadas cuentan ya con un comando especial, el US Cyber Command, con el fin de poder
defenderse de posibles ataques virtuales contra las redes de suministro eléctrico y de telefonía
móvil norteamericanas, o contra el sistema bancario. Pero la unidad sigue sin estar preparada para
su trabajo medio año después de su puesta en marcha.
El tiempo apremia. Sólo en el campo militar es necesario proteger las 24 horas del día unas
15.000 redes y siete millones de computadoras. Y los enemigos son muchos: unas 250.000 veces por
hora se registran intentos de ataque contra los sistemas. Se estima que unos 100 servicios de
inteligencia buscan constantemente algún agujero por donde colarse en las redes
estadounidenses.
Los supuestos apuntan a mucho más que ataques convencionales. Los intrusos podrían robar las
pautas de funcionamiento de sistemas armamenticios o boicotear operaciones militares íntegras.
“La tecnología de la información es la base para todo lo que hacen las fuerzas militares de
Estados Unidos”, señala el vicesecretario de Defensa norteamericano, William Lynn.
El analista informático Richard Stiennon, de la compañía IT- Harvest, considera que las Fuerzas
Armadas descuidaron durante mucho tiempo el desarrollo tecnológico. “Estamos 10 ó 15 años por
detrás”, señala. Lynn cree que una docena de programadores habilidosos podría poner al país
en serios aprietos. “La misma tecnología que abre nuevas posibilidades crea también nuevos
peligros”, advirtió recientemente el propio presidente, Barack Obama.
Estados Unidos hace frente a un nuevo tipo de guerra, que ni siquiera puede ser bien definida
por los militares. Por ahora sólo está claro que el conocimiento empieza a ser más importante que
las armas.
“El combate en Internet es una guerra de maniobras en la que la velocidad y
flexibilidad son lo que más cuentan”, dice Lynn. Y el Cyber Command se atasca ya en la
búsqueda del personal adecuado.
“¿Nuestro mayor desafío actual? Encontrar a la gente que necesitamos para esta
misión”, apunta Keith Alexander, el máximo comandante de la unidad cibernética.
El plan es que el grupo cuente pronto con 1.000 empleados con refinados conocimientos
informáticos. No se trata de un detalle menor en una organización en la que los mayores
requerimientos suelen estar ligados al uso del fusil o a la habilidad a la hora de pilotar.
Alexander tiene ciertas limitaciones. Su equipo actual está conformado por unidades ya
existentes del Ejército, la Fuerza Aérea, la Navy y los “marines”. “No hay gente
nueva, ni dinero fresco ni oficinas nuevas”, resume la portavoz del Pentágono, Rene
White.
La composición del equipo implica de por sí ya un problema. La jerarquía previamente definida
sólo deja clara la cadena de mando del presidente al comandante del equipo, más abajo ya se pueden
ver las primeras pugnas por las competencias, según expertos.
La idea debe ser que el comando tenga una organización distinta a la clásica jerarquía militar,
consideraba recientemente el experto en seguridad informática Michael Tanji en la revista
especializada “Defense Technology International”.
Otro flanco débil son las limitaciones formales de Cyber Command, que tiene su ámbito limitado a
servidores militares y a webs del dominio “.mil”. Ataques dirigidos a sitios que acaban
en “.gov” o “.com” son competencia del Departamento de Seguridad Nacional o
del FBI.
Los creadores del Cyber Command quieren una cooperación más estrecha entre las autoridades y las
compañías privadas con el fin de abarcar mejor el vasto universo de Internet. Para ello, sin
embargo, es necesario que la Casa Blanca y el Congreso hagan cambios en leyes que datan de tiempos
en los que los teléfonos tenían todavía un disco giratorio.
(DPA)